El Maradona que encontré en el Larousse

Cuando no existía Google y menos Wikipedia, yo acostumbraba de manera juiciosa consultar el Pequeño Larousse Ilustrado. Nunca entendí lo de pequeño porque, sin importar su tamaño, cualquier edición siempre contaba con un amplio contenido. En ese momento buscaba una biografía sobre Maquiavelo, pero me sorprendí al ver unas definiciones más abajo la palabra Maradona.

Así lo reseña el texto: “Maradona (Diego Armando), futbolista argentino, n. en 1960. Jugador de Argentinos Juniors, Boca Juniors, Barcelona, Nápoles, de gran habilidad y eficacia. Participó en el campeonato del mundo de 1986, en el que se proclamó vencedor el equipo de su país”.

Maradona era el único deportista que aparecía en todo el libro lleno de acepciones de geografía, literatura, historia, mitología, arte, música y ciencia.

Así aparecía en la página 1.421 la definición sobre el jugador argentino; era difícil que esta palabra pasara inadvertida, pues su tipografía era un poco más grande que la de las demás definiciones. Además estaba en negrilla, mientras todas las demás, de todo el diccionario, eran grises.

Pero bueno, pensé que si estaba Maradona, también debía estar Pelé, el astro brasilero que fue campeón del mundo en tres ocasiones. Era apenas razonable que también estuviera, pero la frustración fue grande: lo más cercano que encontré fue un tal Peleo, “rey legendario de Yolcas, esposo de Tetis y padre de Aquiles”.

Algo raro pasaba, así que recordé a otro gran futbolista: Johan Cruyff. Pero no estaba. Y me acordé de otro argentino, toda una leyenda: Alfredo Di Stéfano, pero tampoco aparecía. Ni siquiera me tomé el esfuerzo de buscar a Willington Ortiz. Bueno, si no estaba Pelé… Pero, ¿por qué sí figuraba Maradona?

Enseguida busqué a otros deportistas, aparte del fútbol, que también eran célebres: Nadia Comăneci, la primera gimnasta en obtener un 10 en los Juegos Olímpicos; Johnny Weissmüller, quien además de ser campeón en natación interpretó a Tarzán en varias películas; o el legendario Jesse Owens, que obtuvo cuatro medallas de oro en los Olímpicos de Berlín frente al bigote de Hitler, pero ninguno de ellos apareció en el Larousse.

Así las cosas, Maradona era el único deportista de fama internacional que aparecía en todo el libro lleno de acepciones de geografía, literatura, historia, mitología, arte, música y ciencia. Sin embargo, en la página 1.420, una antes de donde estaba el futbolista, aparecía Manolete, el torero español que murió de una cornada en Linares. Digamos que fue lo más cercano que encontré a un deportista.   

Todo esto me llevó a revisar por primera vez en un diccionario esas primeras páginas donde viene la información de dónde y cuándo fue impreso el Larousse. Lo hacía con los libros de literatura, pero nunca lo había hecho con un diccionario.

Lo primero que vi era que tenía autor. Uno se imagina que los diccionarios son hechos por una gran cantidad de personas, pero aparecía el nombre de Ramón García-Pelayo y Gross. Sospeché que era argentino, no pude averiguar de donde exactamente, pero sí aparecía como miembro de la Academia Argentina de Letras, de la Academia Boliviana de la Historia y de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo.

Aunque no sé exactamente de dónde es Ramón García, ni siquiera lo supe cuando hoy consulté Wikipedia y Google en busca de ese “autor”, y aparecieron dos indicios de su cercanía con Argentina, incluido el de las Bellas Artes de San Telmo.   

Pero aparecía “Ediciones Larousse Buenos Aires, 1988”, y creo que eso respondió mi intriga. Los argentinos son campeones, con razón o sin ella, en crecer a sus ídolos: Eva Perón, Carlos Gardel, Mafalda… y Maradona, por supuesto. Y si había que incluirlos en un diccionario enciclopédico con la categoría del Larousse, pues había que buscarlos. Sobra decir que a todos ellos los encontré, incluido Quino.

A propósito, un año duro para los argentinos que se están quedando sin ídolos, este año ya se fueron dos: Joaquín Lavado (Quino) y Diego Armando Maradona.

No sería raro entonces que en una edición reciente del Larousse (si es que aún existe, pues por culpa de Google y Wikipedia estos fabulosos diccionarios fabulosos están quedando en el olvido), ya aparezca la definición de Messi y hayan olvidado, claro está, la de Ronaldo, tanto el brasilero como el portugués.

Lo que aprendí de todo esto es que el fin justifica los medios, como diría Maquiavelo.

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