Por GERMÁN AYALA OSORIO
Son enormes las expectativas que genera el objetivo de alcanzar la Paz Total que propone el gobierno de Gustavo Petro. El solo hecho de que se escriba así, en mayúsculas como nombre propio, indica que estamos ante un monumental propósito, pero que podría volverse inalcanzable no solo por el desinterés de las disidencias de las Farc en sentarse a la mesa, o por la romántica persistencia del ELN en alcanzar el poder a tiros, sino por la funcionalidad del conflicto, de la que se sirven los Señores de la Guerra para legitimarse, esos que parapetados en las fisuras morales y éticas de la sociedad frotan plácidos sus manos mientras juegan sus cartas para que el negocio no se vea afectado.
Quizás el trabajo más fácil esté en entablar conversaciones de paz y, finalmente, en desmovilizar unos cientos de bandidos, mientras que sus pares, los bandidos de cuello blanco, seguirán inspirando a quienes remplacen mañana a los que entreguen las armas. De ahí que la funcionalidad del conflicto esté atada al negocio de las armas y al servicio que las hostilidades o la corrupción público-privada le presten al sistema cultural vigente. Los procesos de heroización quedarán proscritos, cuando poco a poco erosionemos la idea aquella que nos lleva a rendirles veneración a hombres en armas.
Tanto militares, paramilitares y guerrillas son fuerzas funcionales al sistema cultural vigente, inspirados en las históricas formas de dominación política, social, ambiental, cultural (étnica) y económica que la sociedad validó, liderada por quienes ubicados en un plano (in)moral superior establecieron como norma estigmatizar o eliminar a quienes se atravesaran en sus caminos civilizatorios, únicos, bendecidos y hegemónicos.
Los esfuerzos por alcanzar la Paz Total son plausibles, pero quienes hoy lideran esa tarea parecen olvidar que la venganza constituye un valor social y político que el derecho ha sabido recoger e interpretar muy bien. Esto lo saben los guerreros de todos los bandos.
Quizás lo más recomendable sea bajarles a las expectativas que conlleva pensar en que es posible alcanzar la Paz Total y proponer un objetivo menos pretencioso: alcanzar una paz a la colombiana. De esa manera, la que se logre, será el resultado de lo que somos civilizadamente hablando: un proyecto en construcción. Es tiempo de reconocer que con la avaricia, la torpeza y la mezquindad de unos pocos se logró construir un Estado, una sociedad y un mercado, o sea un régimen en el que hemos vivido con inexplicable comodidad, la misma que nos sirvió para ignorar el sufrimiento de los campesinos desplazados, de las mujeres violadas y empaladas por Héroes legales e ilegales, y las de todas las víctimas mortales.
Es tiempo de revisarnos y cuestionarnos. No es un problema soñar con la Paz Total. Lo es, si seguimos ignorando lo que hemos sido culturalmente.
@germanayalaosor
* Imagen de portada, tomada de Expansion.mx