Los riesgos de una Asamblea Nacional Constituyente

La propuesta del presidente Gustavo Petro de convocar a una Asamblea Nacional Constituyente (ANC), como camino expedito para lograr las reformas sociales y políticas que las bancadas en oposición del Congreso insisten en no tramitar, deviene peligrosa e inconveniente. Antes de exponer por qué, hay que recordar que en los tiempos del gobierno de Uribe Vélez se propuso lo mismo, para discutir reformas alrededor de temas específicos. La propuesta del uribismo estuvo precedida del enfrentamiento que Uribe sostuvo con las altas cortes, en particular con la Corte Suprema de Justicia. Luego, durante el gobierno de Juan Manuel Santos se hizo la misma propuesta, esta vez para refrendar el acuerdo de paz de La Habana.  En ese momento fueron las Farc-Ep quienes propusieron tal salida.

El profesor Rodrigo Uprimny el 9 de junio de 2013 hizo referencia a una ANC cerrada: “Otra posibilidad es una asamblea constituyente, pero no soberana, sino para temas específicos. Y eso es posible, pues la Constitución establece que la ciudadanía aprueba la convocación de una constituyente, pero con base en una ley que define su “competencia, período y composición”. Una asamblea con competencia limitada no pondría en riesgo los avances de la Constitución de 1991; y al definirse su composición, podría permitirse una mejor participación de grupos minoritarios, como las víctimas y los grupos étnicos. Es pues una opción a explorar, pero que también tiene peligros, pues una vez convocada podría querer transformarse en una asamblea soberana…Debemos pues empezar a debatir cómo refrendar un eventual acuerdo de paz”.

Si bien el gobierno Petro cuenta con un importante respaldo popular, hay sectores de la población que siguen firmes con la derecha. Esto en un escenario electoral para elegir a los delegatarios, haría posible que la derecha termine con las mayorías de los constituyentes lo que se traduciría en una derrota política para el petrismo. A lo que se suma el riesgo de que ese sector del espectro ideológico modifique el actual diseño constitucional para regresarnos al modelo de sociedad y Estado de la Constitución de 1886, que es el sueño del uribismo. 

Al no contar con las mayorías en el Congreso, el gobierno Petro le estaría entregando a la extrema derecha la oportunidad de cambiarlo todo, para dar rienda suelta a sus ideas conservadoras. Basta recordar la amarga experiencia del plebiscito de 2016, cuando lograron que las mayorías rechazaran la paz y votaran por la continuación del conflicto armado…

Derogar la Carta Política de 1991 sin haber alcanzado la consolidación del Estado Social de Derecho y la generación de una cultura política y democrática en todos los niveles de la sociedad colombiana, y sobre todo sin haber solucionado problemas como el empobrecido capital social de millones de colombianos, es un riesgo que el país no puede correr. Si bien es legítimo que Petro proponga ese camino institucional, las circunstancias económicas, mediáticas y políticas no lo favorecen del todo.

El momento social y político que llevó al gobierno de César Gaviria a convocar la Asamblea Nacional Constituyente de 1991 en nada se parece a lo que hoy vive el país. No tenemos una violencia generalizada y muchos menos una crisis institucional que haga inviable al país. Hay, sí, una férrea oposición en el Congreso a las reformas a la salud, al sistema pensional y a las condiciones laborales presentadas por la actual administración, lo que pone en evidencia que la derecha tradicional, representada en los partidos declarados en oposición o en independencia, están dispuestos a defender los privilegios de la élite tradicional que se siente amenazada con las reformas planteadas por el presidente de la República.

Si bien hay sectores del Establecimiento que están con Petro, hay otros más poderosos que hacen ingentes esfuerzos para que al país le vaya mal. Aquellos que hoy le sonríen a Petro, al momento de una ANC lo más probable es que le den la espalda. En ese momento, los enemigos de la Carta de 1991 se la jugarían por regresarnos al pasado.

Por lo anterior, convocar a una ANC se acerca más bien a una decisión caprichosa del jefe del Estado, tal y como sucedió cuando el entonces presidente Uribe propuso conformar una constituyente. Petro debe evitar a toda costa ser comparado con el expresidente y expresidiario antioqueño. Lo que debe hacer el petrismo y la izquierda en general, es formar los cuadros suficientes y entregarle las banderas del cambio a un candidato como Luis Gilberto Murillo.

@germanayalaosor

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