Otra “semana de pasión” que termina

Terminó otra Semana Santa. Una más en el calendario. Otra semana de pasión por Jesucristo y la narrativa que lo acompaña, la misma que deviene entre lo real, lo mítico y la creación fantasiosa y simbólica; y claro, llega a su fin el “puente” más largo para aquellos que asumen la Semana Mayor como el momento para descansar de la rutina laboral.

Una semana más en que Iglesia Católica expuso ante el mundo su incontrastable poder y profundiza el patriarcado que la convirtió en el símbolo universal del machismo, la misoginia, la pederastia y la pedofilia.

La imagen del Señor crucificado representa el sufrimiento de quien murió por salvar la humanidad, de acuerdo con el relato universal que se acepta como verdad, pese a las dudas que intentan lo mismo: ser universales. Pero también da cuenta de la vileza del ser humano, en particular aquellos que fueron capaces de colgar en un madero a un hombre vivo, clavado de pies y manos, hasta que murió y de quien se dice que ascendió al reino de los cielos. Por supuesto que la Iglesia Católica pretende anclar en esa leyenda los miedos e incertidumbres de sus fieles, que aceptan sin mayores disquisiciones la vida y muerte del “salvador”.

A la Semana Santa (SS) suelen promocionarla y venderla los medios masivos y los curas católicos como un espacio para el recogimiento y la reflexión, en un mundo capitalista que no da espacio para pensar.  El propósito, loable por demás, es que una vez terminen las liturgias celebradas durante los días santos, los católicos regresen a sus vidas cotidianas siendo mejores seres humanos. Un anhelo que chocará, inexorablemente, con los niveles de educación y formación ciudadana de cada uno de los que van a misa a persignarse, a pedir perdón por sus pecados y a pedirle a Dios que les ayude a mejorar aquellos aspectos que los alejan de los 10 mandamientos.

Apenas unos minutos después de escuchar a los curas en sus homilías, esos creyentes saldrán a continuar con sus mismas prácticas: robar, maltratar al prójimo, violar los derechos humanos y amenazar. Que se sepa, el genocidio en Gaza continuará por obra y gracia de Netanyahu, su ejército sionista y el dios que los ampara, ilumina y guía. ¡Cuánta locura junta, por Dios!

Esos buenos deseos ocurren mientras el Estado de Israel hace ingentes esfuerzos por borrar de la faz de la tierra al pueblo Palestino. La pregunta obligada es: ¿Qué pensará Dios u otros dioses del genocidio que ocurre en Gaza? Imagino que los sacerdotes cristianos dirán que Dios vigila todos los actos humanos, incluidos los que ocurren en los conflictos bélicos. Son curas que resuelven todo afirmando que los miembros del ejército genocida “pagarán” por sus actos cuando entren al purgatorio o al infierno, escenarios que hacen parte de esa narrativa en la que la Iglesia Católica mantiene cautivos a millones de seres humanos en el mundo.

Pasará esta Semana Santa y los riesgos de vivir juntos, entre diferentes, se potenciarán y se harán inevitables las guerras, los conflictos étnicos y religiosos; los crímenes pasionales, los feminicidios, los duelos de sangre y las más estúpidas de todas las disputas y conflictividades: por un dios o por la camiseta de un equipo de fútbol. Lo curioso es que millones de fanáticos al fútbol van a misa y confiesan sus pecados. Sus vidas son el espejo de la trayectoria de la Iglesia Católica: entre luces y sombras.

@germanayalaosor

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