Y tú… ¿confías en la medicina?

Por JORGE SENIOR

¿Quién será el personaje del año en Colombia o en el mundo?  Sin duda, tales escogencias van a girar alrededor de una emergencia mundial sanitaria que deja ya más de un millón de muertos y ha afectado la vida de la humanidad, desde los grandes centros urbanos hasta las remotas selvas.  Pero el novel coronavirus no es un personaje, y tampoco lo son sus manifestaciones clínicas empaquetadas bajo el nombre de Covid-19. 

La revista Time tiene abierto un sondeo para que la gente vote.  Estoy de acuerdo con una corriente de opinión que propone como personaje del año al personal sanitario, los profesionales de la salud.  Sería una buena escogencia, a nivel mundial y nacional.  La medicina ha estado en el ojo del huracán.  Médicos y paramédicos han sido comparados con los soldados del frente de batalla en aquellos tiempos cuando se glorificaba la guerra como escenario para el heroísmo.  En efecto, han asumido un alto riesgo y han pagado una elevada cuota de fallecidos.

Vale preguntarse entonces si la pandemia ha cambiado la imagen de la medicina. ¿Confiamos en ella ahora más que antes? ¿O menos?  Dice el adagio que cada quien habla de la fiesta según como le haya ido en ella.  Todos tenemos diversas anécdotas, buenas y malas, sobre episodios de enfermedad y atención médica recibida en nuestro círculo cercano de familiares y amistades o en carne propia.  La imagen de la medicina se forja principalmente en la atención al enfermo, la medicina curativa.  Ese es un error común que cometen hasta los propios médicos y las facultades de medicina.  La concepción de la medicina preventiva y la actuación sobre los determinantes sociales, culturales y ambientales tiende a ser considerada en segundo o tercer plano en países como Colombia.  El otro error, aún más grave, es que generalmente evaluamos la medicina a partir del servicio que presta el sistema de salud.

Los sistemas de salud pueden funcionar con base en tres lógicas: mercantil, burocrática y/o humanista.

Invito al lector a distinguir tres aspectos a la hora de evaluar la medicina y justificar nuestra poca o mucha confianza en ella.  Son los siguientes: el sistema de salud, el sistema educativo y el conocimiento científico – tecnológico. Veamos cada uno brevemente.

Los sistemas de salud pueden funcionar con base en tres lógicas: mercantil, burocrática y/o humanista.  En tiempos del Seguro Social imperaba la lógica burocrática con su impronta de corrupción y sindicalismo sin compromiso social.  Los vientos neoliberales que soplaron a partir del Consenso de Washington impusieron el predominio de una lógica mercantil con el viejo truco de que si lo público es corrupto, la solución es privatizar.  Lo que no se dice es que corrupción y privatización obedecen a la misma lógica: imponer el interés particular sobre el interés general o bien común.  En cuanto a la visión humanista siempre ha estado ausente o minimizada por el tipo de sistema político clientelar que tenemos y es tildada de utópica.  Y nosotros nos tragamos el cuento.

La Ley 100 de 1993 permitió aumentar la cobertura, pero conllevó a múltiples perjuicios, siendo el principal de ellos la intermediación de las EPS.  Más de un cuarto de siglo después estamos en mora de eliminar esta intermediación (¡y ni hablar del sistema de pensiones!).  La judicialización de la salud mediante el recurso de tutela es la prueba fehaciente del fracaso del sistema.  Otro tema álgido de la problemática de salud a nivel mundial es el rol de la industria farmacéutica. Ese asunto de la Big Pharma hay que tocarlo en otra columna.  El punto clave ahora es que el sistema de salud actual en Colombia convierte al paciente en un cliente en un contexto de deshumanización.  Gran parte de la mala imagen que pueda tener la medicina responde a este hecho político.  Es político porque emana de una política pública y de una legislación dictada por la clase política. Esto significa que su solución también ha de ser política, en el mejor sentido, expresada en la conciencia de los votantes.

El sistema educativo también está involucrado en la percepción que tenemos de la medicina, pues allí se forman los profesionales de la salud.  La masificación de la educación ha conllevado un desmejoramiento de la calidad debido a un descenso en los niveles de exigencia.  En Colombia se caen los puentes, las hidroeléctricas, los edificios. Eso pasa en la ingeniería y podemos imaginar que en medicina sucede algo similar con consecuencias eventualmente mortales.  En tales fiascos hay responsabilidad del sistema educativo en la medida en que la formación ética, así como el conocimiento científico – tecnológico que se imparte, sea deficiente.  La conversación pública en redes durante la pandemia ha puesto en evidencia las fallas en formación epistemológica y metodológica en muchos médicos.  El auge de la pseudociencia, muchas veces avalada por profesionales de la salud, es otra muestra de las fallas del sistema educativo.  El caso de la ministra de ciencias nombrada por Duque, que discutimos en columnas de enero, es otro ejemplo al más alto nivel y de nada sirvieron los numerosos pronunciamientos de las asociaciones médicas.

Finalmente está el aspecto del conocimiento médico basado en la evidencia.  Los logros de la medicina científica en su corta vida de poco más de un siglo han sido gigantescos, maravillosos.  Desafortunadamente, muchas personas al evaluar la medicina confunden los problemas que expusimos sobre los sistemas de salud y educación, que se reflejan en la actuación médica concreta que vivencian los pacientes, con los fundamentos teóricos de la disciplina y entonces vuelcan sus esperanzas hacia las pseudociencias o le dan credibilidad a pseudoteorías conspiranoicas.  El gran negocio de las peligrosas medicinas no científicas aprovecha al máximo la insatisfacción de la ciudadanía generada por las falencias de los sistemas de salud y educación. Es una desesperada y dañina “solución”. 

La auténtica solución está en una transformación política que permita construir un sistema de salud bajo una lógica humanista y un sistema educativo donde la calidad sea algo más que un discurso y se fundamente en el rigor científico y la alta exigencia e intensidad del estudio.     

@jsenior2020

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