Un día bajé a mi hijo y no lo volví a cargar

Relato de una madre amorosa

Lo cargué cuando se había lastimado. Lo cargué cuando estaba emocionados. Lo cargué cuando estaba cansado. Lo cargué cuando aún era demasiado pequeño para ver lo que yo podía ver.

Y de pronto un día lo bajé… y ya no lo volví a cargar.

Un día, sin darme cuenta, se hizo grandes. Demasiado grande para caber en mis brazos. Demasiado grande para colgarse de mis piernas. Demasiado grande para descansar en mi pecho. Un día lo bajé y ya no lo volví a cargar.

Un día, sin darme cuenta, se hizo fuerte. Lo suficientemente fuerte para seguir adelante, aunque estuviera cansado; lo suficientemente fuerte para calmar su propio dolor. Lo suficientemente fuerte para enfrentar sus más profundos miedos. Un día lo bajé y ya no lo volví a cargar.

Un día sin darme cuenta, mi hijo ya podía ver lo mismo que yo podía ver… y más: podía ver la belleza del mundo, podía ver a aquellos que la sociedad ignora, podía ver soluciones donde otros veían problemas. Él ya triunfa o cae derrotado, sin que yo esté ahí.

Y aunque físicamente ya no lo cargue, siempre estaré ahí para aplacar sus miedos, para escucharlo cuando lo necesite, para aplaudirlo por sus logros, para darle un consejo en tiempo de dudas o simplemente para abrazarlos sin necesidad de palabra alguna.

Pero ya nunca descansará en el borde de mi cadera ni se quedará dormido con sus pequeñas piernitas colgando de mí. Ya nunca necesitará mi ayuda para ver por encima de la gente. Ya nunca será pequeño para caber entre mis brazos. Ya nunca levantará sus brazos para que yo lo cargue.

¡Pero siempre estaré ahí, disfrutando de su alegría y llorando por su dolor!

Disfrutemos a nuestros hijos que el tiempo vuela y no perdona…❤️

Sobre el autor o autora

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Social media & sharing icons powered by UltimatelySocial