Por PAME ROSALES
Llegué tarde a la entrevista que le hicieron en la W Radio a Fidel Moreno, director de la Revista Cáñamo en Colombia y España, pero le escuché decir con muy buen criterio que entorpecer el desarrollo en Colombia de la cannabis medicinal, cuyas drogas derivadas alivian milagrosamente los peores síntomas en millones personas aquejadas por terribles enfermedades, «es un pecado, casi un delito».
Un crimen, diría yo.
El entrevistado lo dice porque el actual Gobierno, incluso en medio de la pavorosa crisis económica causada por la pandemia, está entorpeciendo por todos los medios posibles el desarrollo de esa floreciente industria, una de las de mayor crecimiento en el mundo.
Es cuando Julio Sánchez Cristo interviene y le recuerda que un alto asesor del Gobierno de Iván Duque escribió en la susodicha revista un editorial según el cual «por cuestiones ideológicas, Colombia no estaría habilitada para participar de ese mercado». (Ver entrevista).
Colombia -contraargumenta Fidel Moreno-, por la autoridad moral que le confiere su larga, heroica y conflictiva relación con sustancias declaradas ilegales, debería ser el país que lidere dicha industria, olvidarse de mojigaterías y de oposiciones entre conservadores y liberales.
Aclaro yo, Pame Rosales: lo que no sabe este señor Fidel es que la ideología que no nos permite entrar de lleno en ese conveniente y lucrativo asunto, que de paso aliviaría la calidad de vida de muchos enfermos (para no hablar de las seductoras posibilidades recreativas), no pasa por desacuerdos ideológicos entre conservadores y liberales, ni por mojigaterías.
No señores. Es una cuestión ideológica, por supuesto, pero en realidad de lo que al final se trata es que prevalece la ideología de la estupidez.
De la simple y llana estupidez.