Una democracia de pacotilla

Por JORGE SENIOR

Con un enroque ajedrecístico, el presidente Iván Duque mueve dos fichas burocráticas de la entraña uribista: Margarita Cabello Blanco y Miguel Ceballos Arévalo, ambos abogados.  Sale Cabello y entra Ceballos a encabezar el Ministerio de Justicia.  Un enroque de vocales con un mensaje antidemocrático para el país, como vamos a analizar. 

Cabello Blanco, más conocida como “canita” desde hace medio siglo cuando estudiaba en el colegio Lourdes de Barranquilla, fue elegida en plenaria presencial del Senado de la República como la primera mujer Procuradora General de la Nación (período 2021-2024).  Abogada de la CUC, aún no se ha graduado en la maestría en derecho procesal contemporáneo de la Universidad de Medellín, pero sí ha hecho un largo recorrido burocrático de la mano de varios clanes políticos.  La Casa Name y la Casa Char, dos dinastías y poderosas empresas electorales de su natal Barranquilla, le dieron el impulso inicial.  Esa cercanía con un sector de la masonería no impidió que el exprocurador ultraconservador Alejandro Ordoñez (destituido en 2016 por el Consejo de Estado) le sirviera de puente para desembocar en el uribismo. 

El uribismo practica lo que critica, la aniquilación del principio democrático de la separación de poderes. Imagen tomada de Semana.com

Al mover la puerta giratoria y tomarse la Procuraduría, el uribismo practica lo que critica, la aniquilación del principio democrático de la separación de poderes, tal como ha hecho el gobierno de Maduro de Venezuela y el anterior gobierno de Santos en Colombia y, por supuesto, el propio Álvaro Uribe en su doble presidencia.  Hoy por hoy ninguna rama del Estado colombiano tiene independencia del poder ejecutivo, hasta la Corte Suprema de Justicia está cercada y amenazada.  El Tribunal Administrativo de Cundinamarca, en un fallo de tutela interpuesta por un joven estudiante, tuvo que llamarle la atención a Duque Márquez por su interferencia manifiesta en los casos judiciales de su jefe político, Uribe Vélez.

Al momento de escribir esta columna se da por hecho que el abogado javeriano y exdecano de la Universidad Sergio Arboleda, Miguel Ceballos Arévalo, será el reemplazo de Cabello Blanco en el Ministerio de Justicia, donde ya había sido viceministro en el gobierno Uribe.  Como es usual en la administración Duque, se premia el mal desempeño, pues no de otra manera se puede calificar la gestión de Ceballos en la Oficina del Alto Comisionado para la Paz (OACP), donde se dedicó a ralentizar –por decir lo menos- la implementación de los Acuerdos con las FARC, mientras los excombatientes siguen siendo asesinados a cuentagotas. Es un caso similar al de Darío Acevedo Carmona en el Centro Nacional de Memoria Histórica.  El objetivo es claro: hacer trizas los acuerdos y sabotear la paz. 

El aumento de las masacres, del asesinato de jóvenes y de líderes sociales, el nulo avance de posibles diálogos con el ELN, todo en la realidad colombiana muestra un fracaso del Alto Comisionado saliente.  Como si fuera poco, esta semana aparece la cereza en el pudín, una frutilla ideológica.  Justo cuando Ceballos sale del cargo, se conoce una patética cartilla producida por su oficina para la Escuela Superior de Administración Pública ESAP, que es la institución que forma a los funcionarios públicos. El opúsculo va dirigido a la Unidad 2 de un Diplomado de la ESAP titulado Paz, convivencia y cultura de la legalidad.  El autor de la cartilla es un antiguo estudiante de Ceballos, Camilo Noguera Pardo, abogado católico conservador de la Universidad Sergio Arboleda.  Ya que están de moda los perfilamientos, es el mismo perfil del presidente Duque y del fiscal general Francisco Barbosa: abogados, católicos, conservadores y egresados de la Sergio, la universidad cristiana fundada por Álvaro Gómez Hurtado y el exprocurador Rodrigo Noguera Laborde.

