Gustavo Petro y los lectores envenenados

Por JORGE SENIOR

A diferencia del buen lector, al lector envenenado no le interesa entender lo que el otro quiere decir, sólo le interesa confirmar sus prejuicios Ad Hominem, según la imagen que ha construido del otro. Sin hacer el menor esfuerzo por pensar críticamente, el lector envenenado sucumbe fácilmente ante el sesgo de confirmación.  El interés del lector envenenado no es comprender, sino atacar.  Entre opciones interpretativas no escoge la más probable o la que tiene más sentido, sino la que resulta más acorde a sus prejuicios e intereses.

En las redes sociales pululan los lectores envenenados, siempre a la caza de cualquier oportunidad de atacar a alguien, con razón o sin ella.  Cuando se trata de política este fenómeno alcanza mayores alturas, aunque quizás deberíamos hablar de bajezas. La política colombiana está llena de pasiones negativas, como bien lo sabe el uribismo que en forma astuta ha utilizado el miedo, la rabia y el odio para ganar elecciones.  Recordemos la famosa frase de Juan Carlos Vélez Uribe, gerente de la campaña del No en el plebiscito de 2016: “Estábamos buscando que la gente saliera a votar verraca”.  Ante tal confesión no se hizo esperar el regaño de Álvaro Uribe Vélez con otra de sus frases famosas: “hacen daño los compañeros que no cuidan las comunicaciones”.

Pero en las redes sociales el fenómeno de la lectura sesgada y los linchamientos pasionales no es exclusivo del uribismo.  Lo vemos en las distintas caudas del espectro político desde la extrema derecha hasta la izquierda (no digo “extrema izquierda” porque en nuestro país es marginal y nunca participa en elecciones).  Y desde luego ese furor también se manifiesta en los que se autodenominan de “centro” y posan de moderados o en periodistas que dizque son neutrales. Algunos extremistas cultivan el odio por partida doble: son antiuribistas y antipetristas y disparan enceguecidos de furia en ambas direcciones.  Podríamos llamarlos de “extremo centro”.

“Algunos extremistas cultivan el odio por partida doble: son antiuribistas y antipetristas y disparan enceguecidos de furia en ambas direcciones.  Podríamos llamarlos de “extremo centro”.

En este punto vale acotar que el “centro” no es una posición política, eso no existe, no hay ideología de centro ni programas políticos de centro.  Lo que sucede es que la palabra “centro” se utiliza como prefijo para diferenciar sectores más o menos moderados dentro de la izquierda o la derecha. Algunos partidos, como Alianza Verde, padecen una especie de esquizofrenia porque tienen en su seno tanto centroizquierda como centroderecha; de ahí sus fracturas internas y sus inconsecuencias o contradicciones.  Y sobra decir que el “Centro Democrático” está bien lejos del centro del espectro, pues es un extremismo de derecha.  El sociólogo canadiense Alain Deneault en el epílogo de su recomendable libro Mediocracia caracteriza “las políticas del extremo centro” en Norteamérica y Europa. Le apuesto a aplicar el concepto a Colombia, pues nuestra centroderecha exhibe en la redes las mismas furias y odios de cualquier extremismo.

Un ejemplo lo acabamos de vivir el pasado fin de semana.  Todo empezó con un trino del joven director de Impacto TIC, llamado Mauricio Jaramillo, donde rescata un trino de Gustavo Petro en 2010 “defendiendo el voto en blanco de quienes dicen que es antidemocrático” (palabras de Jaramillo). En efecto, en el trino del 20 de junio de 2010, en plena segunda vuelta de elecciones presidenciales, Petro le replica a alguien: “¿desde cuándo el voto en blanco es antidemocrático? Así comenzó la lucha en Valledupar y Santa Marta contra el paramilitarismo”.  Es decir, Petro hace referencia a las candidaturas únicas ligadas al paramilitarismo que hubo en las elecciones a Gobernación en 2003 en los departamentos de Cesar y Magdalena, una coyuntura que el pueblo enfrentó usando masivamente el voto en blanco. 

En respuesta a Jaramillo, Petro le dice “Mauricio, ponte en contexto”, y aludiendo al trino citado le agrega con ligereza y mala redacción: “Defendí el voto en blanco en contra de los candidatos únicos del paramilitarismo en 2010”. Y luego continúa con el voto en blanco en 2018 y una invitación a sumarse al Pacto Histórico.

Lectores envenenados como Daniel Samper Ospina y Alejandro Santos de inmediato se lanzaron cual furiosa jauría y armaron un revuelo histérico con una interpretación absurda que sólo se le ocurre a una mente exaltada y enceguecida por el odio. Según ellos, Petro estaba señalando a Mockus y a Santos de… ¡ser paramilitares!  Algo tan loco que no tiene pies ni cabeza para quien conozca la historia política reciente de este país y la trayectoria de varias décadas del senador Petro, quien en tres ocasiones ha votado por Mockus y una por Santos.  El senador que hizo los más grandes debates contra la parapolítica, de repente es acusado de decir algo que jamás dijo en esos históricos debates ni en los años posteriores. Se entiende que un chico de 20 años no conozca la historia y se equivoque, pero… ¿Daniel Samper Ospina y Alejandro Santos? ¡Por favor!

El “extremo centro” peló el cobre.  Dieron evidencia de cómo el fanatismo venenoso y el odio sectario les obnubila la razón, los enceguece y los lleva a botar fuego por esa plataforma salvaje que es Twitter.  Como bien dijo Alfonso Prada: “Estoy sorprendido de ver cómo tergiversan sin rubor un texto que al leerse bien y contextualizar, se comprende fácilmente. Nadie le dijo a Antanas Mockus paraco.  No lo es y nadie se lo ha dicho!! Ni a Santos tampoco!!”.

No obstante, hay que criticar a Petro por la ligereza con que trina, en muchas ocasiones con una redacción descuidada.  Es evidente que no se toma el tiempo necesario para una revisión rigurosa.  No es la primera vez que arma un lío o se mete un autogol por un trino mal escrito o poco sopesado. Que recuerde la lección: “hacen daño los compañeros que no cuidan las comunicaciones”.

@jsenior2020

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