“Se busca” a Esperanza Castro

Por GERMÁN AYALA OSORIO

A Esperanza Castro, racista vociferante y fiel seguidora de Álvaro Uribe Vélez, la buscan las autoridades apelando a la publicación de un cartel tan infame como el racismo estructural en el que sigue instalada esa señora y gran parte de la sociedad colombiana.

Dicha energúmena manifestante de extrema derecha dejó ver su animadversión étnica soportada en su ignorancia y falta de lectura, de empatía y de unos mínimos éticos que como ciudadana está obligada a tener si pretende vivir en sociedad. Su lenguaje procaz y la asociación perversa e infantil que hizo de la vicepresidenta Francia Márquez con la figura del simio deja ver que sigue atorada los viejos tiempos de la esclavitud.

Con la figura del simio, tuvo además la intención de subvalorar al pueblo afro, poniéndolos a todos bajo la condición animal. Sigue instalada en un discurso antropocentrista, con el que insiste en poner al ser humano en una relación superior sobre otras especies consideradas como inferiores. Castro debe saber que ella, quien escribe esta columna y todos los millones de seres humanos que estamos en el planeta, incluida por supuesto Francia Márquez, somos animales humanos y que a los otros los podemos llamar animales no humanos. Y debe también aprender a reconocer que la perversidad de los seres humanos no tiene parangón alguno con el comportamiento de los animales no humanos. Ni siquiera a los considerados como salvajes.

Con la apaleada recibida en las redes sociales debería de ser suficiente para que la señora Castro tome conciencia del daño que infringió a todos los pueblos afros de Colombia y del mundo. Con su judicialización por racismo, sufrirá muy seguramente las consecuencias de un ordenamiento jurídico que quizá la ponga tras las rejas, pero que en un sinnúmero de ocasiones ha favorecido a personas que han cometido faltas mucho más graves, incluso delitos de lesa humanidad, sin que hayan sido tocados por el mazo de la justicia. Por ello el cartel de Se busca constituye una exageración institucional que, si bien manda un mensaje reparador para los pueblos afros al mostrar que no se tolera el racismo, el carácter ejemplarizante que acompaña su publicación termina diluyendo al primero.

Imagino que la señora Castro, por recomendación del abogado que la represente, ofrecerá públicas disculpas y conciliará con quienes decidan demandarla por racismo. Jurídicamente su caso se cerrará, pero la animadversión de ella y de millones de colombianos contra “los negros” permanecerá latente, vivita y coleando. continuará. Eso sí, se cuidarán de dar declaraciones públicas a reporteros que sepan “picarle la lengua” a quienes desde el triunfo de Gustavo Petro y de Francia Márquez tenían atrancada en la garganta su rabia porque no solo les indigna que las “gobierne un simio, sino un guerrillero”.

En un juego antinómico con su nombre y apellido, Esperanza Castro termina siendo una fuente de desesperanza para aquellos que aún creen posible que podamos superar el racismo  y la animadversión que, por diferencias ideológicas y políticas, hace fácil apretar el gatillo y “tirar al río a comunistas”.

@germanayalaosor

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