Negociación con el ELN: una agenda etérea

Por GERMÁN AYALA OSORIO

La reinstalación de una mesa de diálogo y negociación política entre el ELN y el Estado colombiano abre la posibilidad- quizás sea la última- para poner fin al conflicto armado interno.

Si bien no se parte de cero, varios puntos de la agenda pactada con el gobierno de Juan Manuel Santos dejan dudas sobre el futuro de las conversaciones. Y se suma a esto lo expresado por alias Pablo Beltrán, quien señaló que el ELN no está buscando curules.

Si alcanzar representación política en el Congreso no constituye una aspiración para la dirigencia del ELN, entonces ¿a qué le apuestan las cabezas visibles del Comando Central (COCE) una vez se firme el deseado armisticio?

Lo dicho por Beltrán se conecta con la complejidad de la metodología planteada y con el primer punto de la agenda: Participación de la sociedad en la Construcción de la Paz. Si se compara con el mismo punto de la agenda de paz de La Habana, la discusión en torno a la concentración de la tierra en pocas manos no constituye una prioridad para los elenos, a pesar de la presencia de José Félix Lafaurie, terrateniente y presidente de Fedegán, actor político comprometido con el paramilitarismo, según lo denunciado por Benito Osorio, exgobernador de Córdoba. 

El enunciado mismo del primer punto deviene con un carácter incorpóreo que aumenta al leer lo que se considera que debe ser esa participación de la sociedad civil: “un ejercicio dinámico y activo, incluyente y pluralista, que permita construir una visión común de paz que propicie las transformaciones para la nación y las regiones”.

Más allá de la falta de precisión en varios puntos de esa agenda, lo que está en juego para los negociadores del ELN es demostrar si realmente tienen el control sobre los hombres y mujeres en armas. En la foto -de El País de España- el comandante Pablo Beltrán y el ganadero José Félix Lafaurie.

Suena a discurso retórico, ahí no se precisa qué agentes de la sociedad civil participarán de las discusiones. Lo que sí se advierte es la necesidad y el compromiso de que los problemas más sentidos, planteados por los aún no identificados agentes de la sociedad civil, sean resueltos a medida que avanza el proceso de negociación. ¿Qué pasará cuando entre los agentes de la sociedad civil aparezcan discrepancias en relación con la priorización de los problemas? ¿Qué pasará cuando los negociadores de este lado de la mesa (de la civilidad) siguiendo instrucciones del alto gobierno no compartan los temas priorizados y, lo que es peor, cuando se nieguen acciones conducentes a superar dichos problemas, por asuntos técnicos o presupuestales? ¿Buscarán la revolución por decreto? ¿Se levantarán de la mesa los elenos? Insisto en que ese primer punto aparece a simple vista con un carácter etéreo, que hace eventualmente posible considerar que la negociación misma no tiene un norte claro y definido.

El segundo punto, Democracia para la paz, es un poco más preciso que el primero, pues el objeto de la discusión está claramente identificado: “Revisión de los mecanismos de participación ciudadana y garantías para la manifestación y movilización pública, y tratamiento de conflictos”. ¿Qué pasará una vez se revisen los mecanismos? ¿Se incluirá dentro de la discusión, por ejemplo, el papel del ESMAD, en particular por la violación de los derechos humanos en el marco del pasado estallido social?

El tercer punto, llamado Transformaciones para la paz, apunta al diseño de propuestas, programas y planes con los que se pretenderá solucionar los problemas identificados por los agentes de la sociedad civil convocados para esos menesteres.

El cuarto punto, Víctimas, recogerá la experiencia del Sistema de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición creado en el marco del acuerdo final entre el Estado y las entonces Farc-Ep. Las experiencias de la JEP y de la Comisión de la Verdad serán claves en este punto.

El quinto punto, Fin del conflicto armado, apunta a la conversión del ELN en partido político, cese al fuego y la transición legal que ello supone. Y de acuerdo con lo expresado por Pablo Beltrán, la entrega de curules no es una prioridad, contrario a lo que sucedió con la negociación con las Farc-Ep, que se les otorgaron 10 curules. Y el sexto punto, llamado Implementación, se soporta en la construcción de un Plan General de Ejecución de los Acuerdos.

Más allá de la falta de precisión en varios puntos de esa agenda, lo que está en juego para los negociadores del ELN es demostrar si realmente tienen el control sobre los hombres y mujeres en armas. El sistema federado de esa estructura político-militar bien podría dar al traste con este nuevo intento de alcanzar la paz. Veremos si leen con inteligencia y con responsabilidad histórica este momento histórico por el que atraviesa el país, representado en la llegada al poder de un exguerrillero.

Los elenos han demostrado toda la capacidad para mantenerse vigentes en la guerra y por esa vía, ayudar a la legitimación del uribizado régimen de poder, al que jamás pudieron derrotar. Ahora les corresponde demostrar qué tan decididos están para aportar a la construcción de un mejor país, dejando las armas y aportando a la consolidación de la izquierda moderna, democrática, civilista y responsable que representa Gustavo Petro.

@germanayalaosor

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