2022: Colombia decide entre dos capitalismos

Por JORGE SENIOR

Hubo una época en Colombia en la que ya se sabía quién iba a ser el próximo presidente mucho antes de que se celebraran la elección.  Un enfermo Laureano Gómez logró que un conservatismo minoritario enredara al liberalismo mayoritario, representado por el autodidacta Alberto Lleras, en un pacto histórico de repartición del poder que ponía fin a una era de desangre nacional provocado por la violencia entre los dos partidos tradicionales.  No hubo verdad, ni justicia ni reparación, pero se garantizó la no repetición.  Ese pacto entre élites tuvo como consecuencia una cerrazón de la democracia formal, la desideologización de los partidos y la instauración del clientelismo como forma de vida de esas dos organizaciones políticas.  Y el fascismo azul logró medrar, a la espera de mejores tiempos.

La Constitución del 91 acabó con el bipartidismo que ya se había vuelto prácticamente un monopartidismo con facciones o matices.  La izquierda ganó espacios durante el cambio de siglo, pero, gracias a las FARC y al Plan Colombia, el fascismo azul volvió por sus fueros alrededor del fenómeno Uribe, que ha hegemonizado la política colombiana en el presente siglo a excepción de la segunda vuelta del 2014, cuando fue derrotado por una alianza de la izquierda y el santismo.

A partir de la desmovilización de las FARC y de las elecciones de 2018, nuestro país entró en una dinámica política diferente.  La cuasi-desaparición de la izquierda armada extemporánea eliminó el estorbo que impedía el surgimiento de una izquierda democrática competitiva, la cual ya se venía configurando a través de gobiernos locales en Bogotá y otras ciudades y departamentos.  Esto ha hecho que las elecciones sean mucho más interesantes, con contenido programático, con debates de ideas, y con tendencia a disminuir la gran abstención que ha existido durante décadas. 

Algunos equivocadamente llaman polarización al duelo argumentativo entre proyectos diferentes, uno que representa la continuidad de lo mismo y otro que representa el cambio, pero ese es el deber ser de una democracia madura, que es adonde debemos apuntar, una democracia con alternancia sin conflictos.

En las elecciones del 2022 los colombianos escogeremos entre dos modelos de sociedad, dos formas de capitalismo. 

Uno es el capitalismo tradicional, rentista, extractivista, especulativo, eficiente en el tráfico de influencias, donde la corrupción, el clientelismo y la contratocracia están normalizadas (por algo existen los paraísos fiscales).  Ese es el capitalismo de las roscas con información privilegiada, exenciones especiales, licitaciones amañadas y leyes con nombre propio.  Un capitalismo de negociantes avivatos que pelechan del Estado y hacen negocios con el ahorro de los colombianos, como los fondos de pensiones, hoy en manos de un par de conglomerados económicos.  Un capitalismo tan ineficiente que en un siglo no ha podido completar el catastro rural.  Un capitalismo, en fin, donde media economía es ilegal o informal.

La opción alternativa sería un capitalismo productivo, innovador e incluyente, que en Colombia nunca ha existido, pero que tiene ejemplos de talla mundial, especialmente en el hemisferio norte y Oceanía.  El Este Asiático es el ejemplo más contundente de desarrollo veloz basado en la productividad que, a su vez, es fruto de la inversión en conocimiento.  La clave es desplegar un modelo de economía mixta, capaz de desatar las fuerzas productivas del país con creatividad, ciencia y tecnología, donde el Estado regulador juegue un rol catalizador en una dirección opuesta a la visión neoliberal.  Esto significa potenciar el Estado Social de Derecho, orientado al ser humano y al Bien común, cuyo epítome es el medio ambiente.  Se trata de un cambio estructural, que ponga fin al orden conservador vigente desde 1886, por una vía reformista que complete la tarea iniciada en la Asamblea Nacional Constituyente de 1991.

Seamos conscientes de que una victoria alternativa en las presidenciales no es suficiente, que el mesianismo es una ilusión.  Se necesita ganar primero una mayoría parlamentaria en marzo, sin la cual el presidente reformador sería casi impotente, estaría maniatado, cercado por las “ías”, los cacaos y los sectores militares recalcitrantes, afines al fascismo azul.  Dije en columna anterior que era mejor la lista abierta, pero me ha convencido la propuesta de las dos listas: una abierta, con los sectores más politizados que tienen aparato y personería jurídica; y otra cerrada, tipo cremallera, con nuevos liderazgos sociales, culturales e intelectuales.

Y se necesita un acompañamiento desde abajo, desde la sociedad civil, que tiene que recuperar su tejido social y su articulación organizativa que la tenaza paramilitar – neoliberal ha destruido desde 1980.  Es menester una ciudadanía activa que ejerza la democracia desde las calles u otros espacios distintos a la burocracia.

¿Es la izquierda colombiana capaz de liderar esta transformación profunda? 

Difícil, cuando está huérfana de teoría y carece de partido u organización política fuerte, mientras se ilusiona con la espontaneidad de las multitudes y la cacofonía de las redes sociales (cacofonía que tiene una excepción: el coro antiuribista).  Difícil cuando esa izquierda vive mirando más hacia el pasado que hacia el futuro, autosegregándose en sectores identitarios en vez de converger en la unidad popular, distraída en asuntos meramente simbólicos en lugar de enfocarse en lo sustancial, como es la concentración de poder, riqueza e ingreso que resulta concomitante a la miseria y la desigualdad.  Una izquierda antimoderna no tiene futuro, porque a punta de moral y discurso no se cambia la realidad material que define el poder fáctico. 

Pero aquí no hay espera posible de condiciones ideales.  En el camino se arreglan las cargas.  Tres de cada cuatro colombianos están mamados del uribismo.  La gente ya no da más.  La pandemia profundizó la crisis y el Paro Nacional dio la señal, el pistoletazo de salida que desembocará en victoria o derrota electoral.  Usted, estimado compatriota, es quien decide.

@jsenior2020

Blog

Sobre el autor o autora

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Social media & sharing icons powered by UltimatelySocial