Más allá de la Resistencia

Por JORGE SENIOR

La resistencia no es una moda, siempre ha existido, aunque ahora hace parte de las palabras al uso como “empatía”, “resiliencia”, “empoderamiento”.  Hasta Uribe la usa, porque la palabreja en sí no es de izquierda ni de derecha.  Resistir es aguantar.  Es un concepto netamente defensivo.  Incluso cuando se trata de resistencia activa.  Si te atacan, te defiendes; es decir, resistes.

Resistir, como sobrevivir o sostenerse, es un logro, pero limitado.  Como un equipo de fútbol que se defiende bien y logra sacar un empate 0 – 0.  Con mera resistencia no se logra ganar ni en el deporte ni en las luchas socio-políticas.  No se transforma una sociedad ni se construye un nuevo país a punta de resistir.  La resistencia logra evitar medidas como una reforma tributaria abusiva o una dañina reforma a la salud. Y contentillos como matricula cero por un semestre o promesas embaucadoras. Sirve para evitar retrocesos, pero no sirve para progresar.  Sirve para revelar malestares y poner sobre la palestra lo que anda mal, pero no ofrece modelos alternativos que reemplacen el modelo que se está resquebrajando.

Y es que a la postre, la resistencia, por muy épica que luzca, no tiene en sí misma el potencial para generar cambios históricos, a menos que se transforme en ofensiva propositiva y dinamizadora del conjunto de la sociedad.  Para eso hay que tener un proyecto político, una estrategia lúcida y fuerte organización. 

Las explosiones sociales espontáneas y sin conducción, en contraste, no tienen ese potencial, a pesar de que haya una identidad política alrededor del antiuribismo.  Dos décadas de agobiante uribismo han fecundado una exasperación generalizada ante tantos abusos contra la mayoría de la nación, mientras ciertas élites disfrutan de más y más privilegios sin que se les llene su buche voraz e infinito.  El sentimiento antiuribista brinda cohesión a la multiplicidad de protestas locales, pero cabe preguntarse si esa gran carpa emocional es suficiente para vertebrar un movimiento ascendente de largo aliento capaz de transformar a Colombia. 

Dos décadas de agobiante uribismo han fecundado una exasperación generalizada ante tantos abusos, mientras las élites disfrutan de más y más privilegios.

Si nos enfocamos en la coyuntura, la pregunta se traduce en: ¿hacia dónde va la gigantesca movilización social desatada en Colombia desde el 28 de abril?

En el caso chileno hubo una propuesta política unificadora: la Constituyente.  Los resultados electorales muestran un gran triunfo alternativo, pero heterogéneo, con diversas expresiones políticas nuevas.  Es claro que Chile no volverá a ser como antes, la página pinochetista será pasada y archivada en los anaqueles de la ignominia, mientras las grandes alamedas parecen abrirse hacia nuevas posibilidades.  Pero aún está por verse qué saldrá de ahí.  Ni allá ni acá el pueblo quiere continuismo, lo que ansía es el cambio, una sociedad mejor, más incluyente y solidaria, más equitativa, mucho más comprometida con el medio ambiente, sin elitismos obscenos.

Colombia no necesita Asamblea Constituyente por ahora, pero sí que el Poder Constituyente asuma el mando.  Y eso es posible en las elecciones al Congreso de la República en marzo de 2022.  Ya la séptima papeleta y el proceso de paz con el M19 propiciaron una Constituyente que sentó las bases de un Estado Social de Derecho. Lo que procede ahora es profundizar sus componentes democráticos y cambiar los aspectos neoliberales. Esto exige reformas con nuevos estímulos y direccionamientos: tributaria, pensional, a la salud, a la educación, a la policía (ver columna pasada), al sistema bancario, a la producción.  Superar el modelo económico rentista, especulativo, extractivista y excluyente, para dar paso a un modelo de capitalismo productivo e innovador en el marco de una economía mixta sostenible.  Se va a necesitar mucha ciencia y tecnología para sacar este país adelante.  He ahí la trascendental agenda legislativa del próximo cuatrienio.  La gran movilización social del 2021 debe desembocar en una gran victoria electoral en marzo del 2022

Gracias a la pandemia y la ausencia de clases presenciales, la juventud estudiantil y la excluída se reencontraron en el barrio e hicieron sinergia.  El escenario de la movilización social ya no tuvo como epicentro a las universidades sino que se trasladó a la barriada y desde allí a los cruces neurales del tráfico automotor, recuperando la memoria histórica de los grandes movimientos cívicos de los años 70 y 80. 

Dos tácticas de lucha en las calles ha desplegado el Paro principalmente: marchas masivas y bloqueos. Las encuestas muestran un apoyo inmensamente mayoritario a las manifestaciones pacíficas, mientras que los bloqueos dividen las opiniones y obtienen rechazo de algunos sectores.  Por otro lado, la protesta social sin vías de hecho el gobierno uribista se la pasa por la galleta.  Así que la lucha en las barricadas ha sido clave y fecunda, pero costosa en múltiples sentidos.  Ha trascendido internacionalmente, pero sobre todo por la brutal represión, los asesinatos y desapariciones de jóvenes, la violación de derechos humanos, el uso desmedido de la fuerza policial.

El gobierno se deslegitima con la represión salvaje, pero la explosión social con improvisada organización espontánea es vulnerable a la infiltración, a los errores emotivos al fragor de la testosterona o al oportunismo del lumpen.  Con el tiempo, el movimiento sufre desgaste y el uribismo, repuesto de la sorpresa inicial, utiliza todo su poder para crear caos, violencia paramilitar, episodios de vandalismo, para regodeo de RCN y compañía.  Casos como las ambulancias o el sospechoso incendio en Tuluá son aprovechados para voltear a la opinión pública.  El uribismo está desesperado, pues ve perdidas las elecciones de 2022.  Tratará de capitalizar el caos en la opinión y activar la dictadura del estado de conmoción interna buscando aplazar las elecciones o hacerlas bajo tal estado de sitio.  No caigamos en el juego.  Hay que combinar períodos de movilización con períodos de organización y acumulación de fuerzas.  Ser inteligentes es ser intermitentes.   

@jsenior2020

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