Por PAME ROSALES
Bastaría con decir Sophia Loren. Pero no, encima está ‘La vida por delante’ (o ‘La vida ante sí’), el reciente lanzamiento de Netflix, que es más que eso: es además una fotografía luminosa, de mañanas radiantes y coloridas, y de atardeceres de estampas impresionistas con el resplandeciente crepúsculo del Adriático como telón de fondo.
Es la vida cotidiana del sur pobre de Italia, bullendo sobre el mismo escenario donde lo ha hecho durante siglos y siglos de intercambios comerciales entre los pueblos sucesivos de la gran piscina del Mediterráneo: el mercado público.
Es la región de Apulia, cuyo milenario crisol de razas queda patente en la cinta: un transexual español, un comerciante iraní musulmán, un niño indio, un huérfano senegalés… Y Madame Rosa, una prostituta retirada judía: Sophia Loren. Sophia Loren, quien tendría que haber sido puta en una vida anterior, no por la suficiencia con la que se mueve en el plató, porque no hay plató que valga para una actriz monumental con toda esa vida por detrás, sino porque cuando la ves allí reprendiendo o alimentando a los niños a su cargo piensas que así, tal cual, tendría que ser su vida vida real de abuela estéril criadora de nietos ajenos: no de otra forma se explica la naturalidad con que lo hace.
Así, tal cual, en esta película toca temas como la problemática de los inmigrantes, sí, pero también -o sobre todo- sobre el milagro de las relaciones humanas. Acerca de esos lazos invisibles que no necesitan de años o de meses para formarse tan o más fuertes que guayas de buque, sino a los que sólo les bastan semanas, o incluso pocos días (a veces es cuestión de horas, o de un solo instante mágico y tierno) para atar para siempre a dos personas entre sí.
Es también un guion sencillo, sin estridencias. Pero, como todos sabemos, a veces la gracia no está en qué se cuenta, sino en cómo se cuenta. Y esto es cine, señores. Lo sabe especialmente Eduardo Ponti, quien además de ser el director es el hijo de Sophia Loren, el mismo que la convenció de que nos volviera a deslumbrar después de una década de ausencia con su belleza y con su porte sobrenaturales, a sus juveniles y hermosos 86 años.
Llega el final, cuando aparecen los créditos y crees todo terminó como se sabía que iba a terminar, y entonces surge de quién sabe cuál recóndita entraña del centro de la tierra la prodigiosa voz de Laura Pausini cantando ‘Io si’, cuyas letra y música de alguna manera misteriosa capturan el espíritu de la obra.
Es también Sophia Loren. Pero ya eso lo dije, ¿cierto? Sí, desde luego: cuatro o cinco veces a lo largo del artículo. Sin embargo tendría que decirlo un millón de veces más.
Y aún así, me quedaría corto.