Por FELIPE A. PRIAST
El expresidente Álvaro Uribe Vélez es un monstruo, como pocas veces ha visto la humanidad entera. Además de romper todos los récords del hemisferio occidental en víctimas de todo tipo, su infinita maldad se proyecta como uno de los comportamientos más aberrantes de la especie humana en lo que va corrido de este siglo. En cuanto a niveles de maldad y muerte, solo Boko Haram, Bashar Al-Assad y Sadam Hussein compiten con él por el trono ocupado por Hitler y Stalin el siglo pasado. De todos los candidatos al premio para El Individuo más Malo sobre la Faz de la Tierra, Uribe es el único disfrazado de demócrata, lo que lo mantiene todavía bajo el radar y alejado del foco internacional.
Solo falta que tenga su documental en Netflix, pero algún día lo va a tener. Y cuando ese día llegue, media Colombia va a vivir un desplome como el sufrido por la Alemania nazi luego del suicidio de Hitler. Cuenta Albert Speer, ministro de Armamentos de Hitler y uno de sus más cercanos colaboradores, que se encerró en su casa cuando se enteró del suicidio del Führer y lloró toda lo noche para vaciar su alma contaminada por el nazismo. Solo ahí se dio cuenta de lo que había representado el movimiento que por tantos años él había apoyado incondicionalmente. Algo similar esta por sucederle a media Colombia. Cuanto termine el descubrimiento de todas las fosas comunes que faltan por destapar, cuando terminen de confesar sus crímenes todos los testigos adscritos a la Justicia Especial para la Paz, independientemente de que Uribe se suicide o no, media Colombia vivirá una descomposición similar a la que sufrió Speer el 30 de abril de 1945.
El descubrimiento de la fosa común en Dabeiba ha abierto una Caja de Pandora que promete traer muchas sorpresas. Es previsible que otras fosas similares se descubran en los meses que siguen y, como es costumbre, todas van a apuntar a Uribe y a las Fuerzas Militares. En especial, al Ejercito, el brazo militar más comprometido con el escándalo de los falsos positivos.
Lo sorprendente del descubrimiento en Dabeiba no es que haya abierto una Caja de Pandora en torno a los falsos positivos, sino que se haya hecho mientras otro genocidio tiene lugar: el de los líderes sociales que vienen siendo asesinados sistemáticamente desde la firma del acuerdo de paz con las Farc. Esta es una segunda oleada de exterminio, intrínsecamente conectada con el primer genocidio. Es decir, al de hace 15 años se suma el genocidio actual, que ya va alcanzando la grotesca cifra de casi mil líderes sociales asesinados, siguiendo un patrón claramente discernible: (1) Ejército y Policía hacen inteligencia entre los posibles blancos a eliminar; (2) Ejército y Policía les pasan la información a grupos al margen de la ley, como el Cartel del Golfo, los “Rastrojos”, los “Pelusos” y demás actores criminales de la Colombia rural; (3) estos ejecutan los crímenes con impunidad.
Los cobardes miembros de nuestro Ejército, esos que asesinaban inocentes hace una década para cobrar las recompensas establecida dentro de los parámetros de guerra sucia incluidos en el Plan Colombia, hoy por hoy siguen “conejeando” a los organismos de inteligencia americanos que los apoyan y siguen exterminando inocentes con el dinero de los contribuyentes norteamericanos, que son en ultimas quienes pagan la cuenta de este exterminio. Toda la ayuda del gobierno norteamericano se va en robos y crímenes ilegales, nada de ese dinero se usa para propósitos legales. Y esas fuerzas militares de mercenarios que mandan a asesinar usando el dinero de la ayuda económica de los norteamericanos, hacen lo que hacen siguiendo las órdenes del expresidente Álvaro Uribe, quien aún controla políticamente a las Fuerzas Armadas de Colombia.
Uribe es el único político de la Era Moderna que ha llevado a cabo dos genocidios, separados por un lapso de 8 años, y todavía no le responde a ningún tipo de justicia, nacional o internacional. Y el gobierno de Estados Unidos es el único del mundo que ha pagado por ambos genocidios, sin saber que los estaba pagando. Estoy seguro de que los americanos sabían hace 15 años que Uribe iba a conducir una guerra sucia para acabar con las Farc, quizá ellos mismos le dieron los planos. Pero me cuesta creer que los americanos supieran y aprobaran el asesinato de 200.000 personas, y pagaran las recompensas que iban atadas a esos asesinatos, a través de los llamados “gastos reservados”. Si las cifras de Claudia García, directora de Medicina Legal, son correctas, el gobierno de Estados Unidos financió, sabiendo o sin saber, el genocidio más grande en la historia del hemisferio occidental desde la Conquista. Y ese dudoso honor se lo deben a Álvaro Uribe Vélez, el arquitecto de la muerte en Colombia en estas dos últimas décadas.
Y como su apetito por la muerte es insaciable, no contento con llevar a cabo dos genocidios en un periodo de 15 años, este monstruo parido en las montañas de Antioquia ya está anunciando un tercer genocidio con toda el bombo y la desfachatez que lo caracterizan. Durante unas vacaciones recientes en Santa Marta, respondiéndole a un joven turista en la playa le hizo saber que “el país no se lo vamos a entregar a la izquierda extrema”. Eso, traducido al lenguaje de la muerte que maneja Uribe, quiere decir otro genocidio, o quizá una guerra civil. Como quien dice, genocidio sobre genocidio sobre genocidio. El genocidio de ayer es tapado con el genocidio de hoy y queda proyectado el genocidio de mañana. La muerte como pasado, presente y futuro de Colombia. Y nadie en la comunidad internacional hace nada.
Es lo que sucede cuando un país se rehúsa a hacer justicia. El beneficiado por la ausencia de justicia llega a creerse invencible y desata su maldad en oleadas subsiguientes, aún con más vehemencia.
El Gobierno de Estados Unidos se tiene que dar por enterado: sabiendo o sin saber, pagó por un genocidio espantoso en la década pasada. Y actualmente, está auspiciando con su ineptitud y negligencia un segundo genocidio. Gústele o no le guste, el Gobierno de Estados Unidos le debe a Colombia, ¡y bastante! Esa deuda solo se paga quitándonos de encima al monstruo que han venido financiando durante los últimos 20 años.
Esta vaina ya se salió de las manos. O se hacen cargo de ÉL los americanos, o nos vamos a tener que encargar de ÉL nosotros, pero los genocidios no pueden seguir. De alguna manera nos tienen que pagar por esos 200.000 muertos.
Señores del Gobierno de Estados Unidos: Si pudieron pagar por un genocidio de 200.000 personas, bien pueden pagar hoy por un “recolector de basura”: ¡vengan y recojan su mierda!