Petro, la prensa y la FLIP

Por GERMÁN AYALA OSORIO

No son buenas las relaciones del presidente de la República con la prensa corporativa y tradicional. En el medio de la confrontación está la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP), en el rol de defensora a ultranza del trabajo periodístico y, por esa vía, aportando a la construcción de la narrativa que intenta graduar a Gustavo Petro de “dictador” o, cuando menos, de enemigo de la prensa.  Es decir, la FLIP optó por ser cómplice del trabajo ideologizado de unos medios y periodistas que operan cada vez más como actores políticos, los primeros, y como activistas políticos los segundos. En lugar de actuar como un “juez” imparcial, capaz de llamarles la atención a los periodistas por sus titulares tendenciosos o la publicación de verdades a medias, la FLIP cerró filas desconociendo que en muchas ocasiones las empresas mediáticas y sus periodistas se han equivocado -y de mala fe- en el cubrimiento de hechos de gobierno.

Hay varias circunstancias que de alguna manera explican las actitudes asumidas tanto por el presidente Petro, como por los periodistas. Una de ellas tiene que ver con la nula experiencia de los reporteros y de las empresas mediáticas lidiando con un presidente de izquierda. Al ser Petro el primero, los colegas de los medios masivos se vieron obligados a seguir la orientación política de todos los propietarios de esas empresas mediáticas: deslegitimar al gobierno, exasperar al presidente de la República hasta graduarlo de enemigo del periodismo y de las libertades de prensa y opinión. Para cumplir con tal cometido varios comunicadores entraron en los terrenos fangosos de la desinformación, la mentira, el hostigamiento y la aplicación selectiva de los criterios de noticiabilidad.

Otra circunstancia que aparece en ese escenario comunicativo, de evidente confrontación ideológica, es el carácter contestatario de un presidente acostumbrado a las discrepancias, a contradecir y a intercambiar argumentos. En resumen, Petro es camorrero como ningún otro presidente. Eso sí, no puede compararse con el carácter intimidatorio que el entonces presidente Álvaro Uribe Vélez estableció para sus relaciones con la prensa. Baste con recordar las encerronas que les hacía a los periodistas el latifundista antioqueño en las caballerizas de su hacienda (periodismo de establo).

A lo anterior hay que sumarle la capacidad conceptual de Petro sobre la cual sustenta sus discursos y, por supuesto, su ego. Con estos elementos, pocos periodistas se atreven a confrontar discursivamente al presidente, lo que a llevó a muchos a la tergiversación de los hechos, a la lectura parcial de los mismos e incluso, a mentir sobre asuntos públicos y de gobierno. Baste con recordar lo dicho por Blu Radio, medio que mintió sobre lo acontecido en el Congreso de Diputados en España.  Los aplausos de los asistentes tenían como destinatario al presidente de Colombi que hacía presencia en ese lugar en el marco de su reciente visita de Estado. Blu Radio cambió el sentido de lo ocurrido y dijo que los aplausos iban dirigidos a los miembros del partido VOX, por retirarse del recinto en protesta por la presencia de Petro.

De inmediato Petro en su cuenta de Twitter descalificó la lectura periodística: “esta es una falsedad. No sé cómo o bajo qué ética, un medio de comunicación social puede poner la verdad de cabeza solo por un objetivo político que se deshace por la falsedad. No amigos de Blu, el resto del Congreso no aplaudió a Vox, la bancada que escucha a los fascistas. Aplaudió fue al presidente de su país, amigos. Al presidente de Colombia”.

La respuesta del medio a semejante regaño presidencial se dio en estos términos: “presidente: procedemos a borrar el trino al que usted hace referencia porque efectivamente hubo un error de interpretación del episodio sucedido en el Congreso español por parte del reportero presente en el lugar. Le ofrecemos excusas”.

Una tercera circunstancia que se suma al complejo escenario comunicativo Petro-Prensa alude o da cuenta al uso de la cuenta oficial del presidente en la red social Twitter, como si se tratara de la oficina de prensa de la Casa de Nariño. Petro no suelta el Twitter por dos razones fundamentales: porque sabe que varias empresas mediáticas y específicos periodistas operan unidos para despotricar a diario de su gobierno.

Baste con escuchar a Néstor Morales para darse cuenta de su animadversión hacia Petro y a todo lo que le huela a izquierda. Todos los días en Blu Radio editorializa los hechos noticiosos, hasta el punto en que los oyentes poco entrenados no pueden distinguir entre información y opinión. Sobre estas evidencias, la FLIP guarda silencio cómplice. Y la otra razón por la que Gustavo Petro no deja de trinar es porque no confía en los periodistas, por eso jamás se preocupó por dejar que la oficina de prensa de la Casa de Nariño defienda sus actos y decisiones.

Lo cierto es que esta agria confrontación es provocada por unos medios que, al seguir las instrucciones editoriales politizadas de sus patronos, orientadas a deslegitimar al gobierno, no les importa afectar su propia credibilidad. Al fin y al cabo, saben que una parte importante de las audiencias reciben a gusto esos tratamientos noticiosos, sean tendenciosos, precisos, sujetos a la verdad, o mentirosos. Para cumplir con esas orientaciones existen periodistas que aprovechan los espacios para dejar salir la inquina que de tiempo atrás profesan contra el presidente. No es fácil tener que cubrir lo que se hace desde la Casa de Nariño, cuando se odia tanto al jefe del Estado.

Alguien podría pensar en la posibilidad de un tercero que medie para limar esas asperezas. Es prácticamente imposible que esa mediación se dé por el nivel de confrontación alcanzado entre las partes en contienda. Las relaciones Petro-Prensa podrían mejorar cuando los propietarios de las casas editoriales involucradas (El Tiempo, El Colombiano, Semana, Blu Radio y La FM) acepten de una vez por todas que perdieron las elecciones. Mientras esos medios y sus periodistas apelen a la autocensura, estaremos lejos de actos de censura oficial.

Así las cosas, quedan tres largos años de confrontación entre un presidente de izquierda que no se deja intimidar de la prensa y un ejercicio informativo cada vez más politizado y sujeto como nunca a dar rienda suelta a los intereses de los magnates dueños de medios como El Tiempo y Semana, para nombrar solo a dos de las empresas que decidieron hacer oposición política usando esas dos armas informativas.

@germanayalaosor

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