Toma del Capitolio en Washington: si por allá llueve…

Por GERMÁN AYALA OSORIO

Los hechos violentos, cargados de sedición y extremismo ideológico, ocurridos en el Capitolio de EE.UU., deben de servir de lección al mundo, pero en particular a Colombia. Y la enseñanza va en la siguiente dirección: la democracia y sus instituciones deben estar por encima de los liderazgos tóxicos de líderes mesiánicos, extremistas y ególatras, que no solo insisten en la idea de corporativizar el Estado, sino de hacer de la política un negocio.

Donald Trump y lo que se conoce como el trumpismo no solo pretenden desconocer el triunfo de Biden en las pasadas elecciones, sino negar la legitimidad de las instituciones democráticas y electorales que garantizaron la jornada de votación del 3 de noviembre de 2020. Y de paso impedir que en nombre de esta, se diera el reconocimiento en el Capitolio de los votos electorales alcanzados por Joe Biden y por esa vía, ratificar-legitimar el triunfo demócrata.

Hay hechos y circunstancias de lo que viene aconteciendo en USA que guardan estrecha relación con lo que vive Colombia de tiempo atrás. En adelante expondré varias nomenclaturas con las cuales será posible visibilizar los “parecidos” circunstanciales entre los dos contextos democráticos. La primera de esas nomenclaturas o vocablos es Polarización. La segunda, Machos. Y la tercera, Castrochavismo. Estas tres “categorías” tiene vida propia y un carácter engañoso.

Medios de comunicación gringos y colombianos, al igual que analistas, insisten en que Colombia y la Unión Americana exhiben altos niveles de polarización política. En anterior columna señalé que no existe tal polarización política en nuestro país. Y que más bien, lo que viene sucediendo en Colombia es la radicalización del discurso de la derecha y la ultraderecha, representada en lo el uribismo.

Las figuras de Trump y Uribe son asumidas por sus seguidores como deidades frente a las cuales solo hay que mostrar agradecimiento. Foto tomada de Semana.com

Lo que hoy se vive en Estados Unidos es la consolidación del discurso autoritario de Donald Trump, seguido por millones de americanos y latinoamericanos que niegan no solo las crisis ambientales (cambio climático) y la presencia del Covid19, sino el derecho a pensar diferente, a opinar y a controvertir al poder. En Colombia, de igual manera, existen millones de compatriotas que negaron en un principio la presencia y los daños generados por el virus, e insisten en llamar “mamertos” a los que hablan de Cambio Climático y de la necesidad de ajustar el modelo de desarrollo, fundado en la agroindustria y el extractivismo. En ambos países, las figuras de Trump y Uribe se asumen para sus seguidores como deidades frente a las cuales solo hay que mostrar agradecimiento.

Los seguidores de Trump y de Uribe comparten además de una supina ignorancia, la férrea defensa de los intereses privados y la consecuente captura del Estado, en el marco de un dañino y anacrónico antropocentrismo, en el que la idea del Gran Macho Blanco une a estos dos políticos, enemigos de los afros y de los indígenas, del ambiente y de todo lo que huela a izquierda.

Quienes irrumpieron en el Capitolio, alentados por el sedicioso y mal perdedor Donald Trump, hacen parte de la cofradía de ‘machos’ americanos que deambularon armados con palos y fusiles durante la jornada electoral del 3 de noviembre de 2020, intimidando a los demócratas que querían y esperan un cambio con Biden. Esos Machos blancos americanos que odian a los inmigrantes, comparten los mismos métodos y el discurso violentos con los ‘Machos’ colombianos, con una diferencia sustancial: los machos criollos se autoproclaman blancos, casi arios, a pesar de ser mestizos. Es decir, al negar sus propios procesos de mestizaje, entran en una especie de “confusión étnica”, en la que soportan su animadversión hacia indígenas y afros.

Castrochavismo es la tercera nomenclatura que permite de alguna manera encontrar similitudes entre lo que viene sucediendo en la tierra del Tío Sam y en Colombia, un país y una nación que desde 2002 vienen siendo asumidos y manejados por ganaderos y latifundistas como si se tratara de un platanal con bandera. Esos mismos que conviertes pantanos y baldíos en potreros y concentran cada vez más la tierra en pocas manos, han resultado beneficiados no solo por las políticas agrarias y extractivistas aupadas por Uribe, Santos y Duque, sino por el efectivo debilitamiento de las autoridades ambientales, en particular entre 2002 y 2010.

Esta última nomenclatura fue protagonista en las pasadas elecciones en territorio americano, gracias a la intromisión de miembros del Centro Democrático, entre ellos el expresidente y expresidiario Álvaro Uribe Vélez, quienes buscaron asustar a los votantes demócratas y de indisponer a los republicanos advirtiéndoles sobre el riesgo de “convertirse en Venezuela” si Biden llegara a ganar la presidencia.

Así las cosas. Polarización, Machos y Castrochavismo son tres vocablos que permiten comparar lo que viene aconteciendo en Estados Unidos y en Colombia, de la mano de Trump y Uribe y de sus áulicos, para el caso americano dispuestos a irrumpir de manera violenta en el Capitolio, y para el caso colombiano aplaudir eel sistemático asesinato de indígenas, lideresas y líderes sociales, de firmantes de la paz, defensores de los DDHH y del ambiente.

Ya veremos en las elecciones de 2022 en Colombia cuál será la reacción de los uribistas, en caso de que el resultado electoral les sea adverso. Recordemos que ya hubo una amenaza de parte de Uribe y de los uribistas, cuando señalaron que, de haberse impedido la reelección del latifundista antioqueño, en Colombia habría una “hecatombe”.

@germanayalaosor

Sobre el autor o autora

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Social media & sharing icons powered by UltimatelySocial