Por GERMÁN AYALA OSORIO
Molestos y/o rabiosos con la verdad histórica que encarna el informe de la Comisión de la Verdad, el uribismo amenaza con entregarle al país su versión del conflicto armado. Desde esta tribuna aplaudo esa reacción, que en el marco de una democracia plural debe respetarse en tanto que Álvaro Uribe Vélez, responsable político de los crímenes cometidos por militares y policías durante sus ocho años de mandato, tiene todo el derecho a disentir.
Desde la academia y desde el periodismo estaremos prestos a contrastar la “verdad histórica” que quiera presentar el Centro Democrático en sus anunciadas cartillas.
El diario uribista El Colombiano registró así el hecho: “Luego de los cuestionamientos que ha generado la socialización del Informe Final de la Comisión de la Verdad en los colegios del país, el expresidente Álvaro Uribe confirmó que, por petición de “muchas personas”, publicará una cartilla alternativa. El exmandatario señaló que esta cartilla fue elaborada por organizaciones de víctimas, oenegés y personas que hacen parte de otros sectores políticos”.
El redactor de la nota se equivoca al decir que los cuestionamientos de Uribe y de sus áulicos están en la socialización del informe. Falso. El resquemor nace precisamente de las responsabilidades que el informe le endilga al hoy imputado expresidente, por la implementación de la infame política de Seguridad Democrática, la misma que terminó empujado a cientos de militares a que le pusieran precio a la vida de jóvenes y campesinos, para luego asesinarlos y hacerlos pasar por guerrilleros muertos en combate. Asociada a esta política, hay que señalar el Decreto Boina y la directiva ministerial 029 de 2005.
La reacción del expresidente y sus cortesanos, incluida Paloma Valencia, se explica por la socialización que en los colegios y universidades públicas se hará del informe de la Comisión de la Verdad. En contraste con la versión oficial, el uribismo entregará su verdad paralela, esto es, la lectura ideológicamente sesgada con la que buscan tergiversar la veracidad de unos hechos tozudos, solo con el propósito de eludir las responsabilidades políticas e incluso penales que les corresponde asumir por haber operado y consolidado un Estado militarista, que terminó asesinando, estigmatizando, desplazando y persiguiendo a miles de colombianos. Al final, la tesis negacionista del conflicto armado interno justificó la violencia estatal, y las actividades de “terrorismo de Estado” que se desarrollaron, en particular durante los gobiernos de Julio César Turbay y Uribe Vélez.
Las cartillas que el uribismo entregará hacen parte de la narrativa del oprobioso régimen de poder que viene operando en Colombia de tiempo atrás. Narrativa que, por supuesto, defenderá el honor militar, mancillado por oficiales de alto rango y suboficiales que le pusieron precio a la vida de 6402 jóvenes. Es de suponer que la cartilla uribista dirá que los falsos positivos fueron una invención de las ONG de izquierda para enlodar a las fuerzas armadas. O quizás estará enfocada a legitimar las atrocidades cometidas por el Estado, siguiendo la también maliciosa y perniciosa lectura que recién hizo Paloma Valencia, quien señaló que fueron “atrocidades legítimas”, porque se produjeron para defender a la ciudadanía.
Sea como fuere, le doy la bienvenida a la verdad paralela que el uribismo pretende entregar. En los tiempos de la posverdad, esa versión terminará vencida por la contundente verdad oficial que entregó la Comisión de la Verdad.
El unanimismo ideológico, político y mediático promovido entre 2002 y 2010 ya es cosa del pasado.
@germanayalaosor