Por GERMÁN AYALA OSORIO
La salida de un poco más de cincuenta generales por orden del presidente Gustavo Petro constituye una verdadera purga y manda mensajes claros a sus subordinados castrenses. En particular, porque del Ejército salieron 16.
Las decisiones discrecionales tomadas por el comandante en jefe tienen como objetivo recuperar el prestigio de las Fuerzas Militares, convertidas por más de 20 años en apéndices ideológicos y políticos de Álvaro Uribe y de sus áulicos. Es claro que Uribe politizó, ideologizó y privatizó en particular al Ejército, al que manejó y manoseó como si se tratara de su ejército privado. Con la purga, Gustavo Petro pretende “descontaminar” las filas castrenses de los “cientos de Zapateiros” que el excomandante del Ejército dijo que había dejado por ahí regados.
Los falsos positivos y el enriquecimiento económico no justificado de muchos generales y otros altos oficiales de alta graduación, son la constatación de que el ethos mafioso penetró y se naturalizó dentro de las fuerzas militares y de policía.
Petro sacó a más de 50 generales, no solo porque necesita una oficialidad sintonizada con la “paz total” y el respeto a los derechos humanos, sino porque le urgía romper los lazos que muchos de los salientes generales tenían con Uribe Vélez y los miembros del Centro Democrático. Busca, además, evitar las ya acostumbradas filtraciones de información reservada que comprometía la seguridad nacional y que le llegaban al hijo de Salgar y a los periodistas afectos al régimen. Ese privilegio se le tiene que acabar al expresidente sub judice.
Ya salieron varios uribistas pura sangre, entre ellos el lenguaraz Francisco Santos, a quejarse de los cambios, señalando que sacaron a generales troperos, de gran experiencia. De igual manera el ex ministro de la Defensa de Santos, Juan Carlos Pinzón, lamentó la salida de los altos oficiales. Dijo el palaciego uribista que “las instituciones pierden personas con experiencia, liderazgo y logros. Pierden los colombianos”.
Por todo lo anterior es importante que la comandancia del ELN y las disidencias de las Farc (incluida la Segunda Marquetalia) asuman con seriedad y responsabilidad histórica los acercamientos y los procesos de negociación política. No es gratuito que la salida masiva de oficiales coincida el viaje de los delegados del gobierno de Petro a La Habana, para retomar el proceso de paz que se interrumpió por hechos políticos y acciones criminales que comprometieron al gobierno de Iván Duque y, por supuesto, al propio Comando Central del ELN. En particular, por el criminal atentado que perpetraron con la Escuela de Oficiales de la Policía, General Santander, que dejó 23 jóvenes asesinados
Sus acciones bélicas el uribismo las leerá desde la desazón que les produce hoy la salida de los 52 generales. La narrativa que muy seguramente construirá la extrema derecha, dirá que Petro debilitó a las fuerzas armadas y que, por tanto, el país quedó a merced de los terroristas.
Elegir una cúpula pro-paz no puede entenderse como el debilitamiento de la capacidad militar para responder a los desafíos de los grupos al margen de la ley. Por ello, la nueva comandancia debe afinar las acciones de inteligencia, pero especialmente, las de contrainteligencia, porque lo más seguro es que dentro de las unidades y a pesar de la enorme purga, aún queden “zapateiros” y simpatizantes de Uribe, de la guerra, de los negociados y de la violación de los derechos humanos.
@germanayalaosor