Por JOSÉ DE JESÚS RAMÍREZ
Un colombiano en el exilio da su visión sobre el trato que reciben desde Colombia.
Ha concluido un largo ciclo, una época, un régimen que fue excluyente, racista, antidemocrático, corrupto y violento. Hoy ni los comerciantes, ni los traficantes, ni el viejo país nos representa.
En el exterior, en los extramuros del mundo, en los polvorientos caminos de la diáspora, al lado del dolor, la soledad, la tristeza y el no futuro, fueron apareciendo mercaderes con todo tipo de cuentos y ofertas engañosas: ayudas, solidaridad, cooperación, vivienda, retorno, integración, servicios sociales, economía y cultura naranja. Los más modernos, pero también ONG’s y todo tipo de chiringuitos. Y en medio de todos ellos, cómo no, los oferentes del ocio, recreación y diversión… celebrando las “fiestas patrias” y afines, con su peculiar estilo: aguardiente, salsita, folclorismo, la banderita amarilla roja y azul… e insumos similares. Todo para sacarle plata al desarraigo, al recuerdo de la tierrita, a la nostalgia de estar lejos. Una industria si se quiere muy productiva, pero que nada aporta al alma popular ni a la gestación de una nueva cultura para la formación critica de valores, para procesos serios y profundos de participación y de decisión, organización social y política.
Siempre nos engañaron con supuestas neutralidades, con la politicidad, con falsos pluralismos, con no meternos en los asuntos de los países de acogida… y mil mentiras y pendejadas más.
Esto sucede en Londres, Montreal, New York, Buenos Aires, Paris, Barcelona, y en todos los rincones donde hayamos huido los colombianos.
En Colombia nos excluían o nos mataban, nada de oportunidades. Aquí somos esclavos extranjeros, pobres, sin papeles, vacas lecheras de los mismos de siempre, negociantes de la miseria, con los mismos cuenticos.
Basta ya. Esto cambió. Venimos por lo nuestro. A este gobierno lo defenderemos con uñas y dientes. Participaremos de este cambio. ¡Seremos actores y protagonistas! Sacaremos a látigo a tanto mercader y montaremos las infraestructuras sociales, políticas y culturales para el nuevo país.
Vivimos una “transición” dura, compleja, a veces confusa y contradictoria, desde nuestro gobierno allá arriba, que alcanzamos a entender y a justificar; pero acá abajo nada de cuenticos, a organizarnos para defender, resistir y construir lo que esperamos y luchamos tantos años: Justicia, paz, democracia, libertad, bienestar y derechos.
No queremos más veintes de julio, sietes de agosto y onces de noviembre al estilo de “ellos” en el exterior, aunque los que lo hagan se vistan de seda, como las monas. No, no más.
Queremos política y de la buena. Queremos banderas, pero de paz y democracia, en recuerdo de las victimas; queremos arte y cultura que hagan crecer la dignidad y el orgullo auténtico de ser colombianos. Queremos asados, salsa, empanadas y aguardiente, pero para celebrar el renacer con proyectos de cambio, futuro, esperanza y oportunidades para todos.
No más mercachifles ni mercaderes. Que respeten el valor y la inteligencia del pueblo, de los nadies, de los de abajo.
Así como reventamos las urnas con votos de cambio, sacaremos a todos los oportunistas y ‘manguitos’ que quieran repetir el fraude de nuestra representación en los consulados, embajadas y ministerio de relaciones exteriores, entre otros espacios.
No más chiringuitos de nuestra cultura en el exterior. No más oportunistas y traidores en nuestros espacios de gobierno y gestión, en el exterior.
Todos a construir nuevas plataformas sociales y políticas, en todo el mundo, para impulsar nuestros sueños y proyectos, nuestras identidades y ciudadanías.
La diáspora existe, la diáspora es paz, la diáspora es poder ciudadano.
Somos gobierno. Petro y Francia nos representan. Es la hora.
París, 7 de agosto de 2022
* Foto de portada, tomada de www.aa.com.tr
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