¿Fracasará la Paz Total?

Por HORACIO DUQUE

El lamentable hecho de violencia ocurrido la semana pasada en El Carmen (Norte de Santander) donde perecieron 9 soldados como consecuencia de una acción militar ofensiva del Eln, de acuerdo con su principal dirigente, Antonio García, fue la respuesta a ataques perpetrados por el Ejército y la Policía en diferentes sitios del territorio nacional, los cuales el líder guerrillero relaciona así en su cuenta de Twitter: “El 28 de enero, en Antioquia, fue asesinado en estado de indefensión el Primer Mando del Frente José Antonio Galán; el 28 de enero en área rural de Buenaventura murieron 12 compañeros, de los cuales 7 fueron capturados y ejecutados en estado de indefensión; el 19 de marzo fue asaltada y bombardeada la Compañía Pomares del FGO, en Tame, Arauca, dicho ataque fue realizado con 5 helicópteros, 4 aviones supertucanos y 2 aviones Kafir; tuvimos 2 muertos y un herido, las tropas gubernamentales se llevaron 3 helicópteros averiados; ha colocado la estrategia de Paz total y las negociaciones con los elenos en una situación parecida a una crisis con el riesgo de derivar en un fracaso de dicho proyecto gubernamental, que ha sido acogido por la organización guerrillera y otros actores insurgentes desde finales del año anterior”.

No creo que el mal momento desatado por los hechos referidos deba cerrarse con la prematura bancarrota de la Paz Total. Igual ocurrió en la Mesa de diálogos de la Habana entre un sector de las Farc y el gobierno de Juan Manuel Santos (2016), cuando se suscitó una crisis por las acciones armadas de los bandos enfrentados, como fue el caso de doce militares muertos en el Cauca, que provocó como respuesta la reactivación de los bombardeos de la FAC y la muerte de treinta guerrilleros asesinados en Guapi. Pese a tal crisis  el proceso siguió, y en esa misma cadena hay que recordar que recién despegaban las negociaciones con las Farc todavía en los pasos reservados preliminares, el gobierno de Santos asesinó al Mono Jojoy y a Alfonso Cano. Este último era el más importante dirigente de las Farc, no obstante la negociación siguió adelante y terminó con un Acuerdo, que en últimas no fue el mejor para el país.

Todo lo anterior bien puede explicarse por la ausencia de un Cese bilateral del fuego y por el desconocimiento del fenómeno de las hostilidades, que han sido la base del pilar financiero de las guerrillas en cualquier conflicto armado.

Pero si bien no estamos delante de un fracaso inminente de la Paz total hay que admitir que la misma atraviesa por una crisis con distintas facetas.

Primera faceta

La misma está relacionada con el desconocimiento -por parte del sector gubernamental- de la coyuntura histórica que atraviesa el país, caracterizada por un proceso de transición social y política hacia un modelo post neoliberal que trasciende el régimen neoliberal uribista paramilitar hegemónico durante las últimas dos décadas, el cual fue derrotado por la revuelta popular de abril del 2021 y con el triunfo electoral del presidente Gustavo Petro como representante del Pacto Histórico. Omitir tal hecho limita la capacidad -epistemológica- de los negociadores del gobierno en la Mesa con el Eln, pues siguen atrapados en las lógicas teóricas de la paz neoliberal del santismo (Prada) y en los lenguajes contrainsurgentes del uribismo (Lafaurie); lo que se refleja en las conminaciones, órdenes y emplazamientos, un tanto delirantes, planteados por el ministro del Interior en reuniones de días recientes, que más parecen un anuncio del cierre de las conversaciones y un llamado a la guerra generalizada (Ver noticia). En la actual crisis, por momentos parece imponerse en la delegación oficial la obsoleta narrativa del enemigo interno, de la lucha contra el terrorismo y la derrota del comunista invasor.

Segunda faceta

Esta tiene que ver con un desconocimiento gubernamental de las claves del actual conflicto social y armado colombiano. A mi juicio no hay una rigurosa caracterización del ciclo actual -el tercero- de la violencia en nuestro país. Ahora bien, el presidente Petro en una reciente intervención en Cartagena ante los alcaldes presentó una lectura apropiada de la naturaleza del conflicto y la solución adecuada del mismo. Allí, afirmó que “en el tema de la paz, si es un tema absolutamente claro, el hecho de que realmente la paz en Colombia es una paz territorial, acostumbrados a las grandes narrativas nacionales, alrededor del tema de la paz y de la guerra, hemos olvidado que la verdadera paz total se construye es en los territorios”.

