¡EXCLUSIVO! – Estuvimos en la llegada de las vacunas

Gracias a que un avezado reportero nuestro logró colarse en la comitiva presidencial y realizar una grabación clandestina, tuvimos acceso a los momentos previos a la llegada de la vacuna contra el coronavirus a Colombia.

El Unicornio conoció de primera mano las reacciones del presidente Iván Duque y del ministro de Salud, Fernando Ruiz, en el aeropuerto Eldorado. El presidente, algo nervioso, le pregunta al ministro:

– Me abriga una duda: ¿debo besarle el anillo al señor que me entregue las vacunas?

– No, señor presidente. El anillo se le besa al Sumo Pontífice.

– ¿Y le digo al que me entregue las vacunas que el presidente Uribe le manda muchas saludes?

– No señor, tampoco es necesario.

El presidente Iván Duque y su comitiva en el arribo del avión que trajo las primeras dosis de la vacuna de Pfizer contra el covid 19.

– ¿Dónde viene el avión? Qué espera tan larga… Comienzo entender a los que quieren que llegue pronto el 7 de agosto de 2022.

– Según informaron RCN y Semana, ya viene por Antioquia y en pocos minutos aterriza en Bogotá.

– ¿Y qué pasa que no llega la papayera?

– Está metida en un trancón. Es que usted sabe, la alcaldesa tiene a Bogotá patas arriba…

– Debimos haber declarado día cívico para que la gente le diera la bienvenida a las vacunas y no fuera un día normal, para evitar congestiones.

– Sí, señor presidente.

– Yo pedí el carro de bomberos. Es justo que la gente desde sus trabajos y por la avenida Eldorado saluden la llegada de la vacuna a Colombia. ¡Qué emoción tan amarilla!

– Señor presidente, acaban de informar que hay apostada una delegación del Centro Democrático en el mismo sitio donde el papa ignoró a nuestro jefe Álvaro Uribe en su paso por la 26, cuando visitó a Colombia. Pero esta vez instalamos una tarima, para que la vacuna sí los vea.

– Buen punto. ¿Está bien acomodada mi corbata?

– Sí, señor presidente.

– No me han llamado del Ubérrimo, no sé que decir. Esto me preocupa.

– Tranquilo, presidente. Yo le redacté un discurso.

– Debí haber traído a mis hijos y a mi señora. Le habría causado una buena impresión al señor de las vacunas.

– Y ¿por qué no los trajo?

– Porque no querí.

– Igual, tenemos muy buena comitiva.

– ¿Quién es esa señora que está allá de negro hasta los pies vestida? No la reconozco. ¿Es de nuestro gabinete?

– Es la señora canciller, presidente. Doña Claudia Blum.

En ese momento el presidente interrumpe a su ministro y al observar el horizonte grita: ¡el avión, el avión! ¡Ya viene el avión!

– Sí señor, pero tranquilo. No tiene que correr.

– Es el visitante más ilustre que he tenido durante mi presidencia. Esto me tiene que servir para quedarme dos años más en el poder.

– Con seguridad, señor presidente.

Después de unos minutos el avión de carga abre su puerta, donde está la bodega con la carga esperada. El presidente se queda, inmóvil a la espera de que le entreguen la cajita con las primeras vacunas.

– Ordene que toquen primero el Himno Nacional y después el himno de Bélgica. La vacuna es belga, ¿verdad?

– No señor. Pfizer es un laboratorio estadounidense.

– Y pensar que ayer Hasan se tiró todo el día buscando el himno de Bélgica… Va a tocar sin himno. Ojalá a alguna mamá se le ocurra ponerle Pfizer a su hijo. Eso nos haría quedar muy bien con el señor de las vacunas.

– Sin duda, señor presidente.

– Pero nada que llega la papayera, hola. ¡Ni el carro de bomberos! Esto quién lo organizó, ah? Y la vacuna baja en cualquier momento. Qué culillo que algo salga mal..

– ¡Tranquilo, presidente. Para dar la mejor impresión a nuestros queridos electores, deberíamos tomarnos una selfi con la vacuna. ¡No va y sea que alguien se nos adelante!

– Buen punto. Tomémonos la selfi para que se mueran de envidia los mamertos. Y alcánceme el discurso que trajo, que al final no no me llamó mi presidente eterno. Y llame a Marta Lucia, que anda sin hacer nada. Que también aparezca en la foto, pobrecita… Ojalá esta vez sí quede bien ubicada y no la embarre de nuevo con alguna declaración destemplada.

– ¿Cómo las suyas?

– ¿De qué me hablas, viejo?

– De nada, señor presidente.

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