El discurso ambiental y con este la defensa de los ecosistemas, así como la narrativa que valida el cambio climático, vienen perdiendo terreno en el ejercicio de la política, circunstancia que aporta al debilitamiento del ambientalismo como movimiento social con vocación política.
No hay en Colombia hoy un partido político que recoja esas banderas, aunque varios de los miembros de colectividades como el Partido Liberal y Alianza Verde, entre otros, expresan interés por hablar de desarrollo sostenible, sostenibilidad y responsabilidad social empresarial, en medio de un empobrecimiento generalizado del discurso ambiental o lo que quizás es peor, de la reducción de su discusión y estudio a los claustros de las universidades privadas y públicas alejadas de las realidades socio ambientales de las comunidades campesinas y ancestrales que soportan un desarrollo económico basado en actividades propias de una economía de enclave.
En el portal de la Alianza Verde está alojada la cartilla Somos ambiente, donde aparece este texto de Antanas Mockus: “hoy más que nunca el Partido Alianza Verde tiene claros sus propósitos y su compromiso con el ambiente en Colombia. Debemos actuar ahora por la protección y preservación de nuestras fuentes de vida, nuestros recursos naturales y nuestra extraordinaria biodiversidad, promoviendo el uso de energías limpias, el consumo responsable y el desarrollo sostenible, para garantizar las oportunidades del mañana”. También aparecen opiniones de Brigitte Baptiste, Jorge Londoño y Carlos Amaya.
Los congresistas más visibles de Alianza Verde poca o ninguna referencia hacen al cambio climático, a los monocultivos y al modelo de la gran plantación que generan graves impactos socio ambientales y ecológicos, al igual que la ganadería extensiva y el crecimiento desordenado de ciudades capitales e intermedias.
La pobreza discursiva de los congresistas de dicha colectividad bien se puede explicar porque la mayor preocupación en varios de sus militantes está en torpedear las reformas sociales del gobierno Petro y otros, en mantener su apoyo, sin que, a ambos sectores, los una conceptos claves asociados a la discusión sobre el desarrollo, el ambiente y la sostenibilidad. Lo que sí lo une es la incapacidad de pensar sistémicamente, con miras a conectar los problemas de salud pública, con el modelo de desarrollo, los paisajes monótonos de monocultivos como la caña de azúcar y el aguacate Hass que, aunque verdes, responden a la lógica de los mal llamados “ecosistemas emergentes” con los que se rompen conexiones ecosistémicas entre plantas y animales y se afectan los nichos ecológicos de especies silvestres que en sirven como bioindicadores.
Usar el vocablo Verde y no erigirse como un partido ambientalista en los tiempos del cambio climático constituye una burla al ambientalismo colombiano y una acción propia del greenwashing.
Como país biodiverso, el país necesita de por lo menos un partido verde que realmente esté comprometido con la revisión del modelo de desarrollo económico basado en lo que se conoce como el agro extractivismo. Colombia necesita un partido político que tenga un centro de pensamiento ambiental conectado con la academia y con el sentir de las comunidades afectadas por la ganadería extensiva de baja producción, los monocultivos (legales e ilegales), la deforestación y el crecimiento desordenado de las ciudades, sostenido este en la vieja idea de que lo rural es sinónimo de atraso y lo urbano, de progreso y bienestar.
@germanayalaosor