Agosto parece ser el mes de los escándalos producidos por cartillas. En 2016 fue la cartilla apoyada por la ministra de Educación, Gina Parody, acusada de promover la “ideología de género” en las escuelas, pretexto para una reacción que terminó incidiendo de manera decisiva en el resultado a favor del No en el Plebiscito por la Paz.  Ahora aparece otra cartilla, publicada hace un par de meses, pero conocida públicamente apenas esta semana a raíz de un artículo de Laura Ardila en La Silla Vacía.

Respaldada con los logos de la OACP y la ESAP, la cartilla entre las páginas 5 y 16 acusa a la “ideología progresista” de ser causa teórica de las violencias secundarias a través de sus “pilares”: materialismo pragmático, ética relativista, mercantilización de la vida social, ateísmo, escepticismo y consumismo.  Dice que el paradigma progresista predomina en las sociedades contemporáneas, y que eso explica el aumento de las violencias y el fracaso de las experiencias de paz.  Según Noguera, la ideología progresista se basa en la autonomía del individuo y, por ende, se identifica con el individualismo ético lo cual lleva al “extravío moral”. Frente a eso opone la doctrina social de la Iglesia (se sobreentiende que se refiere a la católica) y la escolástica de Aristóteles y Santo Tomás, que el autor llama “ética de las virtudes” y “realismo filosófico”, que viene a constituir el marco teórico de la enseñanza que el diplomado ofrece.

He aquí otro principio democrático que se viola en Colombia, la separación Iglesia – Estado, como se observa en oficinas de gobernaciones, alcaldías, ministerios y eventos oficiales, donde funcionarios con poder exhiben e imponen su credo.  Para la profesora de la Universidad del Norte, Laetitia Ruiz, la cartilla vulnera este principio liberal y viola los derechos humanos de los ateos o los que tienen otras creencias distintas a las defendidas por su autor, dado que aparece en una publicación oficial.  En contraste, prefiero aceptar la excusa de Miguel Ceballos, jefe de Camilo Noguera, cuando se refugia en la libertad de cátedra dando a entender a La Silla Vacía que la cartilla es la opinión personal del profesor Noguera, pero no le creo cuando dice no compartir el planteamiento. Es evidente por sus antecedentes y trabajo conjunto que Ceballos y Noguera comparten una visión ultraconservadora católica, que recuerda las posiciones del quemador de libros Alejandro Ordoñez.  Comparten, por ejemplo, la filosofía de Jacques Maritain, de la Orden de los Hermanitos de Jesús.  Ideas obsoletas, mal argumentadas en un texto que no parece escrito por un magíster y doctor.  Ante este adefesio de mala filosofía fácil de refutar, lo que procede es un debate que la propia ESAP debiera organizar.  Un indicio del bajo nivel académico de la cartilla de marras es su pobre bibliografía.

Veamos rápidamente algunos errores (horrores). La cartilla confunde autonomía con individualismo y revuelve materialismo ontológico con materialismo moral vulgar, un nivel de estudiante de bachillerato a lo sumo.  Define “escepticismo” de una manera que se corresponde con el enfoque relativista del posmodernismo, una corriente antiprogresista, pero se lo atribuye al progresismo.  El tema 2 es una gigantesca falacia: “hombre de paja”, inventando “ismos” y atribuyéndoles características de manera arbitraria.  Noguera dice apoyarse en la ciencia, la razón y la objetividad, pero luego se ancla en el concepto “alma espiritual”, que nada tiene de científico u objetivo, pues no es más que un dogma de la tradición religiosa medieval.  La cartilla acierta en criticar la mercantilización de la vida, equivalente a lo que llamo el “totalitarismo de mercado”, pero yerra al no identificar el origen neoliberal de esa ideología, que el propio uribismo abraza.  Y así podríamos seguir. 

Coletilla: después de este recorrido por la semana que termina, queda el sinsabor de una nación sin separación de poderes, sin contrapesos ni separación Iglesia – Estado.  En suma, somos una democracia de pacotilla.   

 @jsenior2020

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