Miseria cultural colombiana

Por PUNO ARDILA

¿Saben ustedes para qué sirve el Ministerio de Cultura? Sí, para eso; sí, para esas tres cosas que están pensando. Servía para algo cuando era Instituto Colombiano de Cultura; después lo “ascendieron” a ministerio, y hasta ahí llegó. ¿Y por qué? Porque los gobernantes no saben qué es “cultura”, y al decir “gobernantes”, entiéndase también al que ponen allí como ministro, que recibe esa cartera como un miserable premio de consolación: un gabinete sin presupuesto ni poder.

Es un crimen que encima de todo traigan esto de la “economía naranja”, a engañar al pueblo y sacarse la ya miserable cuota que el Gobierno le mete a la cultura.

Eso me recuerda la película “Protocolo”, cuya protagonista fue premiada con el cargo de jefe de protocolo por haber atravesado el cuatro-letras entre una bala y el presidente, con lo que salvó a este del atentado. Ella se puso feliz por el nombramiento, pero tuvo que ir a consultar en el diccionario qué carajos significaba esa palabra, ‘protocolo’. Así pasa cuando le dan el Ministerio de Cultura a estos, que consultan el significado de ‘cultura’, por ejemplo, desde la antropología, y se lo aprenden de memoria, por si algún periodista fisgón les pregunta si acaso saben en dónde están parados. Ellos no lo saben, pero recitan la definición: «Cultura es…»; «Protocolo es…».

Entonces, ni el Gobierno sabe qué es ‘cultura’, ni lo saben muchos medios ni tantos periodistas, que ponen a la cara más linda a hablar de modas, de reinados, de los Tigres del Norte, de Rock al Parque, de “economía naranja”, una vaina que se trajo el Duque, para quien la bandera de la música nacional la portan Maluma y Silvestre Dangond.

Es más, ni siquiera en la misma “Ley de Cultura” hay sobre el concepto claridad verdadera, y en ella —entre otras cosas— se plantea abierta y descaradamente beneficiar a la región Caribe, por encima de las demás, como si hasta en eso, en una ley, primara más la “gestión” de una cacica que la equidad para un pueblo.

Ah, y hablando de ‘pueblo’, tampoco el pueblo colombiano en general sabe de qué se trata eso de ‘cultura’: ¿modelos, reinas, pólvora, trago gratis, no eructar en público…? En fin… ¿Cómo puede tener cultura una nación que desconoce sus raíces, su historia, sus valores…? La gente en Colombia no sabe en dónde vive; no sabe de dónde viene; no sabe qué tiene. Para los colombianos, su directriz está trazada por líneas ideológicas extranjeras, principalmente norteamericanas, con traducción mexicana. En Colombia se desconoce por completo el entorno, sea artístico, natural, económico, político o social. Y, si no me creen, háganle preguntas elementales a un niño, a un muchacho, a cualquier persona que se encuentren por ahí. ¡Qué horror! ¡Qué decepción!

Pero volvamos al Ministerio, creado dizque para fomentar la cultura colombiana. Pues comencemos por repetir que allí se desconoce eso de ‘cultura’, y para tapar el hueco se ha intentado fomentar la idea de los espectáculos públicos, con favorecimiento especial por el Festival Vallenato y el proyecto de teatro de Fanny Mickey, que han recibido miles de millones cada año.  El cuncho restante se lo reparten con gotero a festivales acreditados y famosos en todo el país, que llevan la cruz de no ser encuentros de música vallenata.

Pongamos un caso. Un festival “peso pesado”, como Antioquia le Canta a Colombia, vale quinientos millones de pesos. El Ministerio, que le ha dado dos mil millones a cualquiera de los que mencioné atrás, le dice que para qué pide quinientos, si sabe que plata no hay, y que no pida los mismos ochenta del año pasado, por eso, porque plata no hay; que pida cincuenta, y termina dándole treinta y seis millones. Repito: el festival cuesta quinientos millones, y el Ministerio le da treinta y seis.

¿Y entonces dónde está la plata? Pues, ya dije: el Ministerio de Cultura no da votos, sencillamente porque la gente vinculada con lo cultural (que no con la farándula, hombre, que eso es otra cosa) tiene el fundamento y la facultad de pensar; así que esta cartera es la cenicienta del Gobierno nacional. Lo que hace, aparte de sus beneficiarios “naturales”, es repartir limosnas.

El Ministerio tiene para este año un presupuesto mayor, mientras que el Programa Nacional de Concertación, encargado de repartir la limosna para toda Colombia, niega cualquier recorte, pero no niega que este año, con menos dinero, la repartición para los gestores aumentó en 43 %. Las cifras son estas:

2019                95.402 millones

2020                81.804 millones

2021                56.386 millones

¿Recuerdan a Pacheco con el comercial de una lotería que año tras año decía «los mismos mil pesitos», «los mismos mil quinientos pesitos», «los mismos dos mil pesitos»? Así estamos con el ministerio de Cultura, pero de para abajo.

Para completar, además de seguir con la costumbre de poner de ministro a quien no sabe de cultura, y de colgarle pasarelas, coronas, pirotecnia y luces, deportes, turismo y cuanta pendejada se les ocurre, le colgaron otro componente: la “economía naranja”, una propuesta de industria del espectáculo sin relación verdadera con la cultura. “¿Cómo que no?”, dirá cualquiera. Pues no; precisamente porque han creído que ‘cultura’ es todo, y entonces lo que no saben dónde poner lo zampan allá.

Es un crimen que, encima de todo, traigan esto de la “economía naranja”, a engañar al pueblo y sacarse la ya miserable cuota que el Gobierno le mete a la cultura, que es lo verdaderamente importante: si el pueblo fuera culto, defendería su bandera y su patria, y pensaría… 

Ah, “el pueblo pensaría”… Como que se me ocurre sospechar cuál es el verdadero problema: la educación y la cultura son las claves, y el poder lo sabe.

(Ampliado de Vanguardia)

@PunoArdila

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