Noviembre 24: día del orgullo primate

Por JORGE SENIOR

¡Felicitaciones, humano! Hoy es tu día y el de toda tu parentela del orden de los primates. Esta grata celebración que se festeja cada 24 de noviembre en algunos países se llama “día de la evolución”, pero en España y la mayoría de los países latinoamericanos se conoce como “el día del orgullo primate”. En Colombia se celebra desde el año 2010 y sirve de ocasión para desplegar toda clase de dinámicas de divulgación científica alrededor del tema de la evolución de la biosfera terrestre.

Hay dos razones por las cuales se escogió esta fecha. Una es que el 24 de noviembre de 1859 salió a la luz la primera edición de la obra cumbre de Charles Darwin: El origen de las especies. No exagero si digo que este texto partió en dos la historia de la humanidad, pues abrió la puerta para el entendimiento de la naturaleza humana y responder por fin las dos grandes preguntas: ¿qué somos?.¿de dónde venimos?  El título es equívoco, pues el argumento no se refiere al origen de la especies ni al surgimiento de la vida, sino a cómo las especies cambian por medio del mecanismo de selección natural. De todos modos el título completo aclara el asunto: “Sobre el origen de las especies por medio de la selección natural” y el subtítulo agrega “o la preservación de las razas favorecidas en la lucha por la vida”.

La segunda razón para la fecha es que el 24 de noviembre de 1974 el paleontólogo Donald Johanson descubrió en Etiopía un fósil casi completo (52 huesos) de un homínido hembra, con una antigüedad de más de 3 millones de años y que tenía locomoción bípeda y un cerebro de tamaño similar al de un chimpancé. Este descubrimiento zanjó una discusión clave, al dejar en claro que el andar en dos patas fue un cambio evolutivo anterior al desarrollo de un gran cerebro. El famoso esqueleto fue llamado Lucy y clasificado como perteneciente al género Australopithecus, antecesor del género Homo.  A la especie se le asignó la etiqueta de Australopithecus Afarensis. Dato anecdótico: se dice que el nombre de Lucy se debe a la canción de los Beatles, Lucy in the Sky with Diamonds. Segundo dato anecdótico: se supone que el título de esa canción tiene encriptada la sigla LSD del ácido lisérgico, una sustancia psicotrópica que puso a viajar a los hippies de los años 60.

El día del orgullo primate es una oportunidad para homenajear a la ciencia y contribuir al entendimiento de la biología evolutiva, corazón de las ciencias de la vida. Por lo que uno lee en las redes sociales, la enseñanza de la biología anda mal en los colegios y hay toda clase de tergiversaciones sobre ella, como la creencia de que la teoría es especulativa y no un hecho ya probado hasta la saciedad e incluso experimentable en laboratorio. Se siguen repitiendo tonterías como que la teoría afirma que “el hombre desciende del mono” o que falta un “eslabón perdido”. Se desconocen los desarrollos posteriores a Darwin que llevaron a la genética de poblaciones y a la teoría sintética de la evolución cerca de 1930, entroncando la evolución con la genética. Y más aún se desconocen las ampliaciones recientes como la genómica, la epigenética, el enfoque evo-devo. Otra distorsión es la creencia de que la ciencia afirma que “la evolución es puro azar”, como si no hubiesen leyes físicas y químicas, ni mecanismos biológicos en el proceso que, desde luego, sí tiene aspectos contingentes.

¿A qué se debe esa enseñanza deficiente en las escuelas? Mi percepción es que las Facultades de Educación están fallando en la formación de maestros. Una de las razones es el auge del fanatismo religioso en el magisterio, el cual socava la cosmovisión científica que debería primar. De ahí que la divulgación científica sea una tarea de primera importancia en la sociedad. Así parece estarlo reconociendo el Ministerio de Ciencias que ha convocado para la próxima semana un Encuentro Nacional de Divulgadores Científicos que ellos llaman “el primero”. En realidad no es el primero, pero sí es muy bueno que se organice esta rama educativa no formal que permite la apropiación social del conocimiento científico.

Volvamos a 1859. Poco más de 2 meses antes de la publicación del libro de Darwin, el 12 de septiembre, el astrónomo francés Urbain Le Verrier radicó en la Academia de Ciencias de su patria, una carta en la que detallaba un descubrimiento factual incómodo. Resulta que la precesión del perihelio de la órbita del planeta Mercurio no concordaba plenamente con la flamante mecánica celeste de Newton. La desviación era casi insignificante, apenas 40 segundos de arco en un siglo (en realidad 43 segundos según mediciones posteriores). Lo interesante es que ese hecho inexplicable fue resuelto por Einstein el 18 de noviembre de 1915 y marcó para él un momento ¡eureka!. Hasta palpitaciones tuvo, según contó a un amigo. Ya sabiendo que iba por el camino correcto, apenas una semana después, 25 de noviembre, Einstein obtuvo las ecuaciones de campo de la Relatividad General. Así que la jornada del “orgullo primate” suele ser complementada o combinada con la jornada de conmemoración de la Teoría General de la Relatividad al siguiente día. Todo 24 tiene su 25.

En 1859 se produce otro hecho extraordinario en Alemania, protagonizado por el físico Gustav Kirchoff. No hay espacio para contar esa historia. Baste decir que del teorema de Kirchoff surgió un desafío que llevaría al nacimiento de la mecánica cuántica en 1900 con Max Planck.

1859: septiembre, Le Verrier, Francia; octubre, Kirchoff, Alemania; noviembre, Darwin, Inglaterra. Si 1905 fue el año maravilloso de Einstein, no hay duda de que 1859 fue otro año excepcional en la gran aventura del conocimiento que una especie de primates ha gestado con orgullo sobre la faz de la Tierra.

Coletilla: no olvidemos a Alfred Wallace, en esta columna celebramos su bicentenario.

@jsenior2020

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