La diferencia más notoria entre izquierda y derecha en asuntos de comunicación estratégica radica en que mientras los “mamertos” se la pasan dando palos de ciego y agarrados entre ellos mismos, los “fachos” son unos genios en el manejo de la propaganda política, sobre todo la propaganda negra.
Esto se hizo evidente el 2 de octubre de 2016, cuando Juan Manuel Santos quiso propinarle a Álvaro Uribe su mayor derrota haciendo que el pueblo le aprobara en plebiscito su acuerdo de paz con las Farc, y al final de la jornada fue el gran derrotado. Contrario a lo que dictaba la lógica, por una diferencia cercana a 50 mil los votantes se manifestaron contra la paz y a favor de continuar la guerra, debido a que la extrema derecha clerical en cabeza de ‘monseñor’ Alejandro Ordóñez logró hacerle creer a una mayoritaria población ignorante y alienada que ese acuerdo encerraba una “diabólica” ideología de género que pretendía convertir a nuestros hijos en homosexuales. Y la gente se comió tan absurdo carretazo.
Lo anterior nos ubica en un segundo escenario de marcadas diferencias entre izquierda y derecha, a saber: mientras los primeros acuden a discursos cargados de lógica racional para convencer a su electorado (y así llevaron a Gustavo Petro a la presidencia), en la extrema derecha son expertos en agitar las emociones de las masas para que “salgan a votar verracos”, como ocurrió, repito, en el plebiscito de marras.
El punto a donde quiero llegar es a que la ultraderecha lo está haciendo de nuevo, y en este gobierno no han sido capaces de percibirlo, del mismo modo que Santos tampoco avizoró que si desde una comunicación pedagógica no lograba convencer al país de la conveniencia de la paz en lugar de la guerra, estaría derrotado de antemano.
En el caso de Santos fue por descuido, por haber confiado en un incompetente como Camilo Granada, según cierta Columna para llorar sobre la leche derramada, donde el suscrito autor habló de “un gobierno al que se le intentó prestar una ayuda profesional, pero terminó estrellado contra su propia ineptitud en el manejo de las Comunicaciones”. (Ver columna).
En el caso de Petro no es descuido, sino soberbia. “No nos llamemos a engaño -dije en esa columna; lo que se viene es el estropicio más tenaz”. Y se vino, porque el sucesor de Santos fue Iván Duque. Y acudo a esa cita porque el actual presidente tampoco parece ser consciente del nuevo estropicio que le corre pierna arriba, ya no por descuido sino porque, imbuido en la convicción de que la oposición le está haciendo un golpe blando que incluye hasta matarlo, con su ánimo retador o provocador fortalece a una bestia que en asuntos de asestarle un asesinato moral a su oponente se las sabe todas. Y “las que no se sabe, las tiene anotadas”.
Basta ponerse en actitud de ver los toros desde la barrera para captar que una inteligencia emocional irreflexiva no es buena consejera. Se lo están diciendo a Petro voces muy cercanas, de su círculo interno, como Laura Sarabia: “Es una semana que debemos afrontar en reflexión y autocrítica”. O su ministro de la política, Luis Fernando Velasco, ante la marcha del 21: “pasar por encima del mensaje político sería una torpeza”. O el senador Iván Cepeda: “¿Por qué nos pusimos Pacto Histórico si no es para eso?”.
Si algo tiene la derecha que no tiene la izquierda, es que se sabe reinventar ante una derrota, son muy creativos. Esto se hizo notorio tanto en las elecciones regionales de octubre pasado, cuando lograron apoderarse de importantes alcaldías y gobernaciones (Antioquia, Atlántico, Valle, Santander, Bogotá, Medellín, Bucaramanga, etcétera), como en la multitudinaria marcha del pasado 21A. ¿Y cómo lo han hecho? No con propuestas racionales, no, sino con propaganda negra centrada en revolcar pasiones primitivas, por supuesto centradas en el odio.
Hablo de reinvención, sí, porque ante un hecho tan notorio como la pérdida de credibilidad de los políticos en general, con ‘nadadito’ de perro la caverna anda dedicada al adiestramiento o cebamiento de nuevos cuadros, pero ya no extraídos de las canteras de la politiquería tradicional, sino del periodismo.
No es mera coincidencia que la señora Vicky Dávila, directora de Semana (el más eficaz aparato de propaganda mediática que hoy tiene el uribismo) esté sonando como eventual candidata del Centro Democrático a la presidencia. Ni que directores de medios en serias dificultades financieras como Caracol y RCN, sendos Juan Roberto Vargas y José Manuel Acevedo, ahora ‘mojen’ tanta pantalla en extensas entrevistas a políticos de derecha, ni que un vulgar lamesuelas del poder como Luis Carlos Vélez en LA FM se dé el lujo de contestarle al presidente Petro con un editorial lacrimoso, ni que el otrora primer cuñado de la Nación, Néstor Morales, deje ver en Blu Radio con inusitada frecuencia su papel de activista del uribismo antes que de periodista.
Es cierto que en contraposición las huestes del progresismo cuentan con su propio combo de influenciadores (Wally, Lalis, Beto Coral, Levy Rincón, Alejandro Vergel, don Izquierdo, etcétera), pero estos solo actúan sobre redes sociales como X, Instagram o TikTok, mientras que el target group o grupo objetivo de los periodistas ya citados son las audiencias que a nivel nacional manejan esos poderosos medios, así estén trabajando hoy a pérdida porque la publicidad comercial emigró a otros frentes, los virtuales.
Puedo estar equivocado, pero parecería entonces que el papel cada vez más vistoso que están jugando los directores de esos medios (Dávila, Arango, Cepeda, Vélez, Morales, etcétera) no es gratuito ni parte de su oficio reporteril, sino producto de una muy hábil estrategia de mercadeo político que pretende posicionarlos a corto y mediano plazo en el ámbito electoral. Serían la nueva camada del neofascismo criollo, digamos.
Con base en todo lo anterior y frente a los retiros “espirituales” que tuvo el gobierno de Gustavo Petro el fin de semana en Paipa, traigo a colación la última columna de Enrique Santos Calderón para Los Danieles donde dice “es la oportunidad para corregir rumbos y redefinir estrategias, si prima el espíritu autocrítico que algunos de sus miembros expresan. O para endurecerse y seguir en lo mismo, lo que colocaría al país en una perspectiva de mayor polarización. Amanecerá y veremos”. (Ver columna).
Para decirlo a calzón quitao, si en 2018 fue Iván Duque el que remplazó a Santos, hoy debemos impedir que para 2026 se repita el mismo fenómeno con el sucesor de Petro.
Chao.