Por GERMÁN AYALA OSORIO
Conforme pasa el tiempo y se acercan las elecciones de 2022, figuras como Alejandro Gaviria y Gustavo Petro, seguros candidatos presidenciales, destapan sus cartas. El primero hace pocas horas en entrevista con El Tiempo dejó en claro con quién haría coaliciones y acuerdos para evitar que el candidato de la Colombia Humana llegue a la Presidencia en el 2022.
Por su lado, Petro dio a conocer cuál sería su primer acto de gobierno, en particular en materia económica y ambiental: “cesar la contratación de exploración de petróleo; vamos hacia una economía productiva, no extractivista. Habrá una transición tranquila, pero segura y seria”. En esta columna haré referencia a estos dos hechos políticos. Inicio con lo señalado por Alejandro Gaviria Uribe.
Aunque el ex rector de la universidad de los Andes hizo énfasis en que una cosa es hacer alianzas durante la campaña y otra muy distinta para gobernar, en su escogencia desechó solo a dos de los nueve precandidatos: a María Fernanda Cabal, del Centro Democrático y a Gustavo Petro, del Pacto Histórico. Aquellos con los que estaría dispuesto a unirse son: Óscar Iván Zuluaga, Sergio Fajardo, Federico Gutiérrez, Rodolfo Hernández, Juan Carlos Echeverry, Jorge Enrique Robledo y David Barguil.
Si miramos las hojas de vida de los integrantes del listado, se observan varias características comunes, que alejan la posibilidad de construir un centro político alternativo capaz de transformar el país, el que dice desear Alejandro Gaviria Uribe. Hay varios de la ultra derecha uribista: Zuluaga, Hernández, Gutiérrez y Fajardo. Es decir, Gaviria estaría dispuesto a aliarse con quienes representan y son responsables, por acción u omisión, de la concentración de la riqueza en pocas manos, la privatización del Estado y la consolidación de un ethos mafioso.
Aparecen además dos defensores de oficio del modelo neoliberal: Echeverry y Zuluaga, desde sus cargos de ministros de Hacienda. Los demás, menos Jorge Enrique Robledo, han sido políticos complacientes y acríticos de los TLC, de la ganadería extensiva y de la política agraria que concentra la tierra en pocas manos e impone el modelo de la gran plantación, lo que supone acabar con las selvas y buscar la eliminación del campesinado. De los siete que escogió, dos militan en el insepulto partido Conservador: el senador ausentista David Barguil y el exministro de Hacienda Juan Carlos Echeverry, salpicado por el escándalo de corrupción de Reficar. Zuluaga, eterno miembro del CD, relacionado muy de cerca con lo sucedido con Odebrecht; Fajardo, de un espectral movimiento llamado Compromiso Ciudadano, hoy parte de la engañosa Coalición de la Esperanza. Es señalado por la Contraloría General de tener responsabilidad fiscal en el manejo de Hidroituango; además, es un declarado admirador de Álvaro Uribe.
Rodolfo Hernández Suárez, ex alcalde de Bucaramanga, también devoto del Gran Imputado, fue cercano al Partido Liberal. Fuentes cercanas dicen que está buscando acercarse a Petro; Federico Gutiérrez, ex alcalde de Medellín, declarado seguidor del reconocido hacendado y caballista, militó en el fantasmagórico Movimiento Creemos. Representa a esa élite paisa cercana a las ideas de Uribe Vélez.
Alejandro Gaviria debe explicarle al país cómo haría para tomar distancia de aquellos con los que haría alianzas en la segunda vuelta, no pensando en acuerdos programáticos conducentes a hacer ajustes estructurales al modelo de desarrollo económico, sino para evitar que Petro llegue a la Casa de Nariño. El exrector de los Andes sabe muy bien que esos acuerdos electorales deben refrendarse con burocracia, es decir, con la entrega de cargos a quienes le pondrán los votos y moverán las maquinarias para asegurar su hipotético triunfo. ¿Estaría dispuesto a desafiar a los uribistas y al propio Uribe, dejándolos por fuera de la repartición? Y… ¿será cierta la ruptura con el sepulturero del Partido Liberal, César Gaviria Trujillo?
Ahora miremos lo señalado por Gustavo Petro. Hay que decir que sus ideas y propuestas económicas generan todo tipo de reservas, porque implican ajustes estructurales al modelo de desarrollo y porque tocan intereses corporativos, así como a miembros de una élite rica que no cree en el cambio climático.
Señalar que cesará los contratos de exploración de petróleo es, en las actuales circunstancias, una imprudencia política, que ya está siendo aprovechada por los medios afectos al régimen para generar miedo en inversionistas y electores, quienes no alcanzan a entender que el país está obligado a dar el giro productivo que propone Petro. Aunque tiene razón, esas propuestas deben estar no solo soportadas en análisis económicos y políticos que minimicen los impactos sistémicos que implicarían hacer ese giro, sino formulados en espacios distintos a un medio de comunicación masivo. Es en foros económicos y conversando con los sectores comprometidos que se logrará apaciguar los miedos y las resistencias al cambio.
Los asesores de Gustavo Petro se equivocan cuando le permiten al candidato responder preguntas como las que le hizo el periodista de El Tiempo, porque esas respuestas ameritan mayores explicaciones. Y aunque advirtió que habría la necesaria transición, las reacciones de sus competidores y detractores no se hicieron esperar. Ya en la anterior campaña pasó algo similar: Petro habló de comprar las tierras del Ingenio del Cauca. De inmediato los medios masivos aprovecharon para hablar de expropiación de la propiedad privada.
Hay que establecer muy bien un programa y unos tiempos prudentes para hacer la transición energética que supone no explorar más el subsuelo para extraer petróleo. Y ello implica examinar muy bien si hoy existe en el país la suficiente institucionalidad para hacerlo y lo más importante, si las anquilosadas burocracias del régimen de poder estarían dispuestas a participar de esa transición. El miedo no está tanto en lo que propone Petro, sino en las reacciones de un régimen que sería capaz de paralizar el país para no darle la razón a quien de verdad está proponiendo salidas para que Colombia avance y abandone un escenario feudal en el que de tiempo atrás gravita la operación del Estado y la vida de millones de colombianos.
Así las cosas, queda claro que Alejandro Gaviria está siguiendo las reglas que le impone el régimen de poder. Y ello le impide presentarse como un “outsider” como lo llamó un reconocido diplomático. Y por el lado de Gustavo Petro, sigue exponiendo sus ideas, al parecer sin advertir que el régimen hará todo lo que esté a su alcance para ajustar el modelo económico extractivista. Que no quepa duda, el verdadero “outsider” es Petro.
@germanayalaosor