Por PUNO ARDILA
Con el inminente regreso a clases, me preparo para retomar las discusiones con los estudiantes y la revisión de argumentos básicos y falacias comunes, que son muchas. Para aprovechar estos últimos días de visita, que ha tenido a bien permitirme, le pregunto al ilustre profesor Gregorio Montebell cuál considera el argumento más contundente: si el de autoridad, el de ejemplificación, el racional o el de hecho.
—Depende —me responde de inmediato, sin siquiera voltear a mirarme.
¿Depende de qué?
—Depende del interlocutor. Porque si a usted le cae algún caza-prosélitos con la Biblia o con la guía del Centro Democrático en la mano, no habrá manera de que le pueda demostrar absolutamente nada, así sea con un argumento de hecho; así le muestre usted que está lloviendo, él le va a decir otra cosa. Pero si, en cambio, usted habla con alguien receptivo, seguramente bastará con que le plantee cualquier argumento racional, y ya está. Pero eso no es fácil por estos lares. Y se lo pinto con ejemplos:
Si usted ve a una persona descargando una volqueta de basura en una fuente de agua, o quemando residuos plásticos, no espere que un argumento racional para explicarle el daño que hace al universo y a él mismo, le sirva para convencerlo de que está cometiendo un error. Es como cuando usted le dice al motociclista que no tiene luz trasera, o que use la luz direccional, o cuando le sugiere a quien compra en la tienda que no lleve bolsas plásticas, o que basta con una; lo más probable –si está de buenas– es que lo ignoren por completo o, peor aún –si está de buenas–, le respondan con un dulce y espontáneo “no sea sapo”- Y pueda que le adoben la respuesta con palabras como “gonorrea” o “pirobo”, que además le pueden servir para dos cosas: una, para entender con qué clase de persona habla, y, dos, para hacerle caso, y dejar de ser sapo (algo verdaderamente saludable en estos tiempos).
Ahora, si consideramos su pregunta, piense que debe cambiar “contundente” por otra palabra, como “oportuno”, por ejemplo. Así puedo decirle que con lo dicho atrás le estoy contestando, porque si su interlocutor tiene encendido el uso de razón, tal vez con el argumento racional sea suficiente. Si no es así –que es lo más común– intente usar otros argumentos con las personas que cité atrás, después de agotar los argumentos racionales, y podrá ver que no hay ejemplos ni autoridad ni hechos que puedan servirle frente a quien se niega a usar la razón.
En la Colombia que nos está tocando vivir, los argumentos no funcionan frente a la tozudez de la gente, que se vale únicamente de las neuronas de su corazón para idolatrar a un personaje a todas luces siniestro. Y no hablo de alguien en particular, porque puede ser un político, un jugador, un cantante; o se vale el pueblo de las neuronas del estómago para resolver el día a día, sin que para ello entienda que no está bien asaltar a un transeúnte, vender el voto por un tamal o hasta vender a la mamá para conseguir lo del diario. Pero aquí la gente piensa con las neuronas de cualquier parte del cuerpo, menos con las del cerebro.
Así que mejor no espere que frente a una “discusión” cualquiera un parroquiano en Colombia termine aceptando los argumentos que usted le plantea, por más evidentes, racionales o contundentes que parezcan. Acostúmbrese a que en Colombia la gente no piensa con la cabeza; piensa con otras partes del cuerpo, hasta con las patas.
@PunoArdila
(Ampliado de Vanguardia)