Por LUIS EDUARDO CELIS
Llegamos a la primera vuelta presidencial este domingo 29 de mayo con una campaña que evidencia las enormes debilidades de un sistema político y electoral lleno de irregularidades, falta de garantías y prácticas que no dan credibilidad de que esta sea una competencia que se dé con instituciones garantistas y un orden democrático de calidad. Todo lo contrario, esta es una precaria democracia que convive con un mundo de mafias, violencia, corrupción y prácticas abiertamente antidemocráticas, todo lo cual hay que superar.
En esta campaña el mal ejemplo lo inició el presidente Duque, quien abiertamente ha participado del debate político, controvirtiendo las propuestas de Gustavo Petro, algo abiertamente inconstitucional que dio pie a que el comandante de las Fuerzas Armadas, el General Zapateiro, igualmente se fuera lanza en ristre contra el candidato del Pacto Histórico, sin que nada pasara, ni un leve llamado al orden por parte del primer mandatario. Y así siguió la acción arbitraria e ilegal de la procuradora, al destituir al alcalde de Medellín, violando de manera abierta la jurisprudencia en firme de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
Durante la administración del presidente Iván Duque, el deterioro de las instituciones ha sido mayúsculo y, en lugar de avanzar en fortalecerlas en el marco del ordenamiento constitucional, las ha debilitado, al cooptarlas en detrimento de la independencia de los poderes y al colocar en todos los organismos de control a personas de su más cercano circulo de colaboradores, lo cual puede que no sea ilegal, pero es abusivo con la independencia que las debe caracterizar.
Si desde el ejecutivo han arreciado las acciones violatorias a la independencia de los poderes y la intromisión indebida en el debate político, el sistema electoral ha evidenciado su enorme fragilidad, para usar un adjetivo suave, en cabeza de un registrador ampliamente cuestionado por tirios y troyanos, lo que muestra la urgencia de avanzar en reformas de fondo para contar con un sistema electoral transparente, riguroso y garantista de la voluntad ciudadana. Hoy no lo es, y hemos visto en estos meses los múltiples escándalos y alarmas prendidas por su cuestionable desempeño en el delicado asunto de organizar las elecciones y dar credibilidad de seriedad. Todo esto es una asignatura pendiente.
Y los viejos problemas sigue ahí: violencias y coerción contra la ciudadanía, compra de votos, fraudes a pequeñas y no tan pequeñas escalas, ríos de dinero que se mueven sin control ni sanción. Todo esto habla muy mal de un sistema político y de una competencia electoral que es poco democrática en muchos territorios y comunidades, y que nos interpela desde hace muchas décadas, en una sociedad en la que el dinero de la mafia circula por muchos lados y la política está al centro de sus intereses. Mafias y políticos van de la mano y sigue siendo un reto superar esta anomalía.
Llevamos décadas sabiendo que contamos con un sistema político y electoral que hay que transformar. No se hace porque hay poderosos que lo sostienen tal y como está y se oponen a las transformaciones, es un verdadero déficit y una tarea pendiente si queremos avanzar en una democracia de mayor calidad.
Hay tareas y esperemos que el nuevo gobierno, que todo indica que va a ser el liderado por Gustavo Petro, Francia Márquez y el Pacto Histórico, las lideren. Merecemos y requerimos una mejor democracia, sustentada en una cultura política con mayor rigor de los retos que como sociedad tenemos y unas instituciones que cumplan de manera cabal en ser promotoras de un orden de derechos, garantías y cumplimiento de una Constitución, que hoy en buena medida es letra muerta para millones de ciudadanos y ciudadanas, comunidades y territorios.
@luchoceliscnai