Por Germán Ayala Osorio
El proyecto de reforma a la salud liderado por la ministra Carolina Corcho sufrirá ajustes, a lo mejor sustanciales, porque así lo decidieron el expresidente César Gaviria Trujillo, Dilian Francisca Toro y Efraín Cepeda. En su orden representan al insepulto Partido Liberal, a La U y al moribundo Partido Conservador. Es decir, una parte del viejo régimen, ejerciendo el poder que les otorgan los años en los que lograron, de la mano de sus colectividades, apropiarse del Estado para privatizarlo y ponerlo al servicio del sistema financiero y de los “cacaos” a los que les deben su vigencia política.
Las discusiones en el Congreso terminarán en ajustes cosméticos al sistema de salud y por esa vía se concretará, para complacencia del viejo régimen, un incumplimiento forzado de lo prometido en campaña por Gustavo Petro.
Aquí lo que debe estar en discusión es la legitimidad social y política de los tres jinetes que el régimen mandó a torpedear el proyecto del gobierno. Hay que decir que la legitimidad política de César Gaviria, un consumado neoliberal, de la astuta Dilian Francisca Toro y del obsecuente Cepeda, está fundada en la que les emanan los gremios económicos que los respaldan y para los que trabajan. Esa legitimidad se valida gracias a los medios masivos y a los congresistas que de manera sumisa les otorgan a los tres un reconocimiento y liderazgo a todas luces forzados. Y deviene con esas características porque ninguno de los tres ha demostrado una inteligencia superior que le permitan erigirse como un verdadero líder capaz de orientar al país por los senderos republicanos.
No. Por el contrario, Gaviria, Toro y Cepeda representan el pasado, el atraso y la negación del buen vivir. Son los jinetes de agentes económicos de la sociedad civil que se impusieron para que cabalguen sobre el ignominioso régimen con el que banqueros y empresarios logran aún y por encima de la voluntad del actual presidente de la República, y así imponer al resto de los colombianos su perversa concepción del Estado y de lo público. Todos juntos son responsables de haber convertido al país en un platanal con bandera.
Frente a la legitimidad social hay que señalar que esta es casi nula, salvo por las clientelas que hayan logrado consolidar en sus largas carreras políticas, ancoradas en el sempiterno clientelismo. La presencia de estos tres se explica por la crisis de los partidos políticos y de la política. En reciente columna, Álvaro Forero Tascón señaló, a propósito de la “personalización de la política”, que este fenómeno en Colombia es “muy profundo y viene desde hace muchos años. No solo contribuyó al clientelismo de los barones y clanes electorales, sino al populismo caudillista desde Álvaro Uribe…”.
La crisis de los partidos políticos y de la política, por cuenta del ethos mafioso que se entronizó en la sociedad, hace posible ese tipo de transacciones entre políticos privilegiados a los que poco o nada les importa la suerte de sus connacionales. Razón tienen en oponerse al monopolio estatal para la prestación de los servicios de salud, porque ellos saben que el clientelismo y la corrupción acabaron con el anterior modelo de aseguramiento social (el antiguo ISS). Como son conscientes de la avaricia y de los alcances de la clase política a la que ellos mismos pertenecen, entonces prefieren el modelo mixto, insistiendo en la narrativa que señala que lo privado es impoluto. No podemos olvidar lo que hizo Carlos Palacino con SaludCoop.
La crisis de la política y la de los partidos políticos continuará no solo porque el ethos mafioso se entronizó en la clase empresarial, política y en casi todos los estamentos de la sociedad, sino porque ladinos personajes como Gaviria, Toro y Cepeda aportan al empobrecimiento de lo público, esto es, lo que nos interesa a todos.
@germanayalaosor
Foto de portada, tomada de revista Cambio.
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