Por GERMÁN AYALA OSORIO
Después de quedar listas las fórmulas vicepresidenciales de los tres candidatos más reconocidos, resulta interesante explorar qué significa y qué mensajes mandan Gustavo Petro, Sergio Fajardo y Federico Gutiérrez con la escogencia de quienes los acompañarán en la aventura electoral. En su orden, Francia Márquez Mina, Luis Gilberto Murillo y Rodrigo Lara Sánchez.
Los cálculos políticos en el Pacto Histórico para decidirse por la líder ambiental caucana están fuertemente atados a la sorpresiva votación alcanzada en la consulta. Esos casi 800 mil votos le dieron por derecho propio la vicepresidencia, junto a su lucha ancestral por el ambiente, en particular contra la minería paramilitar en el norte del Cauca. Francia Márquez además es una genuina líder afro, que en tal medida debería servir de bisagra para unir a todos los pueblos afrodescendientes de Colombia, en particular a los asentados en el Chocó biogeográfico y el norte del Cauca.
Que Francia Márquez Mina no tenga experiencia como funcionaria no es óbice para gobernar. Lo importante es que sus buenas intenciones las ejecute un equipo técnico-científico, pero, sobre todo, que trabaje con las comunidades ancestrales. Ello implica entonces escuchar y respetar sus proyectos colectivos. En esto están incluidos los pueblos indígenas y las comunidades campesinas.
Para el caso de la fórmula vicepresidencial del hoy “arrepentido” uribista, Sergio Fajardo, se trata de una jugada étnica con la que se busca la simpatía de los pueblos negros de Colombia. Al haberse dado su elección primero que la de Petro, esta circunstancia también jugó, pero no fue determinante, en la escogencia de Márquez Mina.
Murillo Urrutia tiene la experiencia de haber pasado por el Ministerio del Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible, cartera y tema que resultan estratégicos para la campaña de Petro y, con un sentido más cosmético, para la de Sergio Fajardo. En la campaña de Federico Gutiérrez el tema ambiental ni siquiera alcanza a ser cosmético, porque quienes lo apoyan son latifundistas, ganaderos y otros sectores a los que poco les importa arrasar con frágiles ecosistemas, como selvas y páramos.
Murillo fue investigado y sancionado por peculado y no tiene inhabilidad alguna, pero sí constituye una mancha en su trayectoria pública. En un portal periodístico se lee: “El exministro y exgobernador Luis Gilberto Murillo sí fue condenado en 1997. El Tribunal Superior de Quibdó lo sentenció el 29 de agosto de ese año a seis meses de prisión por el delito de peculado por aplicación diferente. Es decir, desvió dinero del Estado a un destino diferente al que estaba definido en el presupuesto”.
Si comparamos a Márquez Mina con Murillo Urrutia, su origen afro no pone en igual de condiciones sus trayectorias públicas. Mientas que la de Francia Márquez está atada de manera genuina a la lucha por sus territorios, la de Luis Gilberto Murillo está ancorada más a sus legítimos intereses individuales. Hay que recordar que trabajó en el gobierno de Santos Calderón, quien le apostó más a la consecución de la paz con las Farc, que a frenar el modelo agro extractivo que consolidó Uribe Vélez desde 2002.
Lo que habría que examinar con lupa es su paso reciente por la cartera ambiental, pues es muy poco lo que desde ese Ministerio se viene haciendo para frenar la deforestación, el crecimiento de la ganadería extensiva y la minería ilegal en especial en el Chocó, departamento en el que nació Murillo Urrutia.
Entre tanto, la fórmula vicepresidencial de Federico Gutiérrez reviste ante todo un cálculo político, que se explica por lo que significó para el país el asesinato de Rodrigo Lara Bonilla, padre de Rodrigo Lara Sánchez. La escogencia del exalcalde de Neiva tiene el sello uribista por cuanto a la figura de “Fico”, se la asocia con la Oficina de Envigado y con el narcotráFICO. Es decir, Fico Gutiérrez comparte con el Innombrable señalamientos por viejas relaciones con poder ilegal que mandó a matar al entonces ministro de Justicia.
Por lo anterior, la campaña de Federico Gutiérrez busca mandar un mensaje forzado de reconciliación con la familia Lara Bonilla, y de toma de distancia con los narcotraficantes que operan en Colombia. Al recordar el triste final de Lara Bonilla y la sanción social y política a las huestes traquetas institucionalizadas, el ala uribista de la campaña de Gutiérrez busca, curiosamente, “lavar” la negativa imagen que acompaña al uribismo por los históricos señalamientos políticos y mediáticos de sus vínculos con el cartel de Medellín.
En resumen, con Francia Márquez Mina, el Pacto Histórico se confirma como un proyecto político que pretende construir Estado y ciudadanía de abajo hacia arriba y apostarle a una sostenibilidad con enfoque étnico territorial; entre tanto, desde las huestes de Sergio Fajardo se ratifica mantener el statu quo, con un calculado acercamiento al pueblo afro chocoano. A Fajardo le importa poco qué es eso del desarrollo sostenible y la sostenibilidad. Ser responsable de los desastres de HidroItuango constituye una prueba irrefutable.
Finalmente, la campaña de Federico Gutiérrez se ratifica como una opción que recoge fielmente el talante de Uribe Vélez y de la campaña con la que puso en la Casa de Nari a su muñeco, Iván Duque Márquez: maquillar, mentir y enredar. Baste con recordar el eslogan de la campaña Duque presidente: menos impuestos, más salarios. El tema ambiental, por supuesto, ni siquiera alcanza a preocupar a Fico y a sus áulicos, pues lo de ellos es arrasar, es decir, «modernizar», lo que implica someter a las comunidades campesinas y ancestrales y a la naturaleza.
Ya veremos qué tanto restan o suman los candidatos vicepresidenciales.
@germanayalaosor