¿Amateur?

Por GIOVANNI CASAS

El término amateur está ligado a una vieja discusión, que viene desde las primeras décadas del siglo XX, cuando el fútbol se incorporó al continente americano. Antes de que esta práctica se hiciera un espectáculo masivo y popular, hacia los años 20. O sea, antes de hacerse deporte profesional e institucionalizado. 

Amateur no significa lo mismo hoy que hace un siglo. En ese entonces las prácticas deportivas, tanto en América como en Inglaterra, su país de origen, estaban restringidas a élites locales. Solo ellas tenían las siguientes condiciones para la práctica: tiempo de vida excedente, acceso a clubes sociales y elementos materiales para el desarrollo del juego. Amateur, entonces, definía una condición de clase. 

Las clases populares aprendieron el balompié por imitación, por integración precaria con las élites, y porque finalmente lo adoptaron como propio. Jugaron en las fábricas, para las fábricas; en el barrio, por el barrio; y se convirtieron en héroes populares nacionales, representando a su país como jugadores profesionales. El profesionalismo se hizo inevitable cuando el “amateurismo marrón” se hizo inevitable; es decir, cuando los pagos ocultos a jugadores por representar un club se hicieron insostenibles en esta práctica declarada desprovista de motivaciones económicas.

Un siglo después, la expresión y la discusión retornó en boca de un hijo de los cambios experimentados por el campo deportivo en los años 90. Época donde los clubes de fútbol, antes epicentros de sociabilidad popular, actividad deportiva y cultural, y de ejercicio democrático, mutaron a empresas como parte de procesos de modernización orientados a la generación de ganancias de la mano de las ciencias económicas y expertos gerentes. 

Ramón Jesurún forma parte de este fenómeno mercantilista. Sus declaraciones recientes respecto a la Selección Colombia sub-17, cuando tildó a las talentosas jugadoras de “amateur”, se suman a otras intervenciones que dejan claro dos cosas: el fútbol es un negocio y el fútbol lo juegan los hombres.

Amateur entonces ya no hace referencia a la práctica desinteresada de futbolistas privilegiados, sino a deportistas que no encajan dentro de un modelo de negocio, y no son por tanto mercancía para satisfacción de las masas, o carecen de habilidades en el pobrísimo balompié masculino nacional. 

Las jugadoras colombianas seguirán teniendo éxitos a pesar de la Federación. No tienen liga, su trayectoria es considerablemente corta respecto al fútbol masculino, pero su evolución es enorme. Merecen mucho más en todas las categorías. Parafraseando al negro Jorge Eliécer Gaitán, las jugadoras y su fútbol deben ser superiores a sus dirigentes. Una falta muy grave es llamarlas “amateur” ad portas de disputar la semifinal de un mundial, señores: ¡de un mundial! El máximo escenario competitivo del fútbol profesional.

@casas_gio

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