Los años del tropel: historias de la Colombia olvidada

Por YESS TEHERÁN

Hace un par de años estaba en casa de una amiga celebrando su cumpleaños con amigos y conocidos. La conversación giraba en torno a la poesía, pero se desplazó a temas políticos.

Uno de los asistentes dijo que en Colombia jamás había existido un personaje de derecha que moviera tantas pasiones como Álvaro Uribe Vélez, y remató diciendo que en la historia de este país él y sólo él había sido un verdadero político de extrema, que ha azuzado no sólo el incremento de movimientos al margen de la ley que han actuado paralelamente con las fuerzas armadas oficiales, sino que además era un líder carismático.

Creí de inmediato que estaba equivocado. Sin embargo, para no enraizarnos en una discusión que pudiera salirse de control y asumiendo que estábamos en un contexto de celebración, lo dejé pasar, como muchas veces se dejan ir contiendas que uno sabe inútiles.

Pero el asunto quedó rondando en mi cabeza y acudieron a mí ejemplos de líderes, tanto de derecha como de izquierda que han movido profundas pasiones en la historia de este país. Incluso, si sólo tuviésemos como punto de partida la promulgación de la Constitución de 1886 –vigente hasta 1991- podríamos señalar más de un político ‘célebre’ que cumple con los requisitos señalados por el contertulio de aquella noche.

Parte de la réplica hacia aquel contertulio llegó a mis manos en forma de libro: Los años del tropel, de Alfredo Molano, es un relato polifónico de los tiempos en que los conservadores y liberales intentaron exterminarse. Dividido en sendos capítulos, el autor nos presenta los testimonios de siete personas que vivieron en carne propia el conflicto bipartidista.

Uno de los aspectos a resaltar del libro es que Molano no se limita a darle voz a una sola parte del conflicto, sino que de forma magistral registra los testimonios de ambos bandos. Los relatos son expuestos al lector sin melodramas o exageraciones, más bien como la construcción cronológica de una época turbulenta, violenta, en la que los ríos se teñían de rojo.

Entre los relatos se halla la voz del ‘Chimbilá’, un genocida de liberales que azotó la cordillera de los Andes: contrario a la tendencia razonable de juzgarlo como asesino despiadado, Alfredo Molano nos muestra su lado humano, nos permite conocer al “monstruo que bebía la sangre de sus víctimas” y vemos al niño que soñaba ser como Sandokán, el Tigre de Malasia, víctima de abuso sexual en su adolescencia y su paso por Gorgona, la prisión más ominosa en la historiade Colombia.

También nos permite conocer a Ana Julia, la mujer que vivió los años del tropel por demasiado tiempo, más del que cualquiera pudiera soportar, en un éxodo interminable de pueblo en pueblo, perseguida, asediada, viendo morir a sus amigos, tratando de sobrevivir con sus hijos y perdiendo a su esposo, quien decide no aguantar más e irse a la resistencia armada; ella, como liberal, ve las atrocidades de que fue capaz “el Chimbilá” en contra de su gente, y de muchas de las matanzas ordenadas por el Cóndor.

Es decir, Alfredo Molano nos presenta siete relatos crudos, donde él no es quien decide atribuir el sustantivo de víctima o victimario, sino más bien le lega la tarea al lector para que se forme su propio criterio. En los testimonios se ve el surgimiento de movimientos de ambos bandos, matanzas, éxodos interminables de miles de familias en busca de un territorio en paz, personas que se aferran a su ideología, a su forma de ver el mundo, pero sólo desean un techo, comida y trabajar la tierra. También advertimos personajes que convencidos de una verdad inician cruzadas contra otros, a veces apoyados por políticos poderosos o por un partido, con la convicción de obrar por un bien común, o simplemente por el deseo de vivir en paz, cueste lo que cueste.

Estos relatos ponen en evidencia una parte de nuestra historia como país, esa de la que casi no nos cuentan, por lo cruel y abominable; a veces vivimos tan obnubilados por el exceso de presente, que no recordamos que ya hemos pasado por sombras de otros conflictos, de los cuales por fortuna ya hemos salido. Es inevitable tener esta ceguera selectiva en la que sólo creemos que los líderes de hoy afirmaron por primera vez que el agua moja, o pensemos que estamos enlodados en una sucesión de conflictos. Sin embargo, así como esos años del tropel, donde nos matábamos por ser liberales o conservadores acabaron, también es posible no perder la esperanza en una Colombia futura como territorio de paz.

@barcelonasilvo1

Sobre el autor o autora

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Social media & sharing icons powered by UltimatelySocial