¿Un Congreso sin mermelada ‘histórica’?

Por H.G. RUEDA

Hoy se instala el nuevo Congreso de la República, que presidirán Roy Barreras y David Racero, dirigentes del Pacto Histórico. Tendrán la enorme responsabilidad de sacar adelante la agenda legislativa prometida por el presidente electo, Gustavo Petro. Las preguntas son: ¿lo lograrán? y ¿a qué costo? Las expectativas son enormes. El nuevo Legislativo tendrá que demostrar que pueden avanzar sin caer en la vieja práctica de la derecha de pasar todo con mermelada.

El Congreso entrante tendrá la particularidad de que por primera vez en veinte años el uribismo será minoría y estará en la oposición. Sin Álvaro Uribe sentado en su curul, el Centro Democrático cayó en barrena y perdió el poder. A ese resultado contribuyó, por supuesto, la pésima gestión de Iván Duque, desconectado de la realidad y capturado por una pequeña camarilla de amigos de universidad, que lo convirtieron en un meme.

La arrogancia del Centro Democrático en su papel de partido de Gobierno los mostró como una organización intolerante, que maltrató a las minorías y atacó sin piedad a sus contradictores.  A partir de hoy estarán vociferando y atacando todas las iniciativas del Gobierno Petro, tratando de derribar la agenda de cambio por la que votaron los colombianos. Su apuesta es bloquear la agenda legislativa y hacer todo el ruido posible, tratando de ganar espacios para reencaucharse.

Es bien sabido que el CD defiende el statu quo y pretende que nada cambie, a menos que los beneficie exclusivamente a ellos. Así que buscarán detener el paquete de reformas, como la tributaria, necesaria para superar el déficit fiscal y sanear las finanzas públicas; la reforma política, urgente para modernizar la política y acabar con los partidos de garaje y las famiempresas electorales; la reforma a la salud, para optimizar el servicio y acabar la intermediación de las EPS; la reforma agraria, aplazada desde hace más de sesenta años y el corazón de los acuerdos de paz de La Habana con las Farc; la reforma a la justicia, necesaria en un país sumido en la impunidad en el que se venden las sentencias y sobran instituciones como la Procuraduría.

De la manera como actúen dependerá la sobrevivencia del CD como partido. La apuesta de ese partido es muy dura. Tal vez por ello Uribe ha estado tan dócil con el nuevo Gobierno y se ha mostrado más dispuesto al diálogo. En la bancada del CD no se vislumbra un líder capaz de empoderarse y convertirse en el sucesor del dueño del Uberimo. Y si alguien tenía ilusiones con Rodolfo Hernández, debe resignarse a verlo irse a dormir temprano y descansar los fines de semana. La oposición no es su fuerte. Mejor un buen paseo en yate.

Los retos también son mayúsculos para el Pacto Histórico, que tendrá en Roy Barreras al líder de la bancada y no a un senador de izquierda radical como Gustavo Bolívar o María José Pizarro. Mantener unida esa bancada será el principal reto de Roy y un dolor de cabeza del presidente Petro. No será fácil manejar tantos egos juntos, ni reprimir los enormes deseos de venganza de quienes están afanados por pasar cuentas de cobro a la derecha, e insisten en el conocido canibalismo de izquierda.

El Pacto Histórico será el motor principal de las grandes reformas, pero sus votos no son suficientes para pasar los proyectos. Por eso, tienen que ceder parte del poder a los aliados, algunos transitorios y con una lealtad volátil: el Polo Democrático, el Partido Liberal, el Partido Conservador, el Partido de la U, los Verdes, ASI y Comunes, un verdadero salpicón de ambiciones.

El inicio de las sesiones del Congreso marca el comienzo anticipado del Gobierno Petro, y el fin del desastroso mandato de Duque, quien pronunciará su último discurso haciendo un balance almibarado de su mandato, al que los colombianos no le reconocen ningún merito, a pesar de haber sorteado la pandemia y reactivado la economía. Pero a Duque ya nadie lo escucha, ni lo respeta. Es previsible que el presidente saliente tenga muchas prevenciones de ir a ese escenario, en el que por primera vez tiene pocos amigos y está en minoría.

¿Qué puede decir Duque que sea de impacto? No mucho. La caja de sorpresas esta vacía desde hace años y Duque solo dice frases que únicamente causan risa y no cambian los imaginarios de la opinión pública. Es previsible que haga un extenso autoelogio sin reconocer su fracaso, y se dedique a recitar cifras que a estas alturas del partido a nadie ya le importan.

La gran sorpresa del día sería la presentación de los proyectos de ley del Gobierno entrante, sobre los cuales hay mucha expectativa, especialmente la reforma tributaria. Ese texto es esperado por la oposición como el eje de su lucha por aguarle la fiesta a Petro y ponerle fin a su luna de miel con la opinión pública. Los adversarios del nuevo gobierno creen que más impuestos solo generarán fuertes reacciones en la calle. La paradoja es que esta vez quienes antes rechazaban la protesta de la sociedad civil ahora la promoverán para ganar votos. Habrá que esperar lo que sucederá en las calles.

Con semejante crisis económica mundial, la inflación galopante y el déficit fiscal en las nubes, hablar de más impuestos suena a suicidio, y Petro ama la vida. Por eso, el reciente designado director de la Dian ha sido enfático en bajar del bus a quienes desde el nuevo gabinete promovían más gravámenes. Es increíble que a un ministro designado lo desautoricen sin haberse posesionado. Pero eso demuestra que más impuestos o menos impuestos, pero sobre todo impuestos, será el tema clave de los primeros 100 días de gestión de Petro.

Los nuevos mejores amigos de Petro están listos para ferrocarrilear los cambios, pero eso tiene un precio. Lo malo es que la burocracia no es infinita y de pronto no alcanza para todos. Los partidos no se adhieren a un gobernante para que los aplaudan, sino para sacar réditos y para muchos congresistas eso significa mermelada. El Gobierno entrante tendrá que demostrar que la nueva política que impulsan es dietética y sin mermelada. Porque deberán aplicarles a los aliados la famosa frase de Mockus: “Yo vine porque quise, a mi no me pagaron”. No hacerlo así será una enorme decepción para quienes votaron por el cambio.

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