La corrupción es estructural

Por JORGE SENIOR

Tengo un amigo alemán cuyo automóvil sufre terriblemente. Al manejar por las calles llenas de huecos de Barranquilla -que ya no es La Arenosa– él mantiene su carril y va cogiendo todos los huecos que se le atraviesan. Cuando le pregunto por qué no evita los huecos, me brinda una respuesta teutónica: “porque ese hueco no debería estar ahí”. Él mantiene siempre su carril, va derecho, como debe ser la regla. Nosotros, conductores tropicales, vamos esquivando huecos, que nuestro cerebro memoriza automáticamente, y no les paramos bolas a los carriles, cambiamos de uno a otro o nos movemos sobre las líneas de separación.

Por eso nunca habrá un Kant colombiano. Pero sí tenemos a un García Márquez con imaginación desbordante. Y lo vemos hasta en el fútbol, cuando en sus mejores momentos la Selección Colombia ha encontrado su identidad que contrasta con la maquinaria de una selección alemana.

Según la psicología popular, mi amigo germánico es un “psicorrígido”, pero no hay tal. Es un asunto sociocultural, propio de su país de origen, más que de psicología individual. Los colombianos, en cambio, somos adaptables como un líquido, nos acomodamos a las circunstancias sin importar cuantas reglas rompamos. Lo importante es no ser pillado. Llevamos en nosotros la herencia española del “se obedece pero no se cumple”. Así sobrevivimos, sobrellevando los avatares del entorno, lo cual resulta eficaz en el corto plazo, pero no nos damos cuenta de que pagamos un alto costo en el largo plazo: generamos con nuestro comportamiento una sociedad caótica, ineficiente, oportunista, que ha hecho de la corrupción su esencia.

La corrupción es prácticamente inderrotable en Colombia, y prefiero no generalizar a otros países, porque es estructural, la hemos incorporado subrepticiamente a la institucionalidad, la hemos normalizado en la cultura del diario vivir. Hemos convertido a la corrupción en un engranaje clave en la reproducción del sistema social desde arriba hasta abajo. Sin corrupción, el país no funciona. Es así desde la época colonial. La herencia española no es sólo cultural, como mencionamos en el párrafo anterior, sino que está inscrita en el modelo económico premoderno en la forma del rentismo que atraviesa todos los sectores de la sociedad.

En Colombia la corrupción es estructural porque es omnipresente y reproductiva. Está en todas partes, incluso en las instancias creadas dizque para combatirla. La corrupción está en la contraloría, en la procuraduría, en la fiscalía y en todas las ‘ías’. Está en la policía, en las fuerzas militares, en el Inpec y en un montón de entes inventados supuestamente para la seguridad y la inteligencia contra el delito. La corrupción está enquistada en la médula del sistema electoral y en los partidos políticos, que se suponen serían las herramientas democráticas para derrotarla en las urnas. Ese cáncer ha hecho metástasis y se ha irrigado en todas las ramas del poder: en el legislativo, desde luego, en la burocracia del ejecutivo y en el sistema judicial. Ha llegado hasta las Cortes que otrora fueron baluarte de la democracia.

Pero está por igual en el sector privado, en el poder económico que se impone sobre el poder político, que legisla para sus intereses, que evade impuestos o soborna para conseguir exenciones. Está en la cartelización de sectores económicos oligopólicos, navega en el tráfico de influencias y en el manejo de información privilegiada. Está en los bufetes y en las oficinas jurídicas de las empresas, en los departamentos de compra y desde luego en los departamentos de contabilidad. Está en la contratocracia, que maneja con increíble eficacia la sinergia entre la ingeniería y la abogacía, y se imbrica con las empresas electorales de los políticos que habitan en esos cascarones avaleros que son los partidos. Y está en las universidades, privadas o públicas, donde se forman los profesionales mentalizados para la corrupción por parte de profesores que trepan por los escalafones mediante “trucos” que magnifican sus supuestas producciones intelectuales que nadie lee.

Desde Hernando Gómez Buendía (ver reseña de su obra más importante) hasta Gustavo Petro Urrego han diagnosticado este tipo de semicapitalismo deformado que predomina en Colombia, señalando aspectos del propio diseño institucional que están hechos a la medida de la corrupción. Un ejemplo evidente es el sistema de salud y específicamente las EPS, epicentro del gran negocio de la corrupción. Basta ver la historia de ese sistema durante los últimos 30 años para reconocer una trayectoria de desfalcos, desvíos de dineros, carruseles de medicamentos, integraciones verticales que permiten los sobrecostos y aniquilan la libre competencia. Todo ello estaba implícito desde 1993 en el diseño del sistema.

¿Cuántos muertos, cuánto sufrimiento ha conllevado ese sistema perverso? Pero el colombiano es conformista, aguanta todo, porque no conoce otro modelo, y su cultura política lo lleva a depositar la esperanza, en el mejor de los casos, en apuestas mesiánicas. De ahí que el Cambio fuese derrotado en marzo de 2022. Ahora a la agenda reformista del gobierno del Cambio le toca vivir su viacrucis en el Congreso de la República, el palacio supremo de la politiquería y el clientelismo. Precisamente un ejemplo cruel de lo estructural de la corrupción es cómo la miseria del pueblo, el asistencialismo que lo palia, la compraventa de votos, la contratocracia y el clientelismo, forman un entramado que se reproduce a sí mismo, de ahí que no haya renovación plena en el parlamento ni en concejos o asambleas. El clientelismo vive de la miseria.

¿Soluciones? No hay fórmula mágica. Referendos anticorrupción, como el que impulsó Claudia López, son saludos a la bandera que apenas sirven para hacer protagonismo. Recordamos con sorna la inmortal frase de Turbay: “hay que reducir la corrupción a sus justas proporciones”, pero podemos aceptarla si “la justa proporción” es cero. Eso sólo será posible con un cuádruple cambio: en la cultura ciudadana, en el diseño institucional, en la situación de miseria de los de abajo y en la impunidad de los corruptos de arriba.

@jsenior2020

Blog

Sobre el autor o autora

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Social media & sharing icons powered by UltimatelySocial