Rodrigo Pardo, el amigo

In memoriam

Al escuchar la infausta noticia de la muerte de mi amigo Rodrigo Pardo García-Peña, mis pensamientos se arremolinaron de forma confusa en mi memoria y procuré serenarme.

Recordé las elecciones presidenciales cuando Alfonso López Michelsen se enfrentó a Belisario Betancur y, en franca lid, perdió su aspiración presidencial. Para los camilistas que habíamos bajado del monte y aceptamos una estrecha amnistía, fue una dura prueba, pues manteníamos la esperanza de que el expresidente López volviera al Palacio de Nariño y diera comienzo a su aplazado y anunciado programa de reformas sociales y conversaciones de paz con las guerrillas de las Farc y el Eln, de la que tanto comentaba.

Sin embargo, fue Betancur quien abrió las pesadas compuertas del régimen bipartidista y volcó sobre Colombia sus inusitados esfuerzos por la reconciliación nacional, la amnistía y la paz.

Una de sus primeras decisiones fue traer a intelectuales que se habían marchado fuera del país. Entre ellos sobresalían los profesores Marco Palacios y Alicia Puyana, quienes hacía un tiempo largo se encontraban radicados en la Universidad Nacional Autónoma de Méjico, y quiso articularlos a las esperanzas y propuestas programáticas de paz con los insurgentes.

Mi amistad con Marco y Alicia venía desde años atrás, cuando, con el inolvidable sacerdote Camilo Torres Restrepo, nos articulamos al Frente Unido del Pueblo que tantos sueños y esperanzas desató en las juventudes universitarias de entonces.

Alicia se vinculó a la Universidad de Los Andes y comenzó a enseñar su pensamiento económico en las aulas universitarias y a convocar los amigos a reuniones político-académicas.

En una de esas reuniones de Los Andes tuve la inmensa fortuna de escuchar y conocer a un joven profesor, talentoso y brillante, que acaparó mi atención desde el primer momento que lo vi intervenir en la compleja temática de las Relaciones Internacionales. Lo hacía con carácter sereno y didáctico, dando la segura impresión de ser un académico en toda la extensión de la palabra.

La amistad nos fue acercando y comenzamos a interesarnos en la problemática de guerra, violencia y muerte que atenazaba a nuestro país. Se interesó mucho en la vida, obra y lucha de Camilo. Siempre me indagaba por conocer episodios importantes de la vida en la Universidad Nacional del sacerdote Camilo, quien con Orlando Fals Borda y el profesor Eduardo Umaña Luna crearon la primera facultad de sociología en Colombia y en Latinoamérica.

Luego la vida nos unió más, cuando nos identificamos con la propuesta social y política del expresidente Ernesto Samper. Allí sobresalió como un dirigente sabio, de análisis profundo y pausado. Junto con Horacio Serpa, constituyeron el escudo granítico de profunda fortaleza ética que le impidió a los golpistas de turno hacer trizas el gobierno popular de Samper.

Los dos, Rodrigo y Horacio, me llamaron para comunicarme la decisión que habían tomado de nombrarme Embajador de Colombia en Budapest, Hungría. Hecho fraternal y generoso que me comprometía a mí y a mi familia en las complejas tareas diplomáticas en Europa Oriental.

Rodrigo fue un hombre de profundos sentimientos solidarios y fraternales, destacándose siempre como un Defensor de los Derechos Humanos (DD.HH.) y de la Paz.

Hoy, ante su ausencia definitiva inclino respetuoso mi cabeza y deposito en su tumba una flor roja y una lágrima.

Gloria eterna a su memoria.

@alonsoojedaawad

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