Duque y los escritores en Madrid: como un colegial desafiante

Por GERMÁN AYALA OSORIO

No se cansa el gobierno de Iván Duque de retar a sus connacionales y por esa vía, de ratificarse como un mandatario que llegó para dividir al pueblo colombiano. El escenario escogido no podría ser mejor: la Feria del Libro de Madrid.

La primera acción política fue vetar a varios escritores e intelectuales colombianos, impidiendo que sus obras y discursos pudieran presentarse en dicho evento. Ese veto es propio de dictadorzuelos y capataces de repúblicas bananeras. Y el segundo, de insistir en desconocer el mandato, por demás legítimo, del gobernador del Magdalena, Carlos Caicedo. Duque fue a ese departamento y se reunió precisamente con la clase política que Caicedo viene confrontando. De ahí la animadversión que se profesa desde el gobierno central contra el mandatario regional, que lo obligó a salir del país por varios días y solicitar medidas cautelares a la CIDH.

A pocos días de dejar la Casa de Nari, Iván Duque se consolida como un fatuo y soberbio gobernante, como un aventajado sátrapa en camino de emular lo hecho por quien lo puso en la presidencia. Las marchas en su contra que este 12 de septiembre se adelantaron en Madrid para rechazar los cientos de miles de crímenes de líderes sociales, indígenas, campesinos, reclamantes de tierras, defensores de derechos humanos y del ambiente; estudiantes y marchantes durante el pasado Paro Nacional y la docena de jóvenes asesinados hace un año en Bogotá por parte de la Policía, a lo que se suman los casi 300 firmantes de la paz que el Estado colombiano no protegió. Estamos, sin duda, ante una práctica genocida social y políticamente naturalizada desde un régimen que da miedo.

Quizás el objetivo era superar en terror, miedo y víctimas a lo realizado por los gobiernos de mano dura de Julio César Turbay Ayala y de Álvaro Uribe Vélez.  Pues bien, Duque Márquez está cumpliendo con honores la tarea que le encomendaron. Al momento de su salida de la presidencia bien podría gritar ¡Ajùa! mientras levanta su mano derecha empuñada, como símbolos de la sangrienta, inmoral y pírrica victoria del régimen mafioso y criminal que hoy opera en Colombia sobre los sectores progresistas que reclaman vivir en democracia.

Contra el nefasto gobierno de Duque Márquez los colombianos han marchado en varias ciudades del mundo. En Estados Unidos, Australia. En Londres, donde le gritaron asesino y títere. Y ahora les correspondió a quienes viven en España, exponer ante los españoles y el mundo entero la gran obra de este godo engreído: muertos por doquier, desempleo, desesperanza, corrupción pública y privada, deforestación sin control, animada en buena medida por sus amigos  latifundistas y ganaderos.

Bien vale la pena traer a colación apartes del duro editorial del diario El Espectador, único medio tradicional que trata de hacerle contrapeso al “eje mediático del mal” del que hacen parte Semana, El Tiempo, RCN y emisoras como La FM, BLU y W. Radio

Cuando el poder político se ejerce a partir de los egos y la arrogancia, sufren las instituciones. Después del fracaso del Ministerio de Tecnologías de la Información y Comunicaciones (Mintic) con un contrato para la instalación de puntos de internet en colegios, la ministra Karen Abudinen renunció justo antes de ser censurada en el Congreso de la República. En el proceso, ella, el presidente de la República y los miembros de la coalición de gobierno dejaron una serie de frases y actitudes que envían un mensaje perverso: la política en Colombia se ha convertido en un juego personalista en el cual el bienestar del país no es una prioridad… El problema es que el impulso de la actitud desafiante, casi colegial, viene desde el cargo más importante del país. El presidente Iván Duque dijo: “El plato favorito de los colombianos es comer ministro al horno. Creen que los problemas en Colombia se resuelven es con que alguien ponga la cabeza”. Esa caracterización de la realidad es inaceptable. Exigir una renuncia como acto de respeto a los colombianos, a los recursos públicos y a la legitimidad de las instituciones no es un acto folclórico y revanchista, sino lo mínimo que puede exigirse en una sociedad democrática”.

Le cabe razón a Fidel Cano, director y editorialista del diario bogotano: Iván Duque es un fatuo y pendenciero colegial. Quizás no sea de su talante actuar como rufián de esquina, pero su arrogancia y fingida tranquilidad le han servido para recorrer los mismos oscuros caminos de su mentor.

Ya casi se va Iván Duque Márquez, albricias. Ojalá se retire de la vida pública, como Belisario Betancur Cuartas. Ya hizo bastante daño, quizás no tanto como su patrón, Álvaro Uribe. Su lugar en la historia política de Colombia estará siempre asociado a de un aprendiz de sátrapa que durante cuatro años quiso superar a su maestro y referente en “producir más y mejores resultados operacionales” y en debilitar las instituciones.

Si como profesor me tocara evaluar y calificar su “obra de gobierno” bajo esos parámetros, le daría un 4,5.

@germanayalaosor

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