Lucho Díaz y el cuarteto de Liverpool

Por CARLOS MAURICIO VEGA

En julio de 2015 la selección indígena de fútbol de Colombia se encontraba en Chile lista a disputar la final de la Copa América Indígena contra el equipo uruguayo: guaraníes contra guajiros, se podría decir, porque la base de la alineación colombiana era wayú: había cinco de ellos. El 10 y capitán era, cómo no, uno de los wayú: Luis Fernando Díaz Marulanda, entonces de 17 años, el mismo Lucho que hoy luce la camiseta 23 en el ala izquierda del Liverpool inglés y que enfrentará este 28 de mayo al Real Madrid por la final de la Champions League.

En ese entonces el director era Carlos el Pibe Valderrama y el asistente Faustino el Tino Asprilla. Una nómina técnica de lujo para un equipo que contaba con un portero emberá chamí, defensas nasas y laterales zenúes. Hermosa iniciativa la de acompañar ese equipo por parte de los dos históricos de la selección Colombia del 90.

La Copa América Indígena había nacido un par de años atrás como un esfuerzo para cohesionar mediante el deporte a grupos étnicos a punto de diluirse en todo el continente. Lucho Díaz salió subcampeón de América en esa final contra Uruguay. Mañana será al menos subcampeón de Europa. Una especie de conquista al revés: una tropa de africanos y latinos inunda los torneos profesionales europeos, donde obtienen visibilidad mundial.

Pero no los volvemos a ver aquí. Nuestros héroes del ciclismo nunca correrán la vuelta a Colombia, ni esos futbolistas disputarán nuestras estrellas anuales de fútbol. Nos convertimos en exportadores de atletas; en maquila de músculos y de curvas. En muchas zonas del país es ya una cultura sacar a niños y niñas del colegio para que estudien fútbol, ciclismo o modelaje. Hay más fe en esas profesiones que en ser contador público o filósofo (aunque la contaduría parece más necesaria que la filosofía en una narcocracia).

No son muchos los Nairos Quintanas, ni las Marianas Pajón o las Catalinas Ibargüen o los Juanes Cuadrados o Luchos Díaz o los Falcaos Garcías que la “coronan”, como se dice ahora. Son la punta del iceberg de los deportes nacionales, de los cuales el principal es el ciclismo, (aunque en realidad es el patinaje, donde Colombia ha logrado más preseas que en todos los otros juntos:  de eso no se ocupa la gran prensa porque no es mucho lo que vende).

El eurocentrismo sigue siendo el faro del mundo: seguimos cayendo deslumbrados ante el poder de las metrópolis. Cierto amigo mío hincha de Millonarios en sus buenas y en sus muchísimas malas, me dice, cada vez que me ve entusiasmado por el Parma de Faustino Asprilla o el Mónaco de Falcao o el Atalanta de Duván Zapata: “eso es taaan colombiano…”. Es como si el orgullo de ser colombiano se reflejara en esos entusiasmos coloniales: somos tan poca cosa que buscamos reconocimiento en los triunfos logrados en las metrópolis neocoloniales: preferimos un triunfo en el Tourmalet o el Alpe d’Huez que en el alto de La Línea, a sabiendas de que estos puertos destrozarían a cualquier ciclista europeo.

Por eso resulta mucho más resonante ganar el campeonato europeo de clubes que el olvidado subcampeonato continental indígena. La danza de los pases millonarios, como corresponde al triunfo del colonialismo, está en ese continente y simboliza la victoria del capital. Ojalá Luchito, cuya humildad y hermosa flacura habla a las claras de su pasado en el desierto, no se deje marear por esas alturas. Lo dudo mucho: lleva en la sangre la memoria del sufrimiento wayú y la hermandad de los otros cuatro guajiros de ese equipo de 2015.

Creemos que el fútbol europeo es europeo pese a la avalancha de africanos, latinos y europeos orientales en las filas de los equipos de París o Londres, a la que ya llaman Londongrado por la influencia de la economía rusa. El Chelsea no es ya un equipo inglés, es ruso: la liga alemana no es ya la Bundesliga sino la liga Gazprom, rendida hasta hace poco al gas ruso, tal como Alemania misma. Y ciertamente el París Saint German no es ya un equipo francés: es árabe, aunque juegue la liga francesa, una de las menos técnicas del continente. Tal vez por eso no logra nunca pasar de semifinales en la Champions League, a pesar de los magníficos jugadores que compra, pero que pierden siempre ante otros menos talentosos, pero más fogueados. 

El deporte mediático se convirtió en una disputa de chequeras y muchas veces de poderes nacionales, que desequilibran por completo el llamado fair play.  Los Emiratos Árabes acaban de echar un pulso económico con el Real Madrid por el pase de Kilian Mbappé, y obviamente ganaron, con un cheque de 100 millones de euros por delante. Primera vez que pierde Florentino Pérez, ese traficante sin alma del Real Madrid que prefiere comprar un jugador medio talentoso para sentarlo en la banca antes que permitirle destacarse en otro club. Así hizo con James, y así había hecho con Edwin Congo. ¿Alguien se acuerda de Edwin Congo? Fue el primer colombiano fichado por el Real, en los 90s, y también la primera víctima del racismo de su hinchada: no jugó un solo partido con el equipo blanco y, cedido al Levante, su magnífico juego -que también brilló en la selección colombiana- le valió el ambiguo apodo de King Congo. Afortunadamente tiene la odontología como segunda profesión y el talento de fundar restaurantes, como muchos otros exfutbolistas.

Mañana Lucho Díaz estará en el tapete verde parisino frente a ese Real Madrid de hinchada clasista y racista, pero cuyo mejor crédito es un francés de origen argelino: Karim Benzemá, y dos brasileños de oscura piel, Vinicius y Marcello. Al lado de Luis Díaz estará el resto del cuarteto de Liverpool: Sadio Mané, ese senegalés, Mohamed Salah, ese egipcio, y Diego Jota, ese portugués. Si Lucho gana (o así pierda), el Anfield Stadium será más importante en nuestra memoria que Penny Lane o el Yellow Submarine de John Lennon y Paul McCartney que marcó nuestra juventud. Ojalá el antiguo equipo rojo de ese puerto feo y populoso repita la hazaña de 1981 (cuando vencieron al Madrid) y alcen la copa por octava vez.

Y se vea que Barrancas, ese municipio millonario y también lleno de hambre, no sólo exporta el carbón del Cerrejón al puerto de Liverpool.

@karmavega22

* Foto de portada, tomada de https://co.marca.com/

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