Por GERMAN AYALA OSORIO
El uribismo viene naturalizando el cinismo y la provocación entre sus prácticas discursivas. Marta Lucía Ramírez, vicepresidenta y canciller, es después de Iván Duque Márquez la alumna más aventajada en desplegar actos de provocación.
Después de que ambos rechazaran el Informe de la CIDH, la funcionaria negó ante el Consejo de Seguridad de la ONU la responsabilidad directa de los agentes del Estado en la violación de los derechos humanos en Colombia, en el marco del Paro Nacional. Ahora, en actitud desvergonzada, exhorta al régimen cubano para que <<respete el derecho a la protesta>>.
Estamos ante la actitud cínica y desfachatada de quien debió asumir la responsabilidad política que le corresponde, a nombre del Estado colombiano, porque no solo desconoció e irrespetó el derecho a la protesta de millones de colombianos, sino que cohonestó con la violación de los derechos humanos por parte de los miembros de la Policía Nacional y del Esmad que actuaron con sevicia e inusitada fiereza. Por lo menos 80 jóvenes quedaron con traumas oculares, víctimas de agentes estatales que violaron protocolos y usaron desproporcionadamente la fuerza. A lo que se suman los más de 45 jóvenes asesinados por balas oficiales, un récord para un régimen que paso a paso se gana el calificativo de dictatorial.
Es posible pensar que lo dicho por la señora Ramírez ante el Consejo de Seguridad de la ONU y la reciente exhortación al régimen de Díaz-Canel hagan parte de la estrategia para bajarle la temperatura a lo sucedido con el crimen del presidente de Haití, a manos de militares retirados colombianos. Pero no: estamos ante una forma de enfrentar los reclamos que desconoce responsabilidades. Y la mejor manera de hacerlo, de acuerdo con ese pernicioso ethos que guía la vida pública y privada de los uribistas, es actuando con insolencia y descaro para provocar a críticos y detractores.
Muy seguramente, ese talante ha de provocar a quienes están pensando en demandar al Estado ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos por la sistemática violación de los derechos humanos en el contexto del Paro Nacional. Como Ramírez y Duque, y demás áulicos del uribismo, saben que ese conjunto de prácticas y discursos jamás constituirán una doctrina política capaz de dar vida a un partido político – el Centro Democrático es una secta-. Entonces, optaron por hacer del cinismo y el impudor, una doctrina política que solo pretende mentir y tergiversar la tozuda realidad social, política y económica de un país y de una Nación, sometidas a los designios de un selecto grupo de cínicos y provocadores.