Votar en blanco: de la mezquindad a la cobardía

Por GERMÁN AYALA OSORIO

Mientras las autoridades electorales arreglan el entuerto que se armó con el escrutinio de los votos depositados por millones de colombianos en la jornada del 13 de marzo, vale la pena volver sobre el voto en blanco.

Ante la manida narrativa de la “polarización” y la posibilidad de que en primera vuelta no se defina quién remplazará al fatuo y negligente Iván Duque Márquez, el voto en blanco se erige como una opción para millones de colombianos que no gustan de los candidatos en contienda.

Votar en blanco en la primera vuelta no tiene mayor sentido, aunque se le justifique como un “voto de opinión”. El argumento que invalida votar así tiene que ver con la compleja encrucijada que el país enfrenta en estos momentos: permitir que el uribismo continúe en el poder, a través de Federico Gutiérrez, Rodolfo Hernández o Sergio Fajardo y por esa vía, consolidar el régimen mafioso, ignominioso y criminal que opera en el país desde 2002, o darle la oportunidad a Gustavo Petro, quien propone los ajustes institucionales que el país necesita para superar el estado de cosas inconstitucional que acompaña la operación de un Estado al servicio de clanes familiares y mafias de todo tipo.

Votar en blanco se puede asumir como un voto irresponsable, propio de ciudadanos medrosos de los cambios propuestos por Petro. Si se acepta que el país no puede continuar en manos de los intereses de Álvaro Uribe y de aquellos que lo secundan, votar en blanco sería desconocer esa realidad. Esto claramente constituye una irresponsabilidad social y política, especialmente con los sectores que más han sufrido la aplicación a rajatabla de la agenda neoliberal del Consenso de Washington, la corrupción público-privada y la captura mafiosa del Estado.

Dirán los defensores del voto en blanco que es mejor mantener esas condiciones innobles o ilegítimas, que apoyar a quien quizá creen próximo al “socialismo del siglo XXI”, tipo Venezuela. Huelga señalar que lo que opera en el vecino país es una especie de estatismo, sostenido por el poder militar y caracterizado por el declive de la separación de poderes. En esto último, el gobierno de Iván Duque, el títere del Gran Imputado, se parece mucho al de Maduro Moros, pues manejan a su antojo los órganos de control, incluido a las autoridades electorales.

Votar en blanco, tanto en primera como en segunda vuelta, constituye una acción cobarde y mezquina con quienes son víctimas de este régimen criminal y mafioso, hoy más mafioso y criminal que nunca.

Si usted está pensando votar en blanco y darle la espalda a una posibilidad real de cambio social, económico y político, tenga presente que terminará legitimando al régimen mafioso que hoy opera en Colombia. Si esa es su decisión, prográmese para irse a ver ballenas al Pacífico, como en 2018 lo hizo el tibio Sergio Fajardo. 

Adenda: corresponde al Consejo de Estado y a la Corte Constitucional frenar las intenciones del Registrador, Alexander Vega, de un reconteo generalizado cuando la cadena de custodia del material electoral ya se perdió o se vio afectada. El CNA deberá negar la petición del ladino Registrador.

@germanayalaosor

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