Por HUMBERTO TOBÓN
Casi todos los analistas económicos se han quedado celebrando el nivel de crecimiento obtenido por Colombia en 2021, que fue de los más altos del mundo. Sólo algunas voces llaman la atención sobre el índice de inflación, igualmente, uno de los más elevados del mundo y que tiene hoy a las familias escogiendo qué comer, porque los precios de los alimentos están por las nubes.
Quienes han ido a mercar a las tiendas de barrio o a los supermercados de cadena, encuentran que hay aumentos altísimos de los precios de la carne bovina, los huevos, los frijoles, las lentejas y el garbanzo. Ni se diga el costo que alcanzan el plátano, la papa, las legumbres y las frutas.
La carestía no sólo está golpeando los alimentos. También se ha trasladado a los medicamentos, los productos de aseo, las confecciones, los electrodomésticos y los útiles escolares. Y a pesar de la advertencia del gobierno, el valor de ciertos servicios se aumentó en el mismo nivel del salario mínimo y no de la inflación, por ejemplo, la administración de los conjuntos residenciales.
El incremento del salario mínimo en Colombia se perdió muy rápido, porque la inflación está castigando la estructura de costos de la mayor parte de los productos esenciales que consumen las familias.
La inflación es un fenómeno de escala mundial, que tiene contra la pared a las autoridades monetarias de países como Alemania, Reino Unido, India, Países Bajos, Sudáfrica y España, donde el indicador se movió en 2021 entre 5% y 7%. Además, hay casos como los de Estados Unidos, México, Rusia y Brasil donde el encarecimiento fluctuó entre 7% y 10% y les está generando una hecatombe política a los gobiernos.
Los problemas económicos de Colombia no se supeditan al movimiento ascendente de la inflación. También se debe poner especial atención al crecimiento de la economía en 2022 y 2023, que de acuerdo con las predicciones del Banco Mundial será de 4,1% y 3,5%, respectivamente.
A esto se agrega la preocupación por el comportamiento del desempleo en el país, que infortunadamente no tuvo en 2021 una correlación directa con el nivel de crecimiento económico, y sigue siendo bastante alto, afectando especialmente a las mujeres y a los jóvenes.
Otra variable que tiene en vilo al gobierno colombiano es el déficit externo, que se tenía proyectado en el marco fiscal de mediano plazo en 3,8% del PIB y terminó muy cercano al 6%, un hecho muy grave, en el que se combinan los buenos precios externos del petróleo y del café, con el alza de la deuda externa que ahora llega a casi US$170 mil millones, o sea, más de la mitad del PIB.
Y para finalizar, la devaluación del año pasado llegó al 16%, que ubica al peso colombiano como una de las monedas más depreciadas del mundo. En definitiva, hay que ponerle cuidado a la economía colombiana en 2022.
*Estos conceptos no comprometen a la RAP Eje Cafetero, de la que soy Subgerente de Planeación Regional.