La muerte de Maradona como noticia

Por GERMÁN AYALA OSORIO

Con cada fallecimiento, bien por hechos de violencia o por causas naturales, el ser humano vuelve a dejar en claro su indisoluble relación con la muerte. Con la partida de Diego Armando Maradona la finitud vuelve a ser noticia, compartiendo palco con la figura del fútbol argentino que viajó “al más allá” este 25 de noviembre de 2020.

Los periodistas deportivos que ayudaron a convertir a Maradona en un ídolo se ven hoy en la obligación de cubrir el hecho noticioso, exponiendo no solo su pesar por la expiración del 10 argentino, sino dejando entrever que este iluminado para jugar a la pelota “jamás debió morir”, porque habría salido de las entrañas de un Dios con el que Diego Armando compartía el trono signado para un solo todopoderoso.

Ningún ser humano, por famoso y virtuoso que sea, debe ser exaltado como el periodismo deportivo suele hacer con futbolistas o deportistas.

Luego de unas horas de conocerse la noticia de la defunción del astro del fútbol mundial, el periodismo deportivo y sus periodistas se mueven entre la necesidad periodística de hacerle reverencias al talentoso futbolista, sin dejar de hacer referencia a la vida licenciosa de quien parece que en algún momento de su afamada existencia se olvidó de su fragilidad y su condición finita. Así, el péndulo moralizante del periodismo deportivo oscila entre construir un drama de carácter mundial por la muerte de Maradona, o insistir en volver a la condición natural de morir un asunto extraordinario, en virtud del reconocimiento planetario del exjugador de la selección argentina.

Por ese camino los medios masivos, en particular los de habla hispana, contribuyen a consolidar a Diego Armando como leyenda: un ídolo, un modelo a seguir. Nadie duda que se fue un grande del fútbol gaucho y del mundo, pero ese hecho natural no puede opacar la dimensión enajenante que acompaña a este deporte espectáculo, por las pasiones que despierta en millones de ciudadanos alrededor del planeta. Como tampoco puede usarse la partida del “Pelusa” para ocultar los desafíos y bravatas éticas en que incurrió el zurdo, cuando hizo ese gol con la mano de Dios. O cuando Argentina -sin Maradona- fue el campeón mundial de Argentina 78, con la sospecha de haber derrotado a Perú 6 a 0 en la fase inicial del torneo, con el pago de coimas a los jugadores de la muy talentosa selección inca. Tampoco puede servir el viaje sin retorno de Maradona para dejar de señalar que ese torneo se prestó para ocultar los desmanes de la dictadura militar.

Ningún ser humano, por famoso y virtuoso que sea, debe ser exaltado como el periodismo deportivo acostumbra hacer con futbolistas o deportistas, en particular porque las lisonjas y las flores arrojadas en vida y en los funerales devienen acompañadas de la condición de ser Hombres. Así como el planeta sobreviene masculinizado, los periodistas deportivos suelen actuar como agentes masculinizantes.

Sí, se fue Maradona, y su partida, más que a los millones de sus admiradores y fanáticos, debe importarles a los miembros de su círculo familiar. Lo demás, decir que el “mundo llora a Maradona”, no deja de ser una exageración de un periodismo deportivo que muy pocas veces ha sido capaz de confrontar, moral y éticamente, a un deporte espectáculo que ha servido para esconder las bajezas y la ruindad de la especie humana.

Paz en la tumba de Maradona. Un ídolo, un Dios mortal que no pudo gambetear a la muerte.

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