¿En qué consiste la Paz Total? Tome nota

Por GERMÁN AYALA OSORIO

La propuesta de Paz Total del presidente Gustavo Petro requiere de la preparación de un documento que le dé a esta categoría no solo el sustento conceptual, sino el procedimental, con el fin de evitar que el debate mediático y político termine por ampliar las grietas que Sergio Jaramillo y Humberto De la Calle decidieron abrir de manera prematura, al cuestionar los acercamientos con las disidencias de las Farc que incumplieron el Acuerdo de Paz.

Le cabe razón a Lariza Pizano cuando en reciente columna en El Espectador señala la necesidad de “no reabrir la polarización en torno a la propuesta de paz del Gobierno requiere una mejor comunicación. Ya suficiente radicalización hubo entre uribistas y pacifistas, como para que ahora el bloque propaz se divida entre los que apoyan la decisión de hablar con los disidentes y los que lideraron el Acuerdo de 2016”. Quizás, entonces, mejorar la comunicación incluya tomarse el tiempo para construir de manera colectiva un concepto de Paz Total que supere los ámbitos tradicionales en la que de manera natural se circunscribe: lo legal y lo político, dos escenarios muchas alejados de las complejas realidades que se viven en territorios en los que, justamente, ambos están proscritos.

De la misma manera como el gobierno de Juan Manuel Santos y los plenipotenciarios de las Farc-Ep solicitaron a un grupo de académicos, entre ellos a María Emma Wills, que escribieran relatos que aportaran a la comprensión del origen y la naturaleza del conflicto armado interno, el gobierno de Gustavo Petro debería de convocar a las universidades privadas y públicas, y a los grupos de investigación que por años se han dedicado a analizar las dinámicas del conflicto armado, para que aporten elementos y circunstancias que conduzcan a la consolidación de un concepto de Paz Total. No se trata de imponer una definición, sino de aportar al diseño de estrategias y procedimientos reglados que faciliten el sometimiento o el acogimiento a la justicia, pero también, la revisión profunda de las relaciones que todos y cada uno de los actores armados han sostenido con variables como el Estado, el territorio, las territorialidades de comunidades ancestrales y las relaciones con los ecosistemas naturales-históricos.

En sus intervenciones públicas, Gustavo Petro ha demostrado un vasto dominio conceptual alrededor de qué es el Estado, la política y asuntos económicos. Ello debería de impulsar a su Comisionado de Paz para que convoque a las universidades a discutir de manera abierta qué están entendiendo por Paz Total.

No puede circunscribirse la Paz Total a asuntos que nadie duda de su importancia, pero que, con el tiempo, no han resultado definitivos para la consolidación de esa noción de paz. Hablo de la entrega de armas y la reincorporación a la vida social y económica. Hay que ir más lejos.

Es urgente empezar a darle un sentido más sistémico y estructural a la Paz Total, si, como política de paz de Estado, dé continuidad a la política de paz que brotó del Acuerdo Final II, ampliando sus alcances. Si bien el documento de La Habana expone compromisos estatales en materia de tierras, economía campesina, cuidado del ambiente, justicia y desarrollo rural, es importante que lo dicho por Petro en la ONU y lo consignado por el Papa Francisco en su Encíclica Laudato Sí, se recojan con el propósito de revisar actividades antrópicas de gran impacto como la ganadería extensiva, en particular la de menor producción, los monocultivos de caña de azúcar y palma africana y por supuesto, los de uso ilícito (coca, amapola y marihuana). Finalmente, la Paz Total va a depender de un gran Acuerdo Político entre todos los colombianos. Si no se logra, estaremos cada 4 años o más, aspirando a vivir en paz.

En esta misma dirección hay que educar a quienes desde el consumo y el poder transformador vienen sometiendo a ecosistemas naturales-históricos a violentas dinámicas que impiden pensar en que es posible lograr la paz con la naturaleza, como primer paso para alcanzar la paz entre los colombianos.

Por primera vez llega a la Casa de Nariño un presidente al que le gusta la discusión conceptual con miras no solo a justificar decisiones y políticas, sino como invitación a que empresarios, congresistas, y colombianos del común, participen de la discusión, pública y privada, con unas mínimas bases conceptuales. Quizás sea tiempo de reconocer que específicos agentes económicos y políticos del régimen de poder que vienen operando el Estado de acuerdo con sus conveniencias, exhiben una pobreza conceptual enorme y que, en su reeducación esté la posibilidad de avanzar hacia la paz.

Como sociedad, nos hemos venido acostumbrando a librar discusiones muy pobres sobre qué es la democracia, para qué sirve el Estado, o las limitaciones del Desarrollo Sostenible y las que acompañan a la Sostenibilidad como una nueva apuesta conceptual nacida, justamente, de las crisis, los efectos negativos y los problemas de un desarrollo económico fundado en el desconocimiento y la subvaloración de la biodiversidad.  Esas discusiones pobres se explican en virtud de que problemas como la corrupción público-privada se quedan en denuncias y escándalos, pero poco se pasan por el cedazo cultural (ethos mafioso) en el que se asienta y del que se derivan todas las actividades antrópicas que afectan negativamente a la naturaleza y que impiden la construcción de una Paz más allá de perseguir y tratar de someter a unos cuantos bandidos.

@germanayalaosor

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