Exguerrilleros a filas castrenses: ¿sí o no?

Por GERMÁN AYALA OSORIO

Ahora que el gobierno de Gustavo Petro anda empeñado en lograr la maximalista y compleja Paz Total, es tiempo de pensar en caminos si se quiere poco ortodoxos, pero que bajo la sombrilla de la reconciliación nacional puedan ser aplicados a los excombatientes de las disidencias de las Farc-Ep o a integrantes de otros grupos al margen de la ley. Al final, esos caminos harán parte de las fórmulas de reconciliación y perdón que siempre se proponen en las negociaciones de paz.

Los procesos de paz con las guerrillas suelen sostenerse en un carácter jurídico-político que impide explorar caminos heterodoxos para aquellos combatientes que sólo saben disparar un fusil o vivir bajo las dinámicas castrenses. Bajo ese perfil debe subsistir una buena parte de los miembros de esas estructuras armadas, a las que poco o nada les interesa hacer parte del partido político que se creará una vez sean reincorporados a la vida social y política del país, o hacer parte del Congreso gracias a las curules ofrecidas por el Estado como parte de la negociación. Y mucho menos les apetece terminar sirviendo de escoltas en la Unidad Nacional de Protección (UNP).

A esos combatientes el ejercicio de la política poco les llama la atención, por cuanto el sentido de sus vidas está atado a portar un uniforme, hacer gala del poder que les da exhibir un arma en el pecho o al cinto, dar órdenes o cumplirlas a cabalidad, dentro de esa lógica militar en la que sobresalen los roles del que manda y el subalterno que obedece.

A lo mejor hay que explorar la posibilidad de incorporarlos a las fuerzas armadas ya existentes o a un cuerpo especial que se cree, fruto de la negociación política. Por ejemplo, una policía rural ambiental que no solo les dé sentido a las nuevas vidas de los excombatientes, sino que les otorgue el reconocimiento que por años buscaron mediante el ejercicio de la violencia física.

Los puristas defensores de las fuerzas armadas se opondrán a que a las filas del Ejército y la Policía ingresen excombatientes. Y los argumentos son éticos, morales e incluso atados a cuestiones como la formación académica y técnica, el honor y la mística. Todos debatibles, si miramos la cantidad de militares y policías involucrados en actos de corrupción y crímenes atroces. Por ejemplo, aquellos que cumpliendo órdenes se prestaron para asesinar a sangre fría a civiles (falsos positivos) o para extorsionar a comerciantes.

También ayudan a debatirlos los comportamientos poco patrióticos y de respeto a sus superiores y a los símbolos patrios, de soldados profesionales, muchos de estos que operan como verdaderas “máquinas de guerra” que solo saben disparar.

Sea como fuere, no se propone aquí que esos exguerrilleros ingresen al mundo castrense sin evaluaciones psicotécnicas previas. Se trata es de contemplar la posibilidad de abrir esa puerta a aquellos excombatientes que por años defendieron una idea de Patria, así fuera bajo la figura de atacar al Estado. Esa defensa e idea de Patria, por reñir con los valores tradicionales y las maneras formales (legales) de defenderla, no necesariamente debe entenderse como un obstáculo para que estos excombatientes se incorporen a la vida castrense. Finalmente, invirtieron años de su juventud en el cumplimiento de órdenes, en misiones con altos grados de responsabilidad en la consecución de los objetivos trazados y con una enorme claridad de aquello que se conoce como la obediencia debida.

Explorar con audacia estos y otros caminos puede coadyuvar a minimizar la deserción de los exguerrilleros. Adelantar un trabajo de acompañamiento psicosocial y comprensivo de sus necesidades, búsquedas y deseos, puede aportar a los procesos de reincorporación social, económica y política de quienes en el futuro estén interesados en dejar atrás la vida guerrillera para iniciar una nueva en instituciones armadas legales, que les brinden el reconocimiento que la misma sociedad les negó en el pasado.

@germanayalaosor

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