Un espejismo llamado Barranquilla

Por JORGE SENIOR

Esto no es un canto de plañideras, no señor, ni sartal de quejumbres, ni memorial de agravios.  Se trata de arrancar la máscara al gobierno distrital de la “Barranquilla imparable” y mostrar la realidad patética de una ciudad que se ahoga en un sinfín de problemas, aunque brille en la propaganda oficial y descreste a los incautos con la apoteosis del cemento.

El lector que no viva en Barranquilla debe saber que la pretendida metrópoli del Caribe ha sido gobernada por la dinastía Char desde el 2007.  Esta casa política es ante todo un grupo económico y para ellos la política no es más que el negocio por otros medios.  Representa una cultura antidemocrática que, desde luego, ya tenía precedentes en las élites colombianas, pero que se vió reforzada por la inmigración proveniente de los restos del antiguo imperio otomano, expertos en el comercio pero ajenos a la vivencia de la democracia.

El Clan Char ha gobernado cuatro períodos por tres razones.  Primero aparecieron como “salvadores” tras una serie de gobiernos ineptos y corruptos iniciados por el excura Bernardo Hoyos Montoya, quien prometió la reconstrucción de la urbe tras el paso del huracán politiquero de los Name, los Gerlein y toda la caterva de políticos de medio pelo que dominaron la localidad desde los años 60.  El cura no sólo incumplió sino que terminó preso por corrupto, al igual que varios de sus “calanchines”.  Con ello le clavó una puñalada trapera a la Izquierda, en cuyo nombre supuestamente gobernó, y sirvió en bandeja el triunfo de los Char.  Para estos últimos no fue difícil marcar la diferencia, simplemente mostrando menor ineficiencia y un talante capaz de acolitarse con las élites y simultáneamente hacer demagogia con el Junior, la bacanería de cachucha, yines y salsa.  Y ahí está la segunda razón, la política del cemento, que permite obras tangibles, jugosos contratos que bien jugados nutren los bolsillos de una rosca de amiguetes mientras la ciudad se endeuda hasta la próxima generación.  Con estas obras palpables, pero no necesariamente prioritarias, la galera se descresta y aplaude.  La tercera razón es el poder económico que maneja todo: el comercio, las comunicaciones, las finanzas, los servicios, el entretenimiento y la contratocracia, por supuesto.  Un emporio en auge cual emirato tropical.

Este poder local se extendió por la región y el país, se empiñó con el uribismo y Cambio Radical en la escala nacional y subordinó a toda la clase política del terruño.  No olvidemos que este Clan, con su fortuna de oscuros orígenes, estuvo involucrado en el derrumbe de un barrio, el escándalo de los Nule y estampas gloriosas como abudinear 70 mil millones de pesos.  Tiene suerte, además, pues le tocaron las vacas gordas, el boom de las commodities en llave con el gobierno nacional y la feliz coincidencia con un boom local de la construcción como la ciudad nunca había visto.  Rascacielos enanos de cemento y ventanas que, como un Dubai de juguete, reflejan el inclemente sol del Caribe, perfecta expresión del espejismo en que se ha convertido la urbe ribereña.

Barranquilla se raja en casi todo: el aeropuerto, cuya remodelación fue anunciada con bombos y platillos, resultó una chambonada que hace agua.  Donde no hay agua es en el puerto, bloqueado por falta de dragado y al parecer condenado a la extinción ante un gobierno impertérrito.  Mientras tanto el agua del acueducto sale turbia e impotable por las tuberías que usufructúa la Triple A.  Cuatro gobiernos de los Char y el eterno problema de servicios públicos continúa, pero con un nombre gaseoso: Air-e, que reemplaza a la famosa Electricaribe de ingrata recordación.  El regalo de esta nueva empresa, tan experta en apagones como la anterior, es el alza de las tarifas, que atraca el bolsillo de la ciudadanía y espanta a las empresas que huyen despavoridas.  Al menos ya parece que se apresta la ciudadana protesta.

Después de tener los peores indicadores de la pandemia y tras años de una altísima informalidad, la inseguridad se ha disparado y para colmo, el Clan del Golfo y los Costeños, un par de bacrim de nueva generación, se pelean el señorío sobre la gran aldea desguarnecida.  El hambre también es epidemia y así lo reconocen las estadísticas del DANE.  El 68% de los habitantes de Barranquilla consideran que la economía de su hogar está ahora peor que hace un año.  Es la “nueva normalidad” que trajo de regreso el colapso de la movilidad, un problema que afecta a todas las capas sociales, y jamás solucionado por un Transmetro que está en quiebra.

Hace algunos meses denuncié en otra columna la debacle cultural de Barranquilla.  La única novedad es que este año no tendremos feria del libro, ni siquiera virtual, como para darle la razón al mequetrefe cuentachistes.  Por su parte, los megacolegios de hermoso cemento no han logrado subir de ranking la calidad educativa.

Es cierto que el primer malecón de “Charquilla”, nuevo apodo de La Arenosa, ya está en franco deterioro, mas ahora gozamos de un insólito puente levadizo que -pequeño detalle- no beneficia al grueso de la población. Es bella costumbre hacer monumentos que son muy útiles como fondo para selfies. Apenas normal en una comarca donde el alcalde mandó a hacer una estatua indestructible de su mamá.  Y hablando de puentes, la vieja estructura que atraviesa el río Magdalena ahora yace en ruinas, agonizando como el viejo muelle de Puerto Colombia y aquellas inolvidables graderías inconclusas del Estado Romelio Martínez.

¡Nada de eso importa!  Tenemos puente nuevo y fantásticos estadios, hicimos los Juegos Centroamericanos y ahora se vienen los Panamericanos, nada menos, para el 2027.  Cunde la alegría porque vuelven los carnavales en 2022, con covid o sin covid, y hay un ecofuturo maravilloso con millones de árboles, parques y lagunas.  Si no me crees, estimado lector, mira los maravillosos renders que anticipan el alucinante futuro.  Mallorquín, ese espejo de agua otrora rebosante de vida y fuente de pesca artesanal, no será otro espejismo. Los esplendidos contratos ya se cocinan.   Aunque por ahora sigue siendo el mismo charco putrefacto del abandono y la desidia, rodeado de miseria en proceso de desalojo.

@jsenior2020

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