En ese sentido precisó que hay ciertas zonas del país donde la superación de la violencia es más fácil que en otras. “Lo que existe es una conflictividad territorial, unas economías ilegales que dan sustento a la violencia territorial, muy concretas, muy específicas, que para poderlas abordar necesitan de una mirada indudablemente territorial”, subrayó Gustavo Petro.

Por esta razón el jefe de Estado, en el encuentro con los mandatarios nacionales, puntualizó que “la ignorancia sobre el territorio de las estructuras políticas nacionales del Estado no se puede mitigar, sin la mirada territorial, bastante profunda, que en general tienen los mandatarios locales y las instancias ciudadanas locales.” (Ver noticia).

Otro acierto del presidente Gustavo Petro es su posición “revisionista” frente al Acuerdo de paz firmado por Santos con Timochenko en 2016, -rechazado en el plebiscito de ese mismo año- propiciando el regreso del uribismo al poder en cabeza de Iván Duque (2018-2022), quien literalmente hizo trizas la paz mediante su bloqueo y la apropiación (mediante actos corruptos) de los dineros apropiados para su implementación. Petro ha dicho que tal Pacto no hizo las previsiones correctas para su aplicación cayendo en el romanticismo y la ineficacia; lo que no quiere decir que se le deba ignorar ahora, pero descartando la idea santista de su regreso hegemónico para incrustarlo -burocrática y presupuestalmente- en el modelo de Paz total, con el riesgo de envenenarlo y contaminarlo con la visión neoliberal y neocolonial del Acuerdo con Timochenko y su grupo. Designar un Alto consejero santista (Villegas, el cuñado, Naranjo, Jaramillo o Cristo) para implementar la paz neoliberal del Teatro Colón conlleva grandes riesgos y puede activar un corto circuito que pone en riesgo la actual estrategia de paz post neoliberal del gobierno del Pacto histórico. 

Por la presencia del presidente Petro en Mesetas -en diálogo con excombatientes de las Farc del ETCR Mariana Páez-, y por su “ausencia” en Cartagena en la reunión con Santos y su equipo de las “líneas rojas” neoliberales (De la Calle, Roy, Jaramillo, Naranjo y otros), es claro que descarta el hibrido para la paz que se ha propuesto. Creo que es lo mejor.

Evitar el fracaso de la Paz total implica profundizar en una nueva narrativa conceptual y analítica en la que se exploren otros paradigmas relacionados con la paz territorial y local, en la que se reconceptualice la seguridad humana (con reformas a fondo del dispositivo militar estatal, para eliminar el Esmad y cambiar la Policía), se establezca la justicia social, se construya la democracia social soberana y se garantice la protección de los recursos ambientales. Que son puntos incluidos en la agenda de negociaciones pactada con el Eln en México, que se ha previsto debe apoyarse en una gran alianza política y social.

Tercera faceta

Tiene que ver con el débil diseño institucional de la Paz total; ciertamente el Alto Comisionado de Paz, Danilo Rueda, ha hecho de buena fe y gran voluntad su tarea, pero por momentos parece estar desbordado por el nuevo modelo que en gran medida quedo plasmado en la Ley 2272 del 2022. Son muchos frentes y la envergadura del cometido demanda un equipo más fuerte y complejo con delegados regionales para la paz. Demanda un timonazo inmediato sin perder el hilo de lo avanzado. Por supuesto, estos vacíos institucionales no se solventan con el nombramiento de un Alto consejero santista de paz, que afectaría lo avanzado en estos primeros siete meses de gobierno.

La paz total con el Eln pasa por un momento oscuro y cancelar la Mesa no es la mejor salida; tal vez lo recomendable seria hacer una pausa para que las partes retomen el siguiente ciclo de la Habana a la vuelta de unos 90 días, después de que se hagan las reflexiones y análisis correspondientes, lo que no debe implicar suspender los contactos y diálogos necesarios.

Entretanto, el gobierno debe avanzar en los otros frentes de su estrategia para organizar la Mesa de conversaciones con la Segunda Marquetalia, con los Urabeños y las Autodefensas de la Sierra Nevada, en el marco de lo que se establezca como ley de sometimiento y de las recomendaciones de la Comisión encargada de caracterizar los actores del conflicto social y armado.

@HoracioDuque8

Foto de portada, tomada de Revista Cambio

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