Vargas Lleras, de delfín a chantajista

Por GERMÁN AYALA OSORIO

Al ya tortuoso camino que recorre la reforma a la salud se suma el episodio protagonizado por el exvicepresidente Germán Vargas Lleras, con su ‘cordial amenaza’ a Dilian Francisca Toro, quien aspirará a la gobernación del Valle del Cauca y constituye un verdadero obstáculo político para que los congresistas del Pacto Histórico apuntalen con los votos requeridas dicha reforma.

Vargas Lleras le mandó este mensaje a Toro: “Eso de la salud va mal…Qué vamos a hacer para convencer a esa Mona… Si así procede (si se decide apoyar la ponencia del gobierno) no la podemos acompañar en su aspiración a la gobernación, cueste lo que cueste”.

Tan vil chantaje, lanzado a bocajarro por el delfín de la casa Lleras, debería ponernos a pensar en las razones de la vigencia, entre otros cetáceos, de este hijo de la rancia élite capitalina.

Al parecer Vargas Lleras, nieto de Carlos Lleras Restrepo, asume que su vigencia política viene dada de manera natural, como su eterna aspiración a ser presidente de Colombia. Por ello se atreve a enviarle tan burdo mensaje a la baronesa del Valle del Cauca, convertida hoy en la más grande talanquera para que el gobierno de Petro saque adelante su reforma al sistema de salud.

Toro, por supuesto no es hija de una élite tradicional. Por el contrario, pertenece a un clan regional con el que está conchabado, hacia el objetivo de consolidar un emporio económico y político que le permite codearse con la crema y nata de esa élite bogotana que tanto daño le ha hecho al país.

Vargas Lleras y el nieto del expresidente Julio César Turbay Ayala, Miguel Uribe Turbay, actúan en la arena pública como los últimos hijos de una élite premoderna que redujo al país al más insufrible platanal. En cuanto a los hijos de la otra mula muerta que se le atravesó a la reforma a la salud, el expresidente César Gaviria Trujillo, su futuro como delfines parece estar embolatado.

La legitimidad, política y social de estos delfines es un espejismo al que le suelen rendir pleitesía aquellos que creen ciegamente en que estos cetáceos políticos son hijos iluminados y parientes de una fina aristocracia que por derecho natural debe continuar mandando en Colombia. Quienes los validan, lo hacen porque, amparados en un inocultable clasismo, aspiran a servir, cual siervos hambrientos, a quienes jamás les interesó construir una nación grande. No. Lo de ellos es dar rienda suelta a su avaricia. Se trata de políticos y miembros de la cuestionada microempresa electoral, Cambio Radical, que buscan, a como dé lugar, reconocimiento y por supuesto, una que otra tajada presupuestal. Se trata de ciudadanos acríticos e incapaces de labrar su propia vida pública, alejados de los responsables en buena medida, de los actuales problemas del país.

Los medios de comunicación, instrumentos de la élite para mantener su poder y fijarlo en la opinión pública, les abren sus micrófonos para que opinen, como expertos, sobre temas y problemas actuales, a los que jamás sus abuelos supieron enfrentar; incluso ellos mismos, como el caso de Vargas Lleras, desde una tribuna en EL TIEMPO de Sarmiento Angulo, funge como experto en infraestructura y en el manejo de la economía nacional. Lo curioso es que cuando fungió como ministro de Transporte del gobierno de Juan Manuel Santos, jamás solucionó el atraso en la infraestructura vial, recuperar la red ferroviaria y en la recuperación de las vías terciarias y secundarias, porque su paso por ese ministerio estaba sujeto exclusivamente a cumplirle los deseos al gran banquero.

Quien llevó a este alicaído delfín a ese ministerio fue Juan Manuel Santos, consagrado delfín que cumplió con la tarea de llevarlo a su gobierno para que la tradición no se perdiera. La diferencia entre Vargas Lleras y Santos es que a este último si se le cumplió el sueño familiar y personal de sentarse en el solio de Bolívar. Vargas Lleras no duerme y tiene pesadillas porque siente ya muy lejana esa posibilidad.

El chantaje o amenaza que alias Coscorrón le hizo a Dilian Francisca Toro, una especie de zarina de la salud en el Valle del Cauca confirma el desespero de este neoliberal que ve cómo su sueño de convertirse en presidente de la República se desvanece lentamente.

Cuando un delfín comprende que jamás será presidente, como se lo prometieron en la casa, deja de ser un político y se convierte en un vulgar chantajista. Un “gota a gota” de la política electoral.

Si bien en el país se viene consolidando una especie de discurso anti-élite y anti clanes, todavía hay gente que le cree a delfines como Vargas Lleras y Miguel Uribe Turbay, herederos de aquellas familias que por acción u omisión, aportaron para que Colombia sea un temible platanal con bandera y no una verdadera República. 

@germanayalaosor

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