Uribistas conversos, es hora de pedir perdón

Por GERMÁN AYALA OSORIO

Después de más de 20 años de uribismo aparecen millones de colombianos, unos cansados, otros desilusionados y arrepentidos por haber apoyado y lo que es peor, defendido a Álvaro Uribe Vélez, el político que más daño le ha hecho al país en su historia contemporánea. En un segundo lugar aparece, un tanto lejos, César Gaviria Trujillo.

Esos millones de conversos que en el pasado apoyaron con su voto a Uribe Vélez le deben pedir perdón a sus familias, al país, a ellos mismos y a las víctimas del Estado por haber patrocinado y legitimado al sátrapa que gobernó a Colombia con mano de hierro. Es tiempo de que lo hagan. Que se junten, como lo hicieron para acompañar a este iliberal, para exponerle al país la vergüenza que hoy los acompaña por haber aportado a la degradación de las instituciones, a la privatización del Estado y a la conversión de las Fuerzas Armadas en un ejército privado al servicio de un dictadorzuelo de baja estofa.

El arrepentimiento generalizado de esa cantidad de colombianos debe venir de la mano del reconocimiento de varias circunstancias que los llevaron, muy seguramente, a defender lo que de manera temprana era indefendible. Entre estas están: 1. La ignorancia del pasado de Uribe cuando estuvo al frente de la Aerocivil. Desconocer que le entregó cientos de licencias a narcotraficantes para que sacaran sus avionetas fletadas de droga, les facilitó la tarea de elegir al nocivo personaje.2. El haber creído a pie juntillas en el hechizo mediático que crearon y promovieron los más grandes medios en torno al vulgar caballista, y el ocultamiento que hicieron de sus relaciones con paramilitares y narcos. En particular, por creer en lo que decían RCN y Caracol. 3. No haber leído los artículos y libros que periodistas como Gonzalo Guillén y Josep Contreras escribieron sobre el latifundista antioqueño.

De esas tres circunstancias se desprenden responsabilidades ciudadanas y políticas, pero también aprendizajes: antes de votar y elegir a un presidente, hay que leer a periodistas serios y hurgar en un pasado que, para el caso que nos ocupa, resultaba tempranamente tenebroso.

Muchos de los que hoy reconocen estar arrepentidos es posible que aún justifiquen su voto por el gran imputado, apelando al argumento que en su momento exhibió el escritor Malcom Deas (2014): “Uribe era un presidente que necesitaba Colombia. Después de él hay un antes y un después… Sí, yo creo que hay momentos para la guerra y para la paz. En 2002 el momento era para una política como la seguridad democrática, ahora el país vive otro momento…”.

No sé qué pueda pensar hoy Deas al ver como esa forma perniciosa forma de operar el Estado fue consolidando en Colombia un régimen criminal, mafioso y autoritario. Con una precisión importante: el país ya sabía o debía saber de las andanzas de Uribe cuando pasó por la Aerocivil y cuando estuvo al frente de la Gobernación de Antioquia. Las masacres de El Aro y La Granja son dos enormes manchas que aún están presentes en la hoja de vida del hijo de Salgar. Son además indelebles imágenes a todo color de la infamia de quien usó el Estado para dar rienda suelta a sus complejos y caprichos de macho cabrío.

Hoy, cuando se advierten riesgos para una transición democrática en caso de que Gustavo Petro Urrego llegue a convertirse en presidente, sería importante para el país escuchar esos millones de conversos pedir perdón. Aprender de ese particular y doloroso error nos hará a todos mejores ciudadanos. Quisiera oír a varios de esos arrepentidos uribistas gritar al unísono esta frase o estribillo: Uribe, soltá a Colombia…

@germanayalaosor

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