Por OLGA GAYÓN/Bruselas
Vestirme con hojas cargadas de letras es tan importante como llevar siempre conmigo un libro para leer en el tram, el autobús o el metro. Cuando salgo de casa siempre reviso que en mi mochila esté ese que todos los días me coquetea desde su fondo, así sea muy diferente del que disfruté ayer hasta conseguir el máximo placer.
Mi promiscuidad a la hora de leer raya casi que en lo delictivo. Salto de un género al otro sin compasión: ensayo, historia, novela, política, relaciones internacionales, poesía, biografías, literatura infantil, conflictos mundiales, cuentos, relatos cortos, sociología, ediciones en las que la escritura y las ilustraciones caminan a la par… Lo siento, pero no nací para serle fiel a ningún género. Cada vez que alguno de ellos me tiene atrapada siento que no soy libre, que me ahogo y que pronto voy a desfallecer. Y la única forma que he encontrado para sobrevivir, es poniéndole los cuernos a todo aquel género que está convencido de que me ha hecho completamente suya.
Igual me pasa con l@s autor@s. Ell@s, con su genialidad consiguen que yo me plegue a sus exigencias y les obedezca al pie de la letra. Entonces, es muy común que cuando descubro algun@ nuev@, comience a buscar otros de sus títulos publicados. Y cuando los tengo en el estante de los libros que esperan para ser leídos muy pronto, me revuelvo por dentro al saber que todavía no he terminado uno de sus mejores ejemplares. ¡Quiero ya empezar uno nuevo! Pero de repente, viene otr@ autor@ y con todas sus dotes de enamoramiento a través de las palabras, pues me lleva a cometer una infidelidad del tamaño de una biblioteca universal.
Así que, lo reconozco: no tengo arreglo. Advierto a tod@s l@s autor@s que no se fíen de mí ni un pelo porque jamás voy a poder garantizarles una fidelidad a toda prueba. ¡Soy débil con mayúsculas! Miren mi vestido y podrán comprobar que en él hay cientos de escritor@s: una gran parte de lo que han sido mis relaciones textuales con ell@s en los últimos años. ¡Qué le voy a hacer, nací en la abundancia de letras y ellas me han enseñado que no hay que dejar pasar ninguna seducción estampada en folios!
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