Un merecido chapuzón

Por OLGA GAYÓN/Bruselas

En los países mediterráneos, en verano, el calor puede llegar a convertir el ambiente en un verdadero infierno. Si estás cerca de la playa o de una piscina, debes sentirte como uno de los grandes privilegiados del planeta.

He estado en julio y agosto, los meses en los que más aprieta el calor, en el Mediterráneo español. Camino al mar en el coche -con mi familia y con aire acondicionado, por supuesto-, he visto a los obreros trabajando en construcciones o en obras sobre la calle, a temperaturas que superan los 40 grados. Y me he sentido muy mal. No me gusta sentirme bien mientras otras personas no están tan cómodas como yo. En esas ocasiones, siempre me ha asaltado una pregunta: ¿cómo es posible que la necesidad económica lleve a estas personas a tener que trabajar bajo temperaturas que con toda seguridad para ellas son bárbaras? ¿Por qué no existen normas que las protejan durante un calor severo?

Y sí; generalmente quienes soportan ese ardor inclemente, son extranjeros; personas que quizás todavía no han sido beneficiarias del Estado de bienestar, o que tienen tal cúmulo de obligaciones (incluso con su familia, que se encuentra en su país de origen), que no puede elegir: soportan ese sol sobre sus cuerpos mientras intentan hidratarse con unas cuantas botellas de agua que, por supuesto, hace rato dejó de estar fría.

Alguien dirá: pero es que el mundo no se puede parar porque las temperaturas estén por encima de los 40 grados. Ese alguien seguramente es uno de los privilegiados que podrá gozar de vacaciones durante el verano o, trabajará en lugares cubiertos y refrigerados. Y es verdad que la economía de un país no se puede detener por las altas temperaturas. Pero sí se podrían programar las horas laborables para los obreros que están sin protección bajo el sol, a unas horas en las que los grados bajen un poco, es decir pasadas las 4 de la tarde, hasta las 10 u 11 de la noche, que allí todavía hay luz del día, como sí se hace, muy poco la verdad, en algunos sectores. 

Ignoro si la fotografía es de algún país europeo del Mediterráneo o de cualquier otro lugar. OG

Particularmente, yo soy muy sensible al calor. Recuerdo que cuando vivía en Madrid siempre, en las vacaciones de verano, “huíamos” al norte de España o a los países del norte de Europa, porque ni mi pareja, ni mi hijo, ni yo, disfrutamos, ni siquiera del mar, mientras el termómetro esté por encima de los treinta grados. Pero esto no es lo usual en la gente que tiene ese hermoso privilegio de habitar en los países mediterráneos; creo que todavía no somos tan numerosas las personas que no soportamos el calor.

Por tanto, al ver esta fotografía, donde es evidente que los obreros de esta construcción han hecho de un contenedor de la obra su piscina particular, no puedo evitar emocionarme. ¡Cuánta alegría me produce verlos disfrutar en medio de ese infierno estival! Supongo que han parado su jornada para gozar de su ingeniosa piscina. Sí; este es el chapuzón más merecido que he visto en toda mi vida. Aplausos a su maravillosa idea y al anónimo fotógrafo que inmortalizó este momento; este último, un valiente compañero que se privó durante unos segundos de esta agua que, para ellos será la más cristalina y sabrosa que hayan tenido nunca sobre sus cuerpos.

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