Se cumple un aniversario más de la toma del Palacio de Justicia, sucedida el 6 y 7 de noviembre de 1985, y aparece un nuevo libro en torno a este hecho, que marcó un capítulo más de la historia oscura de Colombia: Miércoles de ceniza y la expiación de todas las culpas, es la nueva obra del escritor y docente Alejandro Cabezas Guerrero quien, a partir de una extensa investigación, desentraña aspectos hasta ahora desconocidos sobre este hecho.
Cabezas habló con El Unicornio y lo primero que explicó fue el título, teniendo en cuenta que la toma se produjo en noviembre, muy lejos de un miércoles de ceniza. “Es una mezcla entre lo religioso y lo profano, que siempre he querido ponerle a los títulos de mis libros. El año pasado publiqué Tomad y bebed, sobre la masacre de la leche con combatientes del M-19 que quisieron regalarle leche a habitantes del suroriente de Bogotá y los fusilaron. Esto fue un mes antes del Palacio de Justicia, esa es la mezcla entre lo religioso y lo profano. En Miércoles de ceniza y la expiación de todas las culpas la toma fue un miércoles y el edificio quedó reducido a cenizas”.
Estructuralmente el texto se divide en dos partes; la primera, una introducción académica que, basada en una extensa búsqueda documental, busca desmontar la teoría oficial que se ha ventilado por tres décadas: que la guerrilla del M-19 le estaba “haciendo un favor” al narcotraficante Pablo Escobar para presionar una ponencia negativa hacia una ley de extradición de colombianos a los EE.UU. por delitos conexos al tráfico de cocaína. En contraposición, el autor realiza un rastreo bibliográfico y testimonial que desmonta los indicios esgrimidos por el sicario del Cartel de Medellín, John Jairo Velásquez Alias “Popeye” en el texto El verdadero Pablo.
“En realidad fue muy fácil desmontar las teorías de “Popeye, como que Jaime Bateman e Iván Ospina recibieron un dinero, cuando Bateman había muerto en el 83 y la toma fue en noviembre del 85. Y dice que después de la toma los dos entraron bajo el esquema de seguridad de Escobar en Medellín, pero Ospina había muerto 3 meses antes de la toma. Fueron muchas mentiras”, explicó Cabezas.
“Esta teoría fue la que tomó como base la comisión de la verdad conformada por tres expresidentes de la Corte Suprema de Justicia para investigar lo sucedido. Si miramos ese informe, ellos dicen que la toma fue financiada de acuerdo a lo que dijo “Popeye. Ellos no se encargan de averiguar por otros lados, es que la teoría de “Popeye” se cae por su propio peso”, agregó.
La segunda parte del libro tiene que ver con la vida de ocho personajes de las entrañas del M-19 que se encuentran de cierto modo en las puertas del Palacio. “Primero, desde quién da la orden, cómo planean la toma, quién es el que dirige el comando. También hablamos de los guerrilleros rasos, entre otras, hago una historia de vida sobre una guerrillera que entra y como muere allí”.
Sobre quién fue el dio la orden desde el M-19, dice: “desde que se estaba renegociando el proceso de paz en 1984 se reúne en el campamento de San Pedro, en el Cauca, toda la comandancia. Ellos pensaban que la negociación de paz con Belisario se iba a caer, así que pensaron en algo fuerte. Pensaron en la embajada estadounidense, pensaron en el Congreso de la República, en otras embajadas secundarias que había en Bogotá, pero quien en últimas toma la decisión fue Álvaro Fayad. Fue él quien dijo “vamos a tomarnos el Palacio”. Pero mucha gente piensa que él le da la orden a Luis Otero, quien fue el comandante 1 de la toma. Pero el que dio la orden fue Arjaid Artunduaga, el encargado de la parte financiera del M-19, fue el primero que lo ordenó. Pero faltando unas pocas semanas, Fayad le dice a Artunduaga, usted se queda afuera, va a entrar Luis Otero”.
En cuanto a la actitud de Belisario Betancur, expresó. “Muchos dirían que fue una actitud arrogante, sobre todo al no contestarle al presidente de la Corte. Yo diría que fue una actitud cobarde, porque estuvo tres años hablando con guerrilleros, él se sentó con los comandantes del M-19 en México, después en Madrid y después se aculilló y no le contestó el teléfono a Alfonso Reyes. Hay muchas teorías, pero no hay una prueba reina como para yo atreverme a decir que hubo un golpe de Estado. La teoría que yo manejo es que había una estrategia para acabar con el M-19 y el Presidente lo sabía, él siempre estuvo enterado de todas las violaciones al acuerdo de cese al fuego por parte del Ejército y él nunca se negó a eso. Es más, delegó eso a Jaime Castro, ministro de Gobierno, y Castro fue el primer opositor al proceso de paz. Es decir, intentaron sentar al M-19 como un mecanismo para acabarlo. Recordemos que entre el 83 y 84 el M-19 contaba con una aprobación casi del 78%. No se podía acabar por las buenas, acabémoslo por las malas o si no volvámoslo a acabar por las buenas, pero que parezcan malas. El presidente nunca negó la responsabilidad del Ejército en las violaciones de los acuerdos. Entonces lo mínimo que se podía esperar era que el presidente en un acto de cobardía le dijera a los militares, asuman ahí los tienen adentro, hagan lo que tienen que hacer”.
En cuanto a o que está pasando con los miembros de las desmovilizadas Farc que están matando, Cabezas dice que “es evidente que son unas fuerzas oscuras, las mismas de hace 36 años, son los dueños del país. Aquí seguimos pensando que el dueño o el que manda es el presidente. Eso es puro cuento”.
El libro se puede conseguir en las redes sociales del autor o en el Whatsapp 320 8964044.